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Otra colusión en Chile: ¿por qué lo hacen, si no lo necesitan?

Por Amalia Valdés Riesco

Coordinadora del Centro de Estudios Justicia y Sociedad. Socióloga de la Pontificia Universidad Católica de Chile y criminóloga (MA) de la Universidad de Manchester.


Hace pocos días la Fiscalía Nacional Económica (FNE) reveló un posible caso de colusión de precios durante 2016-2017 entre las tres principales empresas de transporte de valores (Brink´s, Prosegur y Loomis). La acusación se suma a una larga y vergonzosa lista de sectores económicos en que algunos actores se han coludido para fijar precios, perjudicando a sus clientes y a otros competidores.  Entre los casos, se puede mencionar la colusión de las farmacias Ahumada, Cruz Verde y Salcobrand, multadas en US$20 millones por una fijación ilegal de los precios de algunos medicamentos; la de los pollos, donde Agrosuper, APA, Ariztía y Don Pollo también se coludieron y terminaron condenadas al pago de US$58 millones; y más recientemente la del confort, donde se coludieron CMPC y SCA (Chile) fijando los precios del confort durante 11 años, y terminaron pagando una multa cercana a los US$30 millones.

Lo paradójico de estos y de muchos otros casos es que no son empresas o personas que no pueden alegar falta de dinero o una situación estratégica que los pudiese inducir a la comisión de este ilícito. Entonces, ¿por qué lo hacen?  Sin ser experta en la -posible- colusión de transporte de valores, la literatura criminológica puede ofrecer algunas perspectivas para responder esta interrogante.

En criminología, que es el estudio de las causas y maneras de prevenir el delito, se reconoció hace más de medio siglo que los delitos no solo son cometidos por personas en situación de pobreza o marginalidad, sino que también los grupos de la elite política, social, o empresarial. La diferencia radica en que quienes ostentan puestos de poder suelen además decidir las leyes, tienen mayor influencia, proyectan una imagen de respetabilidad y, cuando son investigados, tienen acceso a mejores abogados, por lo que tienden a no ser encarcelados, a pesar de que el daño social de sus acciones suele superar con creces al de los llamados delitos comunes. La criminalidad de estas elites es conocida como “delitos de cuello y corbata”.

Estudios especializados[1] en este tipo de ilícitos, han identificado cuatro tipos de causas: estructurales, judiciales, organizacionales e individuales.

Si pensamos en la reciente acusación del mercado de transporte de valores, una primera razón podría ser estructural: las tres empresas controlan casi el 100% del mercado, lo que les brinda un inigualable poder oligopólico para cometer abusos.

Por otro lado, cuando se tiene un deficiente sistema judicial y punitivo, este tipo de crímenes se multiplican. Por ello la FNE, si bien tiene ciertas herramientas como la delación compensada, requiere de más atribuciones pues estos delitos suelen ser sofisticados y complejos de identificar. Algunos estudios[2] estiman que las probabilidades de descubrir un cartel económico varían entre un 13% y 17%, lo que muestra que tienen un alto margen para pasar sin ser notadas. Por lo demás, hay muchas limitaciones legales para que estos casos terminen con una pena efectiva, lo que genera una aplicación dispareja de la ley. Por esto, es clave que avance el proyecto de ley Anti-Colusión, el cual le otorga más herramientas investigativas a la FNE y aumenta las penas privativas de libertad para estos casos.

Existen, además, explicaciones organizacionales. En la elite empresarial existen la “cultura de la astucia” y la “cultura del rendimiento” en los negocios, basadas en la creencia organizacional de que las regulaciones que limitan su libertad de gestión pueden ser vulneradas para el beneficio de la empresa.  Algunas investigaciones[3] muestran cómo la directiva premia con mejores puestos, bonos, o reconocimiento a las y los empleados que presenten iniciativas que generen mayores utilidades, sin preocuparse de cómo se obtienen. A esto se suma que las empresas suelen carecer de un sistema de control efectivo que vigile el cumplimiento de normas, lo que genera una cultura de incentivos que permea a las y los trabajadores y les motiva a buscar formas de aumentar ganancias sin importar las consecuencias.

Por último, la literatura[4] también ha identificado ciertos factores individuales que gatillan a las personas a organizar, ejecutar y mantener colusiones. Entre otros, existen elementos de codicia y ambición, pero también un alto grado de compromiso con la compañía, una sensación de responsabilidad por la empresa, y el reconocimiento del poco riesgo que existe a ser descubiertos, por lo sofisticado del delito, el reducido control estatal y mínimas chances de ser penalizados. Entonces, ¿por qué lo hacen, si no lo necesitan? Lo hacen simplemente porque pueden, y porque hay motivaciones estructurales, judiciales, organizacionales e individuales que les invitan a hacerlo. Es urgente cambiar esta cultura empresarial del rendimiento y astucia que triunfa por sobre la conducta ética empresarial y, al mismo tiempo, dotar a las instituciones que pesquisan este tipo de casos con mayores herramientas que para perseguir judicialmente a los responsables.


NOTAS

[1] Porter, 2005; Borrell, González, y Luna, 2016; Gottschalk, 2010; Shover y Scroggins, 2011; Shover y Hochstetler, 2006; Benson y Simpson, 2009, entre otros

[2] Bryant y Eckard, 1991; Combe, Monnier y Legal, 2007.

[3] Gottschalk, 2010; Gross, 1978; Lyman y Potter, 2007; Shover y Scroggins, 2011, entre otros.

[4] Benson y Simpson, 2009; Stigler, 1964; Shover y Hochstetler, 2006; Gobert y Punch, 2007, entre otros.

Es tiempo de jubilar la semana laboral de cinco días

Por Jorge Rosales-Salas

Investigador del Centro de Economía y Políticas Sociales de la Universidad Mayor. PhD en Sistemas de Ingeniería, MSc en Administración e Ingeniero Civil Industrial.


¿Trabajar cuatro días a la semana? Este debate está creciendo dentro de numerosos países, no solo debido a un cambio cultural hacia el trabajo flexible, sino también porque algunas pruebas sugieren que es bueno incluso para los negocios.

La semana laboral de cuatro días no es una idea nueva: Francia implementó una reducción de la jornada laboral (les 35 heures) hace casi 2 décadas para crear un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida para la nación. La medida es todavía muy debatida, y los defensores dicen que crea puestos de trabajo y preserva el equilibrio entre el trabajo y la vida y críticos que dicen que reduce la competitividad de las empresas.


“Una reducción de las horas de trabajo potencialmente puede afectar también en otros ámbitos de la vida, como el trabajo no remunerado, el ocio, la vida social y familiar”


Muchas organizaciones en el mundo están reduciendo las semanas laborales, aunque no los salarios, para reducir el agotamiento y hacer que los trabajadores sean más felices, más productivos y comprometidos con sus empleadores.

El agotamiento de los trabajadores es una dificultad creciente que ahora se considera un problema diagnosticable por la Organización Mundial de la Salud. Una encuesta de Gallup encontró que el 23% de los empleados siempre o a menudo se sienten agotados en el trabajo, y que un 44% adicional se siente agotado al menos a veces.

En las organizaciones en las que se ha implementado una semana laboral más corta, casi dos tercios (64%) de los líderes informaron aumentos en la productividad del personal y la calidad del trabajo debido a una reducción de los días de enfermedad y un mayor bienestar general, se reportó en un estudio británico. Otro beneficio para el bienestar fue la reducción de desplazamientos. Un día menos de trabajo ayuda a que el viaje semanal sea más llevadero.

Entre los trabajadores, el 77% identificó un vínculo claro entre la semana de cuatro días y una mejor calidad de vida. La práctica es considerada particularmente atractiva por el 75% de las personas de la Generación Z y la Generación X. Y en lugar de relajarse, están usando su tiempo adicional para mejorar sus habilidades, ofrecerse como voluntarios y desarrollar trámites secundarios. Dos tercios (67%) de los encuestados de la Generación Z dijeron que una semana laboral de cuatro días influye dónde y para quién quieren trabajar.

Una reducción de las horas de trabajo no solo cambia el ámbito del trabajo remunerado, sino que potencialmente puede afectar también en otros ámbitos de la vida, como el trabajo no remunerado, el ocio, la vida social y familiar. Además, podría también afectar los resultados de salud mental. Si se hace bien, la implementación de una semana laboral más corta puede aumentar la productividad de los trabajadores, la motivación de los trabajadores y aumentar el rendimiento generalizado.

Aun así, la idea requiere una consideración adecuada y los beneficios potenciales sugieren una prueba y error. Un piloto es el mejor camino para seguir. Tal camino nos ayudaría a comprender en qué condiciones una semana laboral más corta puede tener éxito y si los beneficios pueden superar los costos. Los países y las organizaciones que puedan descifrar el código de la semana de cuatro días primero podrían construir una ventaja competitiva, si pueden implementarla de una manera que maximice el beneficio de bienestar y calidad de vida de las personas a largo plazo mientras se minimiza el aumento a corto plazo de los costos laborales y operativos.



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