Chile no es una potencia alimentaria sino más bien un país especializado en la exportación de frutas y por lo tanto vulnerable a crisis de precios, transporte y energía como las que se viven actualmente. La columna plantea que es fundamental hacer cambios profundos al sistema alimentario nacional. Para ello es esencial hacernos cargo de lo que hemos hecho bien: exportar y mejorar parcialmente las precarias condiciones de los trabajadores del campo. Pero también de las vulnerabilidades: contamos con un sistema alimentario dependiente de la importación de una diversidad de productos, caro para los consumidores, conveniente para los productores y poco amigable con el medio ambiente.