El consumo de alcohol aumentó durante la pandemia. ¿Es preocupante? Para los que buscan tapar angustias, sí. Mientras más síntomas depresivos presente una persona, más probable es que tenga menos control sobre su consumo, sugieren la autora y los autores.
La pandemia ha impactado nuestra salud mental. El temor a enfermarse, las limitaciones a la libertad y al contacto con seres queridos, sumado a los problemas financieros, han afectado a la gran mayoría. Diferentes estudios han reportado consecuencias negativas para la salud mental producto de la pandemia, entre ellos una encuesta realizada a 1.047 personas de distintas latitudes (Asia occidental, África del Norte, Europa, Américas) indicó que ésta ha tenido efectos sobre el estado de ánimo y las emociones, perjudicando el bienestar mental de las personas y provocando un aumento de síntomas depresivos y ansiosos (Ammar et al., 2020).
Al mismo tiempo, la literatura ha señalado que este efecto es más pronunciado en aquellas personas más vulnerables: los que se encuentran más solos; quienes cuentan con menos apoyo; tienen más dificultades económicas o que previamente presentaban problemas de salud mental. En Chile, un estudio realizado durante la pandemia por la investigadora del MIDAP Paula Dagnino, que encuestó a 3919 adultos/as chilenos/as, reportó una alta frecuencia de ansiedad y preocupaciones económicas, en especial en mujeres, personas jóvenes, trabajadores/as independientes y en personas que habían interrumpido su tratamiento psicológico (Dagnino et al., 2020). Así, la pandemia ha impuesto un desafío adicional a nuestra capacidad para lidiar con las dificultades y regular nuestras emociones.
Ante este desafío, se hizo común escuchar cómo las personas intentaban lidiar de la mejor forma posible con los largos tiempos de cuarentena, el aislamiento social y las preocupaciones. La población mundial fue testigo de la popularización de videos en lo que se observaba cómo las personas salían a cantar o tocar instrumentos en sus balcones; los panoramas se limitaron a las juntas por zoom o la posibilidad de pasear a las mascotas o sacar la basura; y muchas personas exploraron nuevas actividades como la cocina o la jardinería. Sin embargo, también se hizo evidente que no todas las personas podían acceder a éstas posibilidades; y que otras no podían activar sus recursos psicológicos en pro de encontrar estrategias para manejar las emociones asociadas a esta situación. Para algunas personas el alcohol y otras drogas podrían aparecer como alternativas disponibles, rápidas y casi mágicas para aliviar la angustia y olvidar, aunque sea por un momento, los problemas y ansiedades. Por ejemplo, las asociadas a la pandemia y las cuarentenas.
CUARENTENTAS Y DISTANCIAMIENTO: ¿SOMOS LOS CHILENOS BEBEDORES SOCIALES?
Los chilenos y chilenas tendemos a consumir bastante alcohol en las distintas instancias en las que nos relacionamos. De hecho, Chile aparece entre los países con menores índices de abstinencia de Sudamérica (acompañado de Argentina y Uruguay) según el reporte global de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Contamos además con una alta tasa comparativa de consumo excesivo episódico en adolescentes, indicador que es un espejo del consumo general de la población (Organización Panamericana de la Salud, 2019).
Estudios locales indican que por lo menos un 77,7% de los chilenos y chilenas ha consumido alcohol una vez en su vida, mientras que un 43,3% lo ha hecho durante el último mes y, preocupantemente, un 9,3% de la población presentaría un consumo de riesgo, entendido como un patrón de consumo de alcohol que expone a la persona a consecuencias adversas para la salud si es que persistiese (SENDA, 2019). En términos concretos, esto significa tomar entre dos y cuatro vasos de cerveza diarios o su equivalente en alcohol para otras bebidas (Organización Panamericana de la Salud, 2019). No es sorpresa, entonces, que el Ministerio de Salud haya definido esto como un problema de salud pública (MINSAL, 2019). De hecho, según los resultados de la segunda encuesta sobre los efectos del COVID-19 en el consumo de alcohol y otras drogas en Chile, realizada por SENDA durante abril y mayo pasado (SENDA, 2021), si bien un 33.9% de las personas reportaron consumir la misma cantidad de alcohol que antes de la pandemia y un 36,1% dijo haber consumido menos alcohol, contamos con un 22.2% que aumentó su consumo.
Tanto las comparativas internacionales como las cifras locales llaman a prestarle atención al tema, sobre todo si se considera que el consumo excesivo de alcohol trae consecuencias importantes para la salud física y emocional, al mismo tiempo que se relaciona con una importante tasa de muertes atribuibles a esta sustancia. Dentro de las principales consecuencias, es posible observar problemas digestivos, úlceras, inflamación del páncreas, enfermedades cardiovasculares y relacionadas con el hígado (Organización Panamericana de la Salud, 2019). Asimismo, este consumo puede derivar en consecuencias negativas sobre la economía personal, las relaciones familiares, problemas laborales, accidentes, ansiedad y depresión.
“En Chile, poco más del 9% de la población presenta un consumo de riesgo, es decir toma entre dos y cuatro vasos de cerveza diarios (o su equivalente)”
Pero los datos muestran que, pese a conocer estas consecuencias negativas, tendemos a excedernos en nuestro consumo de alcohol. Si consideramos, además, que más de la mitad de quienes respondieron la última encuesta del SENDA (2021) bebieron lo mismo o más mientras estaban en aislamiento, pueden identificarse al menos dos preguntas importantes de responder: ¿Cuál es la función que las personas atribuimos a nuestro uso de alcohol, más allá de los momentos de celebración, encuentro y socialización? Y si no somos solo bebedores sociales, ¿qué es lo que motivó a las personas a tomar durante la pandemia?
BEBER PARA DEJAR DE SENTIRSE MAL
Hoy sabemos que el consumo de alcohol cumple otras funciones más allá de lo social. Ya desde los años ‘70 el psiquiatra y profesor de la Universidad de Harvard, Robert Khantzian, observó en su trabajo clínico que las personas consumían alcohol y drogas no solo para buscar placer, euforia o autodestrucción, sino que también para aliviarse. A esto se le llamó, “automedicación”, dado que se usaban las sustancias como un analgésico para la angustia, depresión, frustración, culpa o cualquier forma de sufrimiento emocional. De hecho, tanto el alcohol como otros depresores del sistema nervioso central como las benzodiazepinas, compartían la característica de crear una ilusión de alivio dado que disminuían sólo temporalmente los sentimientos de aislamiento y vacío que se asocian a la depresión (Khantzian, 1997) y otros problemas de salud mental.
Si bien estas observaciones son antiguas, no dejan de ser vigentes cuando prestamos atención al detalle de ese 22% que usó más alcohol durante la pandemia. De sus explicaciones por beber más, un 58.6% fue motivado por ansiedad, estrés, o depresión que genera el COVID-19, mientras que un 29.7% reportó que fue por tener más tiempo o por aburrimiento (SENDA, 2021). La mayoría de quienes reportaron aumentar su consumo durante la pandemia indicó hacerlo, entonces, para lidiar con sus circunstancias.
Pero no todos somos igualmente afectados por las adversidades ni las enfrentamos con las mismas estrategias. ¿Qué sucedió con aquellos que presentaron síntomas clínicamente significativos? y ¿cómo se relacionaron esas personas con el alcohol durante la pandemia?
USO DE ALCOHOL Y SINTOMATOLOGÍA DEPRESIVA: NUESTRO ESTUDIO
Si bien los estudios mencionados indicaban que las personas tienden a usar el alcohol para lidiar con temas emocionales y sus situaciones, realizamos una encuesta para ir más allá y entender si las personas que vieron más afectada su salud mental durante la pandemia tuvieron más problemas con su consumo de alcohol; y si esto se daba porque lo utilizaban como una forma de “automedicación”. Específicamente nos preguntamos si las personas más deprimidas presentaban una tendencia mayor a intentar calmar sus emociones con el alcohol; y si esto se asociaba a consumir y embriagarse más durante la pandemia.
“33.9% de las personas reportaron consumir la misma cantidad de alcohol que antes de la pandemia, 36,1% dijo haber consumido menos alcohol y 22.2% aumentó su consumo”
Datos de la segunda encuesta sobre los efectos del COVID-19 en el consumo de alcohol y otras drogas en Chile.
Para responder a estas preguntas, solicitamos a 671 personas[1] (439 mujeres y 230 hombres) que contestaran una encuesta online en la que les consultamos por sus síntomas depresivos, uso de alcohol para calmar sus emociones, si aumentaron la cantidad de alcohol que consumían, y si se emborracharon con mayor frecuencia. Los resultados arrrojaron lo siguiente: un tercio de los participantes presentó sintomatología depresiva que requiere de atención clínica; un tercio también presentó un consumo problemático de alcohol según el cuestionario; mientras que la mayoría (84%) reconoció haberse emborrachado durante los últimos 30 días. De estas personas, un 18% reconoció aumentar la cantidad de alcohol que consumía y un 6% declaró haberse emborrachado más de lo habitual.
Respondiendo nuestra pregunta, observamos que mientras más síntomas depresivos presentaba una persona, más probable es que tuviera menos control sobre su consumo de alcohol, y que esta relación se explicaba porque las personas con más síntomas depresivos tenían también una mayor probabilidad de beber alcohol para calmar emociones como nerviosismo, tristeza o enojo. Nos dimos cuenta con esto que los problemas con el alcohol afectan más a quienes lo están pasando peor y, más complejo aún, que su consumo puede aumentar sus problemas y aportar a un círculo vicioso que dificulta aún más la salida de las condiciones que generaron el malestar.
¿QUÉ DICE LA EVIDENCIA INTERNACIONAL SOBRE ESTE TEMA?
Al igual que en Chile, estudios internacionales han mostrado cambios en el consumo peligroso y nocivo de alcohol durante la pandemia de COVID-19, especialmente entre las personas con mayores índices de ansiedad, depresión y menor bienestar mental (Ahmed et al. 2020). Se ha visto, por ejemplo, un aumento de alrededor de un 11% a un 35% del consumo de alcohol en diferentes latitudes (Ahmed et al. 2020; Chodkiewicz et al. 2020; Koopmann et al. 2020; Oksanen et al. 2020), lo que es consistente con lo que nos mostró la encuesta del SENDA (2021).
“Un meta-análisis de 11 investigaciones encontró que las personas con mejor capacidad para percibir e interpretar sus propias emociones y las de otros, además de mejor tendencia a expresarlas y regularlas, presentaban menos problemas con el consumo de alcohol”
Parece que además de consumir alcohol para socializar, lo hacemos también para lidiar con los dolores de la vida cotidiana, transformando el alcohol en un medio para adquirir de forma más o menos inmediata un alivio o calma. Apoyando esta idea, un meta-análisis (un tipo de estudio que sintetiza estadísticamente otros estudios previos) de 11 investigaciones con un total de 2.271 participantes, encontró que aquellas personas con una mejor capacidad para percibir e interpretar sus propias emociones y las de otros, además de una mejor tendencia a expresarlas y regularlas, presentaban a su vez, menos problemas con el consumo de alcohol (Peterson, et al., 2011).
Coherentemente, un estudio reciente sugirió que personas que no podían utilizar una estrategia positiva para afrontar la cuarentena y que tenían más dificultades para enfrentarse a las actividades cotidianas, además de tener un estado de ánimo bajo y otros síntomas de depresión, eran más vulnerables a desarrollar el abuso del alcohol (Chodkiewicz et al., 2020). Complementariamente, otro estudio encontró una relación entre el consumo de alcohol durante la pandemia, altos niveles de ansiedad y la presencia de rabia, hostilidad, agresión física y verbal (Florek et al., 2021). Al parecer las personas usamos también el alcohol para calmar nuestros dolores en el corto plazo y perdemos de vista que esto puede volverse problemático en el largo plazo, empeorando incluso las emociones que intentamos calmar en un inicio.
“Las aproximaciones terapéuticas no pueden tender solo a la reducción o suspensión del alcohol, sino a ayudar a las personas a darse cuenta, poder nominar y regular sus emociones”
Si bien el caso de Chile no es excepcional respecto a las cifras de aumento de consumo peligroso de alcohol observadas a nivel internacional durante la pandemia, es necesario recordar que bajo circunstancias “normales”, tenemos una línea de base de mayor consumo de alcohol en población general dentro de la región, al mismo tiempo que sabemos que un 64% de los adolescentes declara embriagarse cuando consume alcohol (SENDA, 2010).
Lo anterior, sumado a las conclusiones de nuestro estudio, nos permite plantear que en nuestro país resulta relevante considerar para el abordaje del consumo de alcohol (prevención e intervención) los factores estresores que están presentes en la vida de las personas, ya que los cambios en el estilo de vida afectan el grado de malestar psicológico que podemos sentir y no siempre en la dirección esperada. Por ejemplo, un estudio realizado en alrededor de 2000 adultos en Israel, encontró que cambios negativos en el estilo de vida, relacionados a uso de alcohol y tabaco, hábitos de sueño, alimentación y actividad física se relacionaban con mayor malestar psicológico en especial en aquellas personas que reportaban alto estrés asociado al COVID-19. Pero incluso cambios positivos también podían tener un efecto negativo sobre el grado de malestar, lo que hace a los autores del estudio reconsiderar cambios de estilo de vida en circunstancias tan desestructurantes como las ocurridas durante la pandemia (Alon-Tirosh et al., 2021).
Además de lo anterior, es indispensable incluir en este abordaje el reconocimiento y comunicación de nuestras emociones y malestares. Hablar de problemas con el alcohol también debería incluir hablar de nuestras situaciones vitales y las emociones que nos generan. Por lo tanto, las aproximaciones terapéuticas no pueden ser solo tendientes a la reducción o suspensión del alcohol, sino a ayudar a las personas a darse cuenta, poder nominar y regular sus emociones con estrategias que, más allá de resultar rápidas, no deriven en consecuencias negativas a mediano y largo plazo. Quizás aprender, como sociedad, a hablar de nuestras emociones y a lidiar con ellas podría ayudarnos también a prevenir problemas de este tipo.
Por lo mismo, no todo consumo de alcohol puede entenderse de forma inmediata como un problema y todo lo anterior, no puede realizarse si no ayudamos a las personas a comprender la relación con su “nicho ecológico”, es decir, su ambiente social e interpersonal, los factores estresantes y redes de apoyo con las que cuentan, de tal manera que pueda modificarse esa relación, activar redes, mejorar estrategias de afrontamiento de los problemas y construir maneras sanas de regular su vida emocional.
NOTAS Y REFERENCIAS
[1] De las cuales un 80% llevaba al menos 3 meses de confinamiento.
Ahmed, M. Z., Ahmed, O., Aibao, Z., Hanbin, S., Siyu, L., & Ahmad, A. (2020). Epidemic of COVID-19 in China and associated Psychological Problems. Asian J Psychiatr, 51, 102092. https://doi.org/10.1016/j.ajp.2020.102092
Ammar A., Mueller P., Trabelsi K., Chtourou H., Boukhris O., Masmoudi L., Bouaziz B., Brach M., Schmicker M., Bentlage E., How D., Ahmed M., Aloui A., Hammouda O., Paineiras-Domingos LL., Braakman-Jansen A., Wrede C., Bastoni S., Pernambuco CS… Hoekelmann A (2020). ECLB-COVID19 Consortium. Psychological consequences of COVID-19 home confinement: The ECLB-COVID19 multicenter study. PLoS One. 5;15(11):e0240204. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0240204
Alon-Tirosh, M., Hadar-Shoval, D., Asraf, K., Tannous-Haddad, L., & Tzischinsky, O. (2021). The Association between Lifestyle Changes and Psychological Distress during COVID-19 Lockdown: The Moderating Role of COVID-Related Stressors. International Journal of Environmental Research and Public Health, 18(18), 9695. https://doi.org/10.3390/ijerph18189695
Chodkiewicz, J., Talarowska, M., Miniszewska, J., Nawrocka, N., & Bilinski, P. (2020). Alcohol Consumption Reported during the COVID-19 Pandemic: The Initial Stage. Int J Environ Res Public Health, 17(13). https://doi.org/10.3390/ijerph17134677
Dagnino, P., Anguita, V., Escobar, K., & Cifuentes, S. (2020). Psychological Effects of Social Isolation Due to Quarantine in Chile: An Exploratory Study. Front Psychiatry, 11, 591142. https://doi.org/10.3389/fpsyt.2020.59114
Informe sobre la situación mundial del alcohol y la salud 2018. Resumen. Washington, D.C.: Organización Panamericana de la Salud; 2019. (OPS/NMH/19-012). Licencia: CC BY-NC-SA 3.0 IGO.
Khantzian EJ (1997) The self-medication hypothesis of substance use disorders: a reconsideration and recent applications. Harv Rev Psychiatry 4: 231-44 http://dx.doi.org/10.3109/10673229709030550.
Koopmann, A., Georgiadou, E., Kiefer, F., & Hillemacher, T. (2020). Did the General Population in Germany Drink More Alcohol during the COVID-19 Pandemic Lockdown? Alcohol Alcohol, 55(6), 698-699. https://doi.org/10.1093/alcalc/agaa058
Oksanen, A., Savolainen, I., Savela, N., & Oksa, R. (2020). Psychological Stressors Predicting Increased Drinking During the COVID-19 Crisis: A Longitudinal National Survey Study of Workers in Finland. Alcohol Alcohol. https://doi.org/10.1093/alcalc/agaa124
Peterson, K., Malouff, J., & Thorsteinsson, E. B. (2011). A Meta-Analytic Investigation of Emotional Intelligence and Alcohol Involvement. Substance Use & Misuse, 46(14), 1726–1733. doi:10.3109/10826084.2011.618962
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Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol. SENDA. (2019). Décimo Tercer Estudio Nacional de Drogas en Población General, 2018. Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol. https://www.senda.gob.cl/wp-content/uploads/2020/02/ENPEG-2018.pdf
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