Cómo acercarse al “nuevo pueblo”. Los desafíos de Matías Toledo en Puente Alto

Matías Toledo triunfó en Puente Alto apelando al pueblo y conectando con demandas no resueltas. Pero ¿a qué pueblo se refiere y cuán capaz será de satisfacer sus aspiraciones y necesidades?


En una entrevista justo después de salir electo alcalde, Matías Toledo redefinió el concepto de “octubrismo”, esa etiqueta que ha sido usada como sinónimo de violencia y de posiciones maximalistas. Toledo dijo que él era octubrista, pues ganó en ese mes, pero también porque hacía suyas las demandas del estallido de 2019 y que fueron invisibilizadas en los siguientes años. Emocionado ante el vitoreo de sus seguidores, también dijo: “si yo puedo, cualquier joven puentealtino puede”, una frase con la que buscaba reclamar para la izquierda el concepto de esfuerzo personal que ha sido clave en su vida. Esta actitud de vincularse con las demandas sociales de octubre y, al mismo tiempo, con la idea de la autosuperación, da una primera clave para acercarnos al concepto de “pueblo” del que Toledo se siente parte.

¿Por qué es interesante indagar en el “pueblo” al que este alcalde le habla? Porque Toledo, desde una candidatura independiente, con poco acceso a los medios de comunicación tradicionales y sobre todo sin ocultar su agenda de izquierda, logró movilizar una fuerza electoral contundente en una comuna popular que llevaba 25 años administrada por la derecha. Para los distintos partidos ha sido difícil en los últimos años convocar a los sectores populares. De hecho, en una entrevista publicada en este medio Toledo criticó a una izquierda “que no tiene pueblo, que no tiene espalda”. ¿Cómo consiguió él atraer a ese electorado y cuáles son los desafíos para mantenerlo?

Desde hace bastante tiempo la sociología chilena se ha planteado la pregunta central de cómo entender a los sectores populares. Para ello se han dedicado grandes esfuerzos a estudiar el impacto que produjo en la sociedad el neoliberalismo instalado por la dictadura y las transformaciones que se sucedieron luego, como resultado del crecimiento económico desigual y el desarrollo tecnológico. Cambios que se suelen identificar como relevantes son el aumento de los empleos en el sector servicios, el auto emprendimiento, la expansión del consumo, el acceso al crédito y el hecho de que, a partir de la década de los 90s, la mayor parte del sector popular dejó atrás la miseria que lo caracterizó por décadas. Estas enormes transformaciones maduraron en la cultura: emergieron nuevos gustos e intereses, se amplió el acceso a la educación superior y a la tecnología. Esto facilitó no solo la conexión con referentes globales, sino también la construcción de nuevas formas de relación entre pares.


“Toledo ha sido exitoso en convocar a un “nuevo pueblo” que puede ser un asalariado precario y a la vez querer zapatillas Nike, vacaciones decentes o un smartphone. ”


Un “nuevo pueblo” fue modelado por estas fuerzas; amplió su consumo, su acceso a la educación terciaria y debido a la debilidad de ciertas políticas públicas debió resolver sus urgencias bastante solo, con sus uñas principalmente, lo que hizo que durante mucho tiempo la meritocracia haya sido muy valorada sin cuestionamientos. El proceso, por cierto, ha tenido una contra cara: trabajos precarios, ingresos irregulares, alto endeudamiento, falta de trato digno de parte de las elites, además de la constatación de que no basta con el esfuerzo propio, pues las redes y los apellidos pesan. Esa contra cara está en el corazón de las demandas de octubre que siguen vigentes entre los sectores populares, aunque no necesariamente sean procesados por un discurso político articulado.


“El alcalde Toledo enfrenta al menos tres desafíos. El primero, traducir en una gestión eficiente y seria su capacidad para conectar con las demandas y la sensibilidad popular.”


Frente a estas transformaciones la política y también la academia se polarizaron entre una postura autocomplaciente del tipo “nunca hemos estado mejor” y una posición auto flagelante que enfatizaba los “malestares y desigualdades” que expresaban la distinta capacidad que tienen las personas de incidir en sus propias vidas y en la sociedad. El estallido de 2019 lejos de zanjar ese debate consolidó las lecturas antagónicas.

Tal vez una de las características más distintivas de Toledo es que entiende que los sectores populares fluyen entre las dos realidades; y que por lo tanto la decisión política correcta era trabajar con las contradicciones y diversidad de este nuevo pueblo. A nuestro entender en su triunfo no solo expresan su habilidad política, sino también un «olfato sociológico» —o más bien antropológico— para comprender desde adentro estas dinámicas. Sin embargo, su capacidad para conectar con estas sensibilidades le plantea el desafío de administrar un Estado con poco poder en una sociedad fragmentada.

GANÓ LOCAL

Matías Toledo pertenece a la misma generación que hoy está en el gobierno, pero proviene de un sector social distinto al de la mayoría de los dirigentes del Frente Amplio. De familia de clase trabajadora, vive en Puente Alto y tiene años de trabajo en la comuna. Ha sido asesor informático de municipios, jornalero de la minería, trabajador social sin título, dirigente estudiantil y militante barrial. Su experiencia en diversas organizaciones lo convierte en alguien que, como él mismo dice, «conoce el territorio» y comparte la azarosa vida laboral de muchos de sus vecinos que se enfrentan a la incertidumbre dispuestos a trabajar en lo que sea.

Un primer factor de su éxito radica precisamente que supo imponer su arraigo territorial frente “turismo electoral” de la candidata Karla Rubilar. Ese arraigo es resultado de una carrera política vinculada con el trabajo en la comunidad. Durante años ha participado en diversas instancias, desde colectivos de izquierda como Vinculación y el Partido Igualdad, a ONGs y fundaciones (como Rayito de Luz y Centro Abierto Origen), el movimiento Recuperemos Puente Alto y, por supuesto, la Coordinadora Social Shishigang.


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“Hay una izquierda que no tiene pueblo, que no tiene espalda”


Una segunda característica que puede explicar su triunfo es su capacidad de dialogar con distintas generaciones, aspecto que puede haberse facilitado por dos decisiones: mantenerse independiente de la política partidaria y declararse de izquierda, pero sin sobreideologización.

A pesar de su apoyo al actual gobierno, Toledo ha expresado críticas profundas particularmente en relación con la distancia que el gobierno ha mantenido con los sectores populares y movimientos sociales. Toledo critica su incapacidad para mirar de frente al pueblo y generar mayor simetría.

También se ha mostrado crítico del «izquierdómetro» de los colectivos y partidos más a la izquierda del PC y el FA, pues muchas veces derivan en discursos, consignas y estéticas que no hacen sentido a gran parte de la población, y muestran incapacidad de pasar de la protesta a la propuesta, de la impugnación a la gestión. Aquí destaca la idea de Toledo de “militar la contradicción”, concepto que busca hacerse cargo de la diversidad social e ideológica de los sectores populares actuales, evitando tanto su idealización como su demonización, a partir de una especie de “mirada antropológica” que los aborda desde adentro y de manera contemporánea.

Esta mirada parece haber sido exitosa para identificar y convocar a un “nuevo pueblo” que puede ser un asalariado precario, o tener un pequeño emprendimiento y a la vez querer zapatillas Nike, vacaciones decentes o un smartphone. Ese pueblo puede estar bancarizado y gracias a la inversión pública y el ahorro familiar, puede haber logrado que sus hijos e hijas tengan mayor educación formal que los padres. Es probable también que, a pesar sus carreras universitarias o técnicas, esa generación mejor formada no haya conseguido la ansiada estabilidad laboral.

La música urbana, a la que Toledo se ha acercado por su vínculo con la Coordinadora Social Shishigang, le sirve para explorar en esas aguas, esas diversidades y contradicciones, ese pueblo compuesto de sujetos que no son “puros”. Justamente a todo este horizonte de experiencias fue sensible su candidatura, marcando con ello una distancia con una izquierda más tradicional que suele tratar a estas personas como alienadas o adversarias políticas, a la que hay que concientizar. Para Toledo esas diversidades son fruto de cambios sociales más profundos de los cuáles hay que hacerse cargo.

A estos elementos se suma un nuevo tipo de popularidad mediática, vinculada con su rol como fundador de la Coordinadora Social Shishigang. Aunque, como ha señalado en múltiples ocasiones, su campaña enfrentó un “cerco” por parte de los medios tradicionales, él y su equipo supieron aprovechar el poder amplificador de las tecnologías digitales, especialmente las redes sociales, y con ellas un contacto más directo con figuras conocidas entre las juventudes.  Así, mientras el trabajo con las juntas de vecinos le permitía a Toledo dialogar con los adultos y especialmente con las mujeres, el acertado manejo de las redes sociales lo vinculó con los jóvenes de la comuna. Finalmente, en los eventos públicos como bingos, actividades infantiles, recitales y presentaciones artísticas, lograba unir a todos los vecinos.

Aquí parece haber una lección importante: acercarse a las “masas” desde la música urbana primero y luego expandiéndose hacia humoristas, actores, actrices y otras figuras públicas. Esta estrategia cultural generó alianzas improbables para otros movimientos de izquierda, creando simpatía y un cierto entusiasmo —hype—, entre influencers, artistas y ciudadanos comunes que viralizaban “orgánicamente” los contenidos de la Coordinadora. Por cierto, esto tiene como base esa sensibilidad post-estallido que generó expresiones, a veces fugaces, pero que valoraron el ethos popular, comprometido y también cool de los Shishi.

Finalmente, durante la campaña, a los elementos ya descritos se sumaron estrategias más contingentes que le permitieron conectar con los problemas urgentes de lo vecinos, como denunciar la corrupción de las administraciones anteriores y poner en la agenda la falta de carabineros.

LOS DESAFÍOS

Hoy el alcalde Toledo enfrenta al menos tres desafíos para mantener a ese electorado.

En primer lugar, debe traducir en una gestión eficiente y seria su capacidad para conectar con las demandas y la sensibilidad popular. Aunque no es un novato en la administración municipal, ganar una elección es una cosa y gobernar es otra incluso más compleja. Es bastante probable, por ejemplo, que cada una de sus decisiones sea escrutada por una derecha que quiere recuperar ese municipio y que durante la campaña lo espoloneó con su «falta de experiencia», asunto que ha agobiado al gobierno de Boric en diversos momentos.

Alguien que desde el progresismo ha logrado sortear este problema es Tomás Vodanovic en Maipú, quien es percibido como alguien que realiza un trabajo serio y honesto. No obstante, pensar que todo depende de la experiencia, la disciplina, el carisma o la honestidad, puede ser una trampa. En los sectores populares muchas demandas están vinculadas con dificultades estructurales (como la crisis de los precios de la vivienda o la expansión del crimen) que exceden las capacidades de los municipios. Toledo puede descubrir que está en una posición con menos poder y recursos de los que espera el electorado que lo impulsó con fuerza al municipio.

Por otro lado, se presenta el desafío de evitar la “bolsa de gatos”. Es decir, lograr sostener las alianzas que lo pusieron allí, evitar la fragmentación y generar y mantener equipos, considerando que buena parte del apoyo militante de Toledo proviene de ciudadanos de a pie, movimientos sociales y colectivos.

Aunque esto no sería un problema per se, se ha visto cómo en este tipo de asociaciones —recurrente en las izquierdas más radicales, autonomistas o de convergencias recientes— han tenido dificultades para articular intereses, demandas, ritmos de trabajo, interpretaciones e ideologías diversas. Toledo deberá coordinar a personas que tienen su izquierdómetro modo on con funcionarios y vecinos menos ideologizados que aspiran a soluciones concretas. Para ello probablemente será necesarios consolidar confianzas aún frágiles y establecer mecanismos sólidos para la toma de decisiones colectivas.

Un último desafío es cómo ampliar las alianzas políticas sin que eso entre en tensión con su sello de independencia. Para gobernar Toledo necesitará extender los vínculos con sectores políticos y gubernamentales a fin de obtener mayor apoyo económico y mejorar la capacidad de gestión. Sin embargo, esta búsqueda —como lo evidencian las reacciones en las redes sociales ante las fotos publicadas por Toledo junto a líderes del oficialismo— podría erosionar su imagen de independiente.

La tensión entre mantenerse fiel a su postura como representante de la clase trabajadora 2.0 y ser pragmático para poder gobernar, exigirá una estrategia cuidadosa que evite que sus electores lo vean como “otra persona más” que se volvió “político”.

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