Ilustración: Leo Camus

La variante neoliberal chilena

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Usando la lógica que nos impuso el coronavirus, el autor sostiene que solo cuando conozcamos los rasgos y singularidades de la variante neoliberal chilena, podremos superarla. Identifica tres elementos clave.


Si con la revuelta de octubre de 2019 comienza a hablarse de la crisis del neoliberalismo en Chile, con el proceso constituyente y la asunción del gobierno de Gabriel Boric se abre el debate sobre su superación. Una conversación distinta y más difícil, al situarse más allá del diagnóstico sobre el estado actual de la sociedad chilena y adentrarse en imaginar su futuro. De esto habló en su campaña el actual Presidente y lo mencionó como norte del proyecto político del gobierno la ministra Vallejo. Para algunos consiste en volver al pasado, recuperando derechos sociales que se habrían perdido en el camino o replicando modelos foráneos, como el Estado de Bienestar europeo. Para otros, consiste en mejorar las políticas públicas y contener los excesos del modelo o tornarlo más inclusivo y participativo.

Sin tener una sola definición, el concepto de neoliberalismo ha permitido aproximarse a una serie de transformaciones que viven las sociedades contemporáneas desde hace décadas. Desde diferentes enfoques, este concepto ha servido para definir: 1) un programa político de redistribución de la propiedad y la renta a gran escala (Streeck, 2017; Harvey, 2005); 2) una ideología sobre el tratamiento de los problemas públicos, basada en los principios de competencia, elección y provisión privada (Davies, 2014; Laval y Dardot, 2013); y 3) una experiencia de la vida cotidiana marcada por la carga de la responsabilidad individual de las personas y las familias (Lazzarato, 2013).


“Lo primero que caracteriza al neoliberalismo chileno es el avance sin crisis políticas ni sociales de las transformaciones que se impulsan desde la dictadura”


El denominador común en todas estas formulaciones es el avance de un modo de reorganizar la vida social favorable a la generación de nuevos mercados, incluso en áreas hasta hace poco ajenas —o sólo parcialmente vinculadas— a la lógica mercantil, como la educación o la salud. Un avance que alcanza también a la política, debilitándola como esfera de decisión sobre la vida en común, y que cuenta como aliado a los propios Estados, los que, sin dejar de lado el rol de agentes económicos que tuvieron en el siglo XX, reorientan su acción de modo de auxiliar tal reorganización.

Esto último, sin embargo, no se da del mismo modo en cada sociedad neoliberalizada. En cada una produce impactos y conflictos específicos, que hablan de la recepción concreta que ha tenido el giro neoliberal en cada lugar. Algo que, a menudo, no se toma en cuenta, generalizándose, por el contrario, conjuntos de ideas coherentes sobre la doctrina neoliberal para interpretar situaciones históricas en las que tal coherencia no es real.

Esto tiene consecuencias al momento de discutir sobre la superación del neoliberalismo. La principal es que abocarse sólo a la definición del concepto no permite entender su expresión concreta en una sociedad como la chilena y, de este modo, no permite saltar hacia una reflexión sobre su superación. El debate se torna abstracto, buscando superar un concepto y no una realidad específica. Nos parece que esta es la carencia del debate iniciado por Noam Titelman en este mismo medio, al cual trataremos de contribuir de una forma distinta.

PARA SUPERARLO, HAY QUE CONOCERLO

Un principio interpretativo y dos ideas fuerza guían esta reflexión. El principio es que se debe distinguir la doctrina de la experiencia histórica del neoliberalismo. Una cosa son las afirmaciones teóricas y filosóficas en que se sustenta este pensamiento, incluso las recetas económicas que operativizan tales principios (en América Latina, a través del decálogo de reformas impulsado por el Consenso de Washington), y otra muy distinta es su recepción concreta en las sociedades en que se ponen en marcha planes afines a ellas, los que deben afrontar entornos institucionales y resistencias sociales y políticas específicas[1].

En diálogo con lo anterior, la primera idea fuerza es que puede delimitarse una variante de neoliberalismo propiamente chilena, a través de la identificación de los rasgos económicos y políticos que tiene la aplicación de los principios neoliberales en Chile y, sobre todo, de la singularidad de los conflictos que esa aplicación produce (Ruiz y Caviedes, 2020).


“El alto nivel de privatización de las condiciones de vida, particularmente a nivel de los bienes públicos fundamentales, cambia el eje de los conflictos”


La segunda idea fuerza es que, si pueden precisarse esos rasgos y conflictos, pueden advertirse los ejes de su superación. El argumento es que sólo ese neoliberalismo realmente existente es lo que importa y su conocimiento es lo único que permite una discusión fundada sobre su futuro, al menos desde la evidencia que aportan las ciencias sociales.

EL NEOLIBERALISMO CHILENO: RASGOS Y CONFLICTOS

Lo primero que caracteriza al neoliberalismo chileno es el avance sin crisis políticas ni sociales de las transformaciones que se impulsan desde la dictadura. Lo segundo es la radicalidad de esas transformaciones. Ambas cuestiones se vinculan a la continuidad del proceso entre dictadura y democracia. Así, si en dictadura Chile se convierte en el laboratorio en el que se ponen primero en marcha las reformas de liberalización, apertura y privatización que caracterizan al neoliberalismo en el mundo, en democracia también es radical la forma en que se sigue una línea de promoción de nuevos mercados a través de los nuevos instrumentos y diseños que se introducen en la política social y económica, particularmente a través del voucher y la estrategia de concesiones (Caviedes, 2019).

Esto ocurre mientras en otras partes de América Latina se registran continuas crisis sociales y políticas y, por ello, son revertidas políticas neoliberales como las privatizaciones de servicios sociales o de empresas públicas. Incluso, con los gobiernos progresistas se tuerce la apertura económica indiscriminada, en busca de un mayor proteccionismo. En Europa, las políticas de mercantilización de áreas de tradicional protección social, que apuntan a replantearla en términos de un éxito privado, chocan con la persistencia de Estados de Bienestar que, aunque se van desmantelando, no desaparecen por completo.


“Abocarse sólo a la definición del neoliberalismo no permite entender su expresión concreta en una sociedad como la chilena y, de este modo, no permite saltar hacia una reflexión sobre su superación”


Por otro lado, el neoliberalismo chileno genera conflictos propios, a menudo inentendibles fuera de sus fronteras. Todos se originan en la desigual distribución del poder. Pero son distintos dependiendo del eje conflictivo sobre el cual se articule esa desigualdad, que en Chile encuentra sus fuentes en la concentración económica, la exclusión política y el conservadurismo cultural.

El alto nivel de privatización de las condiciones de vida, particularmente de los bienes públicos fundamentales, cuya provisión queda en manos de grandes empresas privadas, sitúa el eje del conflicto, a nivel de las condiciones de vida, en el enfrentamiento con el lucro y el hecho de que el acceso a la educación, la salud, la vivienda o las pensiones pasa a depender de los ingresos individuales, a la vez muy desiguales.

Es así como el sentido del conflicto se vuelve propiamente chileno. En educación, por ejemplo, contra el contenido tradicional que les imprimen a sus disputas la mayoría de los movimientos estudiantiles latinoamericanos, relacionados con los fines de la enseñanza entregada y la ampliación social de su acceso, predomina una lucha contra el avance del lucro privado como principio rector de esta actividad.

Lo mismo con las pensiones, no sólo exiguas, sino sometidas a una especulación de los grandes grupos económicos que exacerba la lucha por la propiedad individual de los ahorros, a contrapelo de los propios principios de la seguridad social. En forma similar, el conflicto en torno al cobro de peaje en las autopistas se asocia a una sensación de abuso, que proviene de la exagerada garantía política que entregaran a la ganancia privada las políticas de modernización de infraestructura llevadas adelante en las últimas décadas.

El conflicto ambiental, por su parte, también es distintivo. Vinculado a las consecuencias que acarrea el giro primario-exportador que instala la experiencia neoliberal en Chile, confluyen en él la concentración patrimonial y el perjuicio por la contaminación del aire, suelo y agua y la negación de la capacidad de las comunidades locales para decidir sobre su desarrollo social y económico.

De allí que los actores sociales que son parte de este conflicto no puedan entenderse desde el conservacionismo o la experiencia de los “movimientos verdes” de los países europeos, pues su lucha se enfoca, más bien, en la desigualdad y la explotación territorial que producen presiones específicas sobre el medioambiente, relacionadas con la mercantilización de la tierra y los recursos naturales.


“La incertidumbre que viven los chilenos, a partir de la privatización de sus condiciones de vida, lleva a que los contenidos de un esfuerzo de superación del neoliberalismo deban incluir la construcción de un Estado Social”


Por su parte, en el caso de los conflictos de identidades, como el feminista o el indígena, el eje apunta a una lucha por el reconocimiento y por la autonomía individual. Allí se articulan, junto a la privatización de la vida cotidiana, aspectos propiamente políticos y culturales, relacionados con la estrechez de la democracia chilena. Es que, aunque las mujeres y disidencias sexuales y los grupos indígenas puedan haber sido integrados a los beneficios económicos de la modernización neoliberal chilena, viven dicho proceso desde su exclusión política y la imposición de modelos culturales tradicionales. Es así como el conflicto apunta hacia una expansión de la libertad, más allá de su versión mercantil o relacionada con lo que se puede comprar en el mercado.

Todos estos conflictos, relacionados con la sostenibilidad de la vida, y que aúnan fuentes de tensión y de enfrentamientos distintas, son característicos de la variante neoliberal chilena.

LA SUPERACIÓN DEL NEOLIBERALISMO DESDE SU EXPERIENCIA CONCRETA

La propia naturaleza del neoliberalismo chileno delinea las dimensiones de su superación como experiencia histórica. Precisados sus rasgos y la naturaleza distintiva de sus conflictos, puede discutirse ahora los contenidos centrales de un esfuerzo de superación que nazca del objetivo de resolver tales disputas. Las mismas que confluyen en la revuelta de octubre de 2019, de modo que este análisis del neoliberalismo chileno conecta su superación y su crisis.

La incertidumbre que viven los chilenos, a partir de la privatización de sus condiciones de vida, lleva a que los contenidos de un esfuerzo de superación del neoliberalismo deban incluir la construcción de un Estado Social. Esto significa, por un lado, construir un sistema de protección social hoy inexistente, distinto a la limitada estructura de subsidios individuales y familiares que actualmente opera. Una que puso a prueba la pandemia y dejó en evidencia sus carencias, en un país que, pese a su éxito sanitario, recurrió excesivamente a los recursos personales de los trabajadores para dar continuidad a su economía.

Por otro lado, significa tornar efectiva la instalación de derechos sociales, más allá de lo que podría quedar estipulado en la nueva Constitución. Hacer esto supone reorientar la política social y económica en función de ello, más allá de los límites subsidiarios y focalizados. En el fondo, supone no sólo hacer “mejores” políticas públicas, sino cambiar su foco en un sentido de protección permanente que permita ejercer realmente la libertad del individuo.

Formular dicho cambio significa replantear la relación de la sociedad y el Estado con la economía. Como se sabe, el poder público del Estado, al regular la relación entre economía y sociedad, se despliega en relación con la capacidad de ciertos sectores políticos para invocar su interés particular como bienestar general. Es lo que está detrás de la prevalencia del lucro empresarial bajo el neoliberalismo chileno, que altera las prioridades del interés público. De tal suerte, un segundo contenido para la superación del neoliberalismo remite a la democratización de la economía.


Ilustración: Leo Camus

La crisis chilena, además de la desigualdad y de la demanda contra la privatización de la vida cotidiana, también se vincula al agotamiento del modelo de crecimiento económico que ha imperado, no sólo en términos de producto y eficiencia, sino también de su legitimidad, tanto por la sobreexplotación natural de la que depende como por la limitada capacidad de integración social que demuestra. En esto juega un rol fundamental el empresariado, particularmente aquel que asuma la superación de la crisis social como una preocupación propia, si es que se involucra en el desarrollo de nuevas fuentes de riqueza más complejas y sostenibles y se compromete con la sustentación del Estado social y la democracia.

Por último, si en los conflictos del neoliberalismo chileno incide también la exclusión política, parte de su superación es la inauguración de una institucionalidad política que sea capaz de procesar la propia conflictividad que el neoliberalismo chileno ha generado. Una en la que se favorezcan las capacidades de decisión y deliberación de la sociedad. En esto avanza hoy la Convención, en cuyo borrador se consolidan nuevos derechos y libertades.

La realización de estos contenidos, por supuesto, no se reduce a la labor de un gobierno, como el de Gabriel Boric. La superación del neoliberalismo, de ocurrir, será un proceso más largo que se cruzará con varios hechos políticos de importancia en el camino, tal como ocurre con el proceso constituyente. En ese curso, sin embargo, cada énfasis en favor de resolver los conflictos señalados contribuirá a superar el ciclo histórico que vivimos desde hace más de cuarenta años.


NOTAS Y REFERENCIAS

[1] Esta forma de interpretación la desarrolla el sociólogo Carlos Ruiz (2019), quien ofrece una tipología de variantes del neoliberalismo en América Latina, incluido el caso chileno.

REFERENCIAS

Caviedes, S. (2019). Condiciones políticas y disputas ideológicas en la consolidación del “neoliberalismo avanzado” chileno en la postdictadura. Observatorio Latinoamericano y Caribeño, 3(1), 98-119.

Davies, W. (2014). The Limits of Neoliberalism: Authority, Sovereignty & The Logic of Competition, Londres: SAGE.

Harvey, D. (2005). Breve historia del neoliberalismo. Madrid: Akal.

Laval, C. y Dardot, P. (2013). La nueva razón del mundo. Barcelona: Gedisa.

Lazzarato, M. (). La fábrica del hombre endeudado. Ensayo sobre la condición neoliberal. Madrid: Amorrortu Editores.

Ruiz, C. (2019). La política en el neoliberalismo. Experiencias latinoamericanas. Santiago: Lom Ediciones.

Ruiz, C. y Caviedes, S. Estructura y conflicto social en la crisis del neoliberalismo avanzado chileno. Espacio Abierto, 29 (1), 86-101.

Streeck, W. (2017). ¿Cómo terminará el capitalismo? Ensayos sobre un sistema en decadencia. Madrid: Traficantes de sueños.

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