Ilustración: Leo Camus

Por qué las mujeres en Chile ya no quieren tener hijos

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Para las nuevas generaciones el costo de tener hijos ha subido demasiado. La columna aborda los motivos de ellas: sus temores, cálculos y aspiraciones que hacen que el porcentaje que tiene su primer hijo después de los 30, se haya cuadruplicado en 40 años. En una próxima entrega, la investigadora examinará las razones de ellos.


En Chile nacen cada vez menos niños, menos mujeres quieren ser madres y las que quieren, lo hacen a edades más avanzadas. El gráfico a continuación es elocuente del cambio que estamos viviendo: el número de hijos promedio por mujer en edad fértil ha descendido a 1.3 y se encuentra muy por debajo de la tasa de reemplazo de la población (2.1).


Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas (2018) Informe Anual de Estadísticas Vitales 2016.

También ha aumentado el número de mujeres que termina su vida fértil sin hijos (35% más en las últimas dos décadas, según un estudio del INE) y las que no quieren ser madres: 45% de mujeres entre 15 y 29 años marcaron la opción de no querer tener hijos en la última encuesta del INJUV (2022) sobre el tema.

Junto con lo anterior, las mujeres que sí se convierten en madres lo hacen a edades cada vez más avanzadas. Estudios recientes muestran que el porcentaje de mujeres que tiene el primer hijo después de los 30 años prácticamente se ha cuadriplicado en las últimas cuatro décadas, aumentando de un 6,5% en 1980 a 23,6% en 2018 (Yopo Díaz, 2023; Yopo Díaz y Abufhele, 2024).

¿Cómo entender estas transformaciones?

En general, en la discusión pública se plantean tres explicaciones desde la perspectiva de las mujeres. La primera tiene que ver con la mayor prevalencia y legitimidad del uso de anticonceptivos. Desde su introducción en la década de 1960 como parte de políticas públicas de planificación familiar, ha habido un incremento sostenido en el uso de anticonceptivos que ha ido de la mano con una mayor legitimidad de la prevención del embarazo y accesibilidad de métodos para controlar la natalidad. En los últimos años, y pese a persistentes obstáculos en su implementación, la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales, entre otras medidas, también ha contribuido a que las mujeres tengan una mayor autonomía reproductiva y pueden decidir sobre el embarazo y la maternidad.

Una segunda explicación tiene que ver con que hoy las mujeres tienes mayores tasas de participación en la educación superior y el mercado laboral que décadas atrás. Estos cambios van de la mano con una flexibilización de los mandatos culturales en torno al género que prescribían que el ser mujer era ser madre y con una pluralización de las aspiraciones biográficas de las generaciones más jóvenes. Hoy los principales proyectos de vida de muchas mujeres no tienen que ver con casarse, tener hijos y formar una familia, sino más bien con estudiar, trabajar, consolidarse económicamente y disfrutar del ocio y el consumo. Aquí las persistentes demandas de los movimientos feministas en torno a la equidad de género y la desnaturalización de los roles “tradicionales” de las mujeres han cumplido un rol importante, haciendo que la maternidad no sea ya un destino obligatorio sino más bien un proyecto posible entre otros.

Un tercer argumento es la penalización que las mujeres experimentan en el mercado laboral. Muchas veces el tener hijos implica no sólo salir del mercado laboral o reducir la jornada de trabajo para cumplir con las responsabilidades de cuidado, sino también una importante disminución de las oportunidades de movilidad y ascenso laboral. Además, esta penalización afecta con fuerza la seguridad y autonomía económica de las mujeres, que no solamente arriesgan una baja de sus ingresos sino también una disminución importante en sus fondos de pensiones.


“Hay una línea de crianza nueva que es súper incompatible con el trabajo de 8 a 8 que tiene la mayoría de las mujeres en Chile”


Mis investigaciones sobre la maternidad y las transformaciones de la reproducción de la sociedad chilena [1] muestran que estas explicaciones son importantes pero no suficientes para entender por qué en Chile cada vez están naciendo menos niños y hay menos mujeres que deciden ser madres. Lejos de ser sólo una decisión individual, la maternidad depende de las condiciones sociales que la hacen posible. La aspiración e intención de tener hijos debe ser interpretada en el marco de las posibilidades que la sociedad les ofrece tanto a hombres como mujeres para gestar, parir y criar en condiciones sanas, seguras y dignas. Y en Chile, menos del 30% de las mujeres considera que la sociedad las apoya para tener hijos (Pontificia Universidad Católica, 2009).

Luego de trabajar más de 10 años realizando entrevistas a mujeres de distintos grupos sociales; edades, niveles educacionales, ocupaciones, en distintas regiones del país, considero que normas emergentes en torno al ser mujer y ser madre, las persistentes desigualdades de género en el ámbito reproductivo, la precarización de la seguridad social y la consolidación de imaginarios distópicos sobre el futuro son claves para entender la crisis de la reproducción en la sociedad chilena. Además, y contrario a lo que se ha planteado, mis investigaciones sugieren que las transformaciones de la reproducción no son exclusivas de grupos con mayores niveles de educación e ingresos. Hay también cada vez más mujeres en sectores populares que se están replanteando la maternidad como proyecto de vida.

ES IMPOSIBLE HACERLO TODO

Olivia es una mujer de clase media de 29 años, casada y sin hijos. Es química farmacéutica y trabaja en un estudio de abogados. Olivia no está segura de tener hijos y cuando piensa en la maternidad siente que es muy difícil conciliar el ser madre con todos los demás roles que hoy deben cumplir las mujeres:

“Como que las mujeres tenemos que hacer todo, o hacer de todo, o hacer valer el tiempo para todos. O sea, preocuparte de ti, de tu pareja, de tus hijos, de tus amigos, de tu familia, de tus papás, preocuparte de tu casa, de ser bonita. Como mil funciones que, pucha, de verdad es imposible, yo siento. Siempre vas a tener que dejar uno atrás”.


“Es difícil ser mamá en la sociedad donde vivimos. No están las condiciones”


“Yo lo veo en mi pega. Tanto gente administrativa como gente profesional que se va a las siete de la tarde, y, claro, quizás no tiene atados de plata que los pongan nerviosos, pero ¿a qué hora ven a los hijos?, y ¿a qué hora hacen las tareas?, y ¿a qué hora van a ir al supermercado? Al final no te da tampoco”.

Es común escuchar que hoy ser mujer es difícil. La flexibilización de los mandatos culturales de género y la pluralización de las aspiraciones biográficas han ido acompañados por nuevas exigencias y demandas. Si antes se esperaba que las mujeres fueran esposas, madres y dueñas de casa, hoy a esas expectativas se suman el tener educación superior, participar activamente del mercado laboral, tener autonomía económica y contribuir a mantener sus hogares. Reconciliar la maternidad con una multiplicidad de otros roles es muy desafiante y muchas mujeres sienten que es imposible serlo y hacerlo todo. Estas nuevas exigencias no sólo aumentan la carga de trabajo, lo que suele denominarse la doble o triple jornada, sino que también contribuyen a una falta generalizada de tiempo en la vida cotidiana que deriva en una importante sensación de agobio, estrés y malestar.

EL AGOBIO DE LA SÚPER MAMÁ

Si hoy es difícil ser mujer, también lo es ser madre. A pesar de que un mayor acceso al consumo y la tecnología han facilitado algunos aspectos de la crianza, existe una percepción generalizada de que hoy el tener y criar hijos es más demandante y exigente que antes. Las mujeres que son madres y tienen hijos viven con frecuencia agobiadas por la falta de tiempo, las dificultades para compatibilizar la vida laboral y familiar y la persistente feminización del cuidado. Además, hoy el ser una madre, y una buena madre, requiere invertir una cantidad sin precedentes de tiempo, energía y dinero en la crianza de los hijos. Aquello que se ha denominado maternidad intensiva (Hays, 1996), parece haber calado profundo en nuestra sociedad.

Amalia es una mujer de clase media de 40 años, está casada y tiene dos hijos. Es abogada y trabaja en una institución pública. Amalia siente que hoy son más las exigencias para ser una buena madre y que en el día a día es necesario dedicar mucho tiempo y energía a la crianza de los hijos:

“Antes las mujeres salían, trabajaban, y listo, los cabros veían tele, y las mujeres sin culpa. Y ahora hay como un nuevo modelo que supone otra forma de criar hijos. (…). Claro, crianza con apego. Entonces los niños no ven tele, tienes que jugar con ellos. Eso supone también amamantamiento por largos periodos. (…). Hay una expectativa súper alta. Esto lo estoy pensando solamente para mujeres como de clase media alta que tienen acceso a cierto tipo de información. Pero ahora las promueve el gobierno también en algunas políticas. Si tú lo ves, esto del Chile Crece Contigo y todo, va mucho en esa línea. De apoyar la lactancia por harto tiempo, que lleves a los niños cargados. Te regalan el cangurito, con el niño cargado, para que no los lleves en el coche porque les hace mejor andar cargados. Entonces hay efectivamente una línea de crianza nueva, que es súper incompatible con el trabajo de 8 a 8 que tiene la mayoría de las mujeres en Chile”

“A propósito de esto, se exige que yo me haga cargo de la vida social de mi hija, que llame a las otras madres, que me junte con las otras madres para que mi hija tenga amigas. O sea, es una locura. Y yo no lo he hecho porque siento que eso es algo que tiene que hacer cada una, pero me he dado cuenta de que mi hija ha sido súper castigada por eso”.

Estas mayores exigencias en torno a la maternidad repercuten también en las aspiraciones y prácticas reproductivas de las mujeres que quieren ser madres y no tienen hijos. Ellas viven a menudo conflictuadas por las dificultades para cumplir con expectativas como tener una pareja, un lugar seguro donde vivir, un empleo estable y autonomía económica.

Adela es una mujer de clase media de 34 años que vive con su pareja. Es abogada y tiene un trabajo que le gusta mucho pero que es muy exigente e implica una jornada laboral larga. Adela no tiene hijos y no sabe si va a ser mamá. Ella siente que hoy la maternidad es muy difícil y por eso ha postergado la decisión:


“Yo creo que las mujeres de ahora sí estamos conscientes, pero porque vimos sacarse la mierda a nuestras mamás y no queremos pasarlo tan mal”


“He visto a mis amigas, a mi familia , y creo que si todas estamos retrasando la edad para asumir la maternidad, no es sólo por una cuestión personal así como ‘oh, no, yo quiero ser más madura para ser mamá’. Es difícil ser mamá en la sociedad donde vivimos, no están las condiciones económicas, la falta de seguridad social, lo que hablábamos del tema de salud, de educación. No están las condiciones. Y es por eso, yo creo, que mucha gente está retrasando la maternidad, porque tiene que estar muy sobre seguro en la pega, en las lucas que gana, en el lugar donde vive, y todo, para tomar esa decisión. Simplemente yo creo que las mujeres de ahora estamos más conscientes de esa dificultad, quizás nuestras mamás no estaban tan conscientes. Yo creo que las mujeres de ahora sí estamos conscientes, pero porque vimos sacarse la mierda a nuestras mamás, y no queremos pasarlo tan mal. Por eso obramos más sobre seguro”.

NO ESTOY DISPUESTA A CRIAR SOLA

Las mujeres que hoy tienen hijos deben enfrentar un escenario en el que la maternidad se ha vuelto más exigente pero donde no ha habido una redistribución de las cargas y responsabilidades asociadas al cuidado y la crianza. Por ejemplo, cifras muestran que las mujeres dedican aproximadamente el doble de horas al día a tareas de trabajo no remunerado, independiente de su vínculo con el mercado laboral (INE 2016). Pese a indicios de un mayor involucramiento de los padres en el trabajo reproductivo, la configuración simbólica de la familia chilena a partir de las figuras de la madre sacrificada y el padre ausente (Montecino, 1996) persisten en el tiempo y las desigualdades de género en torno a la parentalidad siguen siendo categóricas. Hasta hace poco, existía más de un 80% de incumplimiento en el pago de pensiones de alimentos (Vargas y Pérez 2021) y, por distintas razones, sólo el 0,23% de los padres trabajadores hacía uso del permiso postnatal (Benvin y Olmedo 2020).


“No están ni las condiciones laborales ni políticas para que la mujer cumpla este rol en igualdad”


En un contexto de crecientes aspiraciones de equidad y menor tolerancia a las asimetrías de género en el ámbito de la pareja, hay mujeres que no están dispuestas a asumir la maternidad en condiciones que consideran injustas y bajo las cuales tienen que asumir la mayoría de las cargas y costos asociados al tener hijos.

Violeta es una mujer de clase media de 38 años casada y sin hijos. Es trabajadora social y trabaja en una empresa estatal. Violeta no quiere ser mamá porque siente que en el país no están las condiciones para que las mujeres cumplan ese rol en igualdad de condiciones:

“Todavía no hay conciencia sobre la corresponsabilidad del cuidado de los cabros chicos. No están ni las condiciones laborales ni políticas para que la mujer cumpla este rol en igualdad, porque, si bien es cierto, las mujeres trabajan, tienen la doble jornada, y llegan igual a hacer [las cosas de la casa]. Y la idea de la corresponsabilidad es que el hombre te ayuda y la cuestión, y no es que te ayude, el hombre tiene que hacerlas. ‘Aquí nos dividimos, y esto es tuyo. A mí nadie me ayuda, esa es parte de tu pega, porque los dos trajimos el cabro chico al [mundo]”.

Soledad es una mujer de clase alta de 37 años casada y con dos hijos. Es periodista y trabaja en una empresa privada de televisión. Si bien Soledad reconoce que su esposo contribuye con las tareas domésticas y de crianza – haciendo el desayuno, sacando a pasear a los perros, bañando a los niños – ella es la que se lleva el peso de la responsabilidad del cuidado:


“Es súper caro criar un hijo en Chile. En mi trabajo cubren la sala cuna hasta el año, pero después tienes que pagar sola. El jardín infantil vale lo mismo que la universidad. Son carísimos”


“Yo estaba encerrada en una reunión haciendo un grupo de trabajo y no podía salir. Le escribí a mi marido, pues sabía que él iba a jugar paddle más temprano, pero se desconectó, no pescó. Y claro, él “me voy a jugar paddle”, y se olvida. En cambio yo, “oye, voy a ir a un happy hour”, pero igual estoy mirando. O voy a pilates, e igual dejo el teléfono como por si acaso. O sea, tú estás mucho más conectada con todo. Entonces ahí yo sentí todo el peso de la responsabilidad, porque estaba en esta reunión donde estaban todos pendientes y el 50% de mi cabeza estaba en mi casa, porque mi hija enferma, porque mi nana se tenía que ir, porque le empecé a escribir a mi mamá y no podía, porque mi padrastro estaba en otro lado, y mi esposo no me contestaba, no me contestaba, no me contestaba”.

TENER HIJOS ES DEMASIADO CARO

Al mismo tiempo, los avances en políticas públicas en maternidad no han sido suficientes para contrarrestar la fuerte precarización de las condiciones sociales para tener y criar hijos. Iniciativas como la extensión del permiso posnatal, el programa Chile Crece Contigo y el derecho a sala cuna para mujeres trabajadoras han sido sin duda apoyos importante para la crianza y la conciliación de la vida laboral y familiar. Sin embargo, no han logrado revertir la fuerte erosión de la seguridad social, la privatización de los servicios básicos, subsidiariedad de las políticas públicas e individualización del riesgo y la inseguridad. Es común escuchar que en Chile tener hijos es caro. El aumento del costo de vida y de necesidades básicas como alimentación, educación, salud y vivienda es una de las principales razones para no tener hijos. Al pensar en la maternidad, muchas mujeres se preguntan con preocupación cómo van a financiar una buena escuela, cómo van a pagar las cuentas del hospital en caso de que se enfermen, o cómo van a generar los recursos para pagar un arriendo en un barrio seguro.

Consuelo es una mujer de clase media de 30 años que vive con su pareja y no tiene hijos. Es abogada y trabaja en una institución pública. A Consuelo le gustaría ser mamá pero le preocupa no tener los recursos económicos para poder garantizarle una buena vida a sus hijos:

               “Yo creo que influye mucho también el tema económico porque cada día es más caro estudiar. Porque si uno actualmente tiene hijos la idea es que estudien. Uno siempre dice “que mis hijos sean mejores que yo”. Pero estudiar es demasiado caro en Chile. (…) La gente en verdad no tiene 300, 400 lucas para pagar una Universidad. Las privadas, claro, tienes más posibilidades de entrar porque no te piden tanto puntaje, pero valen 600 lucas. (…) Es súper caro criar un hijo en Chile. En mi trabajo cubren la sala cuna hasta el año y cierto porcentaje, pero después tienes que pagar sola. El jardín infantil vale lo mismo que la Universidad. Son carísimos”.


“Sumada a otras crisis, como la pandemia o los conflictos en Ucrania y Palestina, la crisis climática contribuye a articular futuros distópicos en los que la maternidad no es deseada pero tampoco posible”


ME PREOCUPA EL FUTURO

La maternidad es un proyecto a largo plazo e implica un compromiso que se hace cada vez más difícil asumir en un escenario de futuro caracterizado por crisis, riesgos e incertidumbres. La crisis climática; el aumento de las temperaturas del planeta como consecuencia de la degradación medioambiental y su correlato en desastres como deshielos, inundaciones, e incendios forestales, también lleva a muchas mujeres a replantearse la maternidad.

Algunas mujeres deciden no tener hijos porque consideran la maternidad una práctica poco sustentable que contribuye a la sobrepoblación del planeta y al desbalance socio ecológico de la vida. Otras quieren tener hijos pero ven la maternidad con preocupación por el pronóstico de heredarles un mundo en el que las condiciones de vida van a ser cada más precarias y hostiles. Sumada a otras crisis, como por ejemplo la pandemia del COVID-19 o los conflictos en Ucrania y Palestina, la crisis climática contribuye a articular futuros distópicos en los que la maternidad no es deseada pero tampoco posible.

Matilde es una mujer de clase media de 26 años con una pareja estable y sin hijos. Es dentista y está cursando un programa de postgrado. Matilde no está segura de querer tener hijos y hay varios aspectos que le complican de ser mamá. Uno de ellos es el miedo y la incertidumbre que siente frente al futuro:

“Yo me puedo planificar, pero siempre las cosas pueden cambiar.  Entonces si me preguntas del futuro, yo de verdad no sé dónde voy a estar en 5 o 10 años más, no lo sé”.

NO SÓLO UN FENÓMENO DE CLASE MEDIA

La disminución de la natalidad y la postergación de la maternidad han sido ampliamente interpretados como un fenómeno de clase media, pero mis investigaciones muestran que estas tendencias están empezando a caracterizar también las actitudes y prácticas reproductivas de mujeres de niveles socioeconómicos más bajos. Por ejemplo, Aninat et al. (2018) muestran que si bien el número promedio de hijos es más bajo para mujeres con mayores niveles de educación, la cifra ha disminuido también de manera importante para mujeres con educación media incompleta (ver gráfico 2).


Gráfico 2

Promedio de hijos por nivel educacional. Mujeres de más de 40 años

Fuente: Aninat I, Cox L and Fuentes A (2018) Maternidad y desigualdad: ¿No hay mejor anticonceptivo que un futuro brillante? Puntos De Referencia 489: 1–6.

De la mano con fuertes tendencias de superación de la pobreza y movilidad social, sumado a nuevos mandatos que definen el valor personal a partir del éxito profesional, la autonomía económica y el consumo, hay también cada vez más mujeres de estratos bajos que postergan la maternidad y tienen una menor cantidad de hijos.


“Yo creo que ya después de terminar de estudiar, tener un departamento o una casa, mi auto. Y ya después de tener eso, yo creo que ahí vendría como la parte de quizás tener hijos, pero igual me gustaría viajar”


Antonia es una mujer de clase baja de 18 años soltera y sin hijos. Ella nació cuando su mamá tenía 17 años y le tocó crecer viendo los sacrificios que tuvo que hacer para trabajar y criarla a ella y a sus hermanos. Por eso, cuando Antonia piensa en ser mamá, quiere hacerlo más adelante:

“Yo de aquí a 6 años ya debería estar titulada por el tiempo que dura la carrera. Yo creo que ya después de terminar de estudiar, un año más, tener un departamento o una casa, mi auto. Y ya después de tener eso, yo creo que ya ahí vendría como la parte de quizás tener hijos, pero igual me gustaría viajar, me gustaría viajar mucho”.

A pesar de que le encantan los niños y que le hubiera gustado tener una familia grande, Ana, una mujer de clase baja de 49 años soltera, decidió tener una sola hija para poder criarla bien. Ana nació en una familia pobre y numerosa. A los 10 años tuvo que dejar el colegio para trabajar y aportar económicamente a su hogar. Para Ana, el tener una sola hija significó tener la oportunidad de garantizarle una buena educación y poder cumplir el sueño de que vaya a la universidad:

“Yo sabía que si yo tenía 2 o 3 hijos, no podría darles estudios. Después me separé, ¿cómo lo hubiese hecho? Sabía además por mi familia, porque éramos tantos, imagínate, mi papá no nos pudo dar estudios. Por eso más que nada, porque yo a mi hija pretendo darle los estudios que más pueda, porque ella quiere llegar la universidad. Eso es un gran paso. Entonces, por eso la tuve [sólo] a ella”.

CONDICIONES SOCIALES PARA TENER HIJOS

Es importante abordar esta crisis de la reproducción por sus amplias consecuencias a nivel individual y social. A nivel individual, implica una vulneración del derecho a tener hijos y criarlos en ambientes sanos y seguros. Además, implica que quienes tienen hijos deben asumir por sí mismos los altos costos que hoy tiene la parentalidad, lo que conduce con frecuencia a altos niveles de cansancio, estrés, agobio y malestar. A nivel social, esta crisis incide de manera importante en el (de)crecimiento y envejecimiento de la población, incidiendo así también sobre la configuración del mercado laboral, el sistema tributario, el sistema de previsión social y el sistema de bienestar. En una sociedad como la chilena, donde la familia sigue siendo el principal soporte para la reproducción de la vida, cambios en su tamaño y composición afectan de manera importante el acceso a apoyo y cuidado a lo largo de la vida y especialmente durante la vejez.

La solución a esta crisis de la reproducción no es restringir la autonomía reproductiva ni fomentar políticas de pronatalismo selectivo, sino más bien garantizar las condiciones sociales que hagan la maternidad posible. Esto requiere aumentar el permiso postnatal para hombres y mujeres, mejorar salas cunas, jardines infantiles y escuelas, reducir la jornada laboral, garantizar educación y salud de calidad, salarios justos, viviendas asequibles y entornos seguros, y proteger el medioambiente para disminuir los riesgos de contaminación y desastres. La solución a esta crisis va mas allá de un simple tema económico que se pueda resolver a través de un aumento de subsidios. Generar las condiciones para tener y criar hijos requiere transformaciones políticas, sociales y culturales que implican repensar los modelos de género, seguridad y desarrollo que hoy predominan. Sin avances sustantivos en estas materias, lo más probable es que en la sociedad chilena cada vez seguirán naciendo menos niños.


NOTAS Y REFERENCIAS

[1] Esta columna se basa en los siguientes artículos académicos: (1) Yopo Díaz, M. (2023). La postergación de la maternidad en Chile: entre autonomía y precariedad. Universum. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales (Scopus/ESCI-WoS) 38(2): 591-616. https://doi.org/10.4067/S0718-23762023000200591 (2) Yopo Díaz, M. and Abufhele, A. (2023). Beyond Early Motherhood. Trends of Postponement and Late Fertility in Chile. International Sociology (WoS), https://doi.org/10.1177/02685809231195956. (3) Yopo Díaz, M. (2022). Making it Work. How Women Negotiate Labour Market Participation after the Transition to Motherhood. Advances in Life Course Research (WoS) https://doi.org/10.1016/j.alcr.2022.100500. (4) Yopo Díaz, M. (2021). “It’s hard to become mothers”: The moral economy of postponing motherhood in neoliberal Chile. The British Journal of Sociology (WoS) 72: 1214-1228. https://doi.org/10.1111/1468-4446.12901


Referencias

Aninat, I., Cox. L. y Fuentes, A. (2018). Maternidad y desigualdad: ¿No hay mejor anticonceptivo que un futuro brillante? Puntos De Referencia 489: 1–6.

Benvin, E., & Olmedo, P. (2020). Descripción y evolución de los subsidios maternales: una mirada al uso de los beneficios derivados de las modificaciones de la Ley Nº 20.545. Documento de Trabajo N°21, Superintendencia de Seguridad social: Santiago: SUSESO.

Hays, S. (1996). The cultural contradictions of motherhood. Yale University Press.

Instituto Nacional de Estadísticas. (2016). Síntesis de Resultados. Encuesta Nacional de Uso de Tiempo (ENUT) 2015. Santiago: INE.

Instituto Nacional de Estadísticas. (2018a) Informe Anual de Estadísticas Vitales 2016. Santiago: INE.

Instituto Nacional de Estadísticas. (2018b). Síntesis de Resultados Censo 2017. Santiago: INE.

Instituto Nacional de Estadísticas. (2023). Síntesis de Resultados Estadísticas Vitales 2020. Santiago: INE.

Instituto Nacional de la Juventud. (2022). 10ma Encuesta Nacional de Juventudes 2022. Santiago: INJUV.

Montecino, S. (1996). Madres y Huachos. Alegorías del mestizaje chileno. Santiago: Editorial Sudamericana.

Pontificia Universidad Católica de Chile. (2009). Encuesta Nacional Bicentenario Universidad Católica – Adimark 09. Santiago: PUC.

Vargas, M. y Pérez, P. (2021). Pensiones de alimentos: Algunas razones para explicar el fenómeno del incumplimiento. Revista de Derecho Universidad de Concepción, 250, 219-258. http://dx.doi.org/10.29393/rd250-6pamp20006

Yopo Díaz, M. (2023). La postergación de la maternidad en Chile: entre autonomía y precariedad. Universum. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, 38(2), 591-616.  https://doi.org/10.4067/S0718-23762023000200591

Yopo Díaz, M. y Abufhele, A. (2023). Beyond Early Motherhood. Trends of Postponement and Late Fertility in Chile. International Sociology, 39(1), 27-49. https://doi.org/10.1177/02685809231195956.

Un comentario de “Por qué las mujeres en Chile ya no quieren tener hijos

  1. Patricia Landman R. dice:

    Excelente artículo. También he reflexionado sobre este tema, y no es exclusivo de Chile, en muchos países se está produciendo el mismo problema, la población envejece, las mujeres (también los hombres participan de la decisión) eligen no tener hijos.
    Usted enumera una serie de factores como causa, y yo he pensado en otro factor, importante a mi juicio. Se trata de la pequeñez de las casas modernas. Son muy estrechas, es difícil tener una casa lo suficientemente grande donde acomodarse una familia de tres hijos (o más). Si fueran más grandes las casas, lo tradicional sería vivir con los abuelos, es natural que ellos, principalmente la abuela, ayuden a criar los niños. Así era antes, los viejos sí servían, y posibilitaban el tener hijos, criarlos, junto con trabajar. No quiero extenderme más, este hilo da para mucho tirar…

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