Bolsonaro consiguió imponerse en Brasil gracias a lo que llamó “la coalición de las 3 B”: biblia (sectores evangélicos conservadores), buey (latifundistas) y bala (sectores atraídos por la mano dura frente al delito). José Antonio Kast, dice el autor de este análisis, viene desarrollando una estrategia similar donde articula coaliciones segmentadas (evangélicos y católicos conservadores; propietarios en zonas de conflicto como la Araucanía y el Bio Bío; grupos que asocian inmigración con crimen, etc). Pero una cosa es hacer eso en las redes sociales y otra, penetrar en la organización territorial ¿Qué tanto ha avanzado Kast en eso? No se sabe, sin embargo, el autor cree que tiene espacio. Los sondeos realizados en Plataforma Telar registran un posible cambio de actitud en los sectores populares. “Quienes hasta hace algunos meses veían con cierta esperanza y optimismo el proceso, hoy cargan con dudas, incertidumbres y temores. Al mismo tiempo, parecen haber comenzado a equiparar a la Convención Constituyente con la política tradicional. Abundan las referencias a los problemas de seguridad, a la delincuencia, a la carestía, a sus problemas cotidianos. A esos problemas les habla Kast”, escribe el autor.
Siempre pensé, y sigo creyendo, que la chance de la ultraderecha chilena podría consolidarse en el próximo ciclo electoral, pero no en 2021 (ver ¿Hay espacio para una fuerza populista radical de derecha?, con Cristóbal Rovira).
Sin embargo, hoy es necesario plantearse tres preguntas que, hasta hace poco, y por suerte, no nos hacíamos:
¿Es posible que Chile termine eligiendo a un candidato de ultraderecha en las elecciones de este año?
¿Qué podría explicar un corolario aparentemente tan paradójico para el estallido del 18 de octubre de 2019 y lo que vino después?
Finalmente, ¿qué implica el fortalecimiento de Republicanos para el futuro de la derecha chilena y más allá de ella, para nuestra deteriorada convivencia democrática?
La primera pregunta es de respuesta breve. Sí, es posible, aunque todavía sea muy poco probable. Las otras dos merecen una discusión más extensa.
EL DESFONDE
Exploremos primero las condiciones que posibilitarían una victoria de la ultraderecha en la elección presidencial.
El derrumbe (en las encuestas) de la candidatura de Sebastián Sichel y con él, el aparente desfonde final de la centroderecha en sus versiones liberal y social han abierto el juego para Kast. No hay novedad en ello, pero sí algunas paradojas.
“Kast es el candidato de manual de una derecha extrema, del trumpismo universal, que ha logrado éxitos electorales rutilantes en todo el mundo.”
Primero, un candidato que en la primaria de julio de este año derrotó a las encuestas y a tres estructuras partidarias -que por escuálidas que sean, algo deberían mover-, termina descolocado por su performance en las mismas encuestas y por el descuelgue de algunos liderazgos de aquellos partidos, electoralmente inocuos en la elección anterior.
Segundo, y como ejemplo de las brutales inconsistencias que pueden haber desfondado su opción, Sichel siempre pretendió jugar a la antipolítica, esperando al mismo tiempo el apoyo de políticos profesionales, cuyos rostros están asociados a la política tradicional. Además, cada vez que se lo señalaba como el candidato de la derecha, respondía que era de centro y que venía a mover a la derecha hacia la moderación.
Obnubilados por ese discurso tan bien pronunciado y publicitado tras las primarias, no fueron pocos los que vieron en Sichel la posibilidad para que los partidos que sostuvieron al gobierno de Sebastián Piñera lograsen salvar los muebles con una figuración digna en la elección. ¿Quién hubiera imaginado, por ejemplo, que Katherine Martorell fuera a encontrar, como vocera del candidato, un lugar peor que la subsecretaría que dejó?
“Kast ha hecho las cosas bien: habla pausado y con buen tono, aunque lo que diga sea una bestialidad.”
Sin embargo, al mismo tiempo que desarrolló y profundizó su discurso de centro y antipolítico, Sichel hizo esfuerzos denodados y públicos por alinear a los parlamentarios de derecha, quienes, como buena parte de sus pares, han dado cuenta cabal de su discolaje. Sabemos que en su mayoría son capaces de traicionar las reglas del juego (en este caso, las impuestas por la participación en la primaria), en favor del más llano y cortoplacista interés individual.
Hace unas semanas, Sichel asumió un tono más duro, seguramente intentando parar la estampida. Hoy, de nuevo desde el centro, su último intento es movilizar a los moderados del sector. Tras tanto vaivén, quien declaraba venir a ampliar el espacio de la centroderecha se quedó, aparentemente, con las manos vacías.
Otro error fundamental de esta candidatura radica en el valor que le asignó en su discurso público a los descolgados. Por un lado, porque refleja la contradicción evidente entre su discurso vociferantemente antipartidos y su necesidad de operar con los partidos para validarse como algo más que una candidatura sustentada en un ego desbordante y en el apoyo de empresarios y de un pequeño grupo de iluminados que venía de dejar la tendalada, primero en la DC y luego en Ciudadanos.
Por otro lado, porque Chile Podemos Más sigue siendo Chile Vamos, y su marca y personeros están fuertemente asociados a una figura presidencial que quema todo lo que toca. La única forma de desarrollar una candidatura viable de derecha en la coyuntura actual era hacerlo por fuera de las estructuras asociadas directamente al oficialismo. Y como en tantas otras facetas de su trayectoria pública a Sichel lo invadieron la ambigüedad y los dobleces. Un antipartido, un exministro de Piñera, un self-made man recurriendo a los partidos y a los mecenas, que aún no notan que cuanta más plata le pongan y más apoyo le den, más le hunden su imagen.
“El alter ego de José Antonio Kast no es Gabriel Boric, sino el Profesor Artés. Ese es el nivel de anacronismo, radicalidad y simpleza del programa de Kast.”
El pragmatismo de los descolgados y su potencial de impulsar más la candidatura de Kast merecen un punto aparte. Además de los ya referidos errores estratégicos del comando de Sichel, el “descuelgue” es consecuencia de otro elemento: lo que ellos están probablemente escuchando y percibiendo en sus distritos y circunscripciones. Ambos elementos podrían a su vez, reflejar y eventualmente retroalimentar la evolución de preferencias ciudadanas que vemos en las encuestas. Aunque a ciencia cierta, estamos a ciegas.
LAS FORTALEZAS DE KAST
Si bien los errores de Sichel pueden explicar su aparente pérdida de votos, eso no nos dice por qué eventualmente los estaría capturando Kast (todo esto en base a información de encuestas cuya precisión está en entredicho). La adhesión podría haber terminado en otro lado y no en Kast. Hay que reconocer entonces que Kast ha hecho las cosas bien: habla pausado y con buen tono, aunque lo que diga sea una bestialidad. Entendió desde hace rato la necesidad de tomar distancia del gobierno y su mundo. Y desarrolló una estrategia de oposición desde la ultraderecha.
Tiene propuestas simples y directas, tan simples como irrealizables, pero que apuntan al temor más visceral de los votantes, en tiempos que se han vuelto altamente inciertos. Ha desplegado, con tanta eficiencia como disimulo, la campaña más profesional en RRSS (vea por ejemplo TikTok, el caballo de Troya de J.A. Kast con la Generación Z). Esto no sorprende pues es el candidato de manual de una derecha extrema, del trumpismo universal, que ha logrado éxitos electorales rutilantes en todo el mundo.
Con ese trasfondo de ejemplos previos, lo que debería llamarnos la atención es cómo un sistema de medios tan preocupado por las propuestas programáticas y elencos técnicos de algunas candidaturas deja pasar “piola” propuestas abiertamente autoritarias y de un conservadurismo social extremo.
“Cuanto más se acerque Kast al oficialismo y sus rostros, más riesgo corre éste de colgarse al cuello el ancla que hoy representan los rostros oficialistas.”
A modo de ejemplo, hemos escuchado muchas más preguntas sobre el ignoto (más allá del ámbito académico) Profesor Ramón López y su posible rol en los elencos técnicos de la candidatura de Apruebo Dignidad, que sobre propuestas que plantean, en múltiples dimensiones, una vulneración permanente a las libertades civiles de la población, de las mujeres y las niñas, de los migrantes, etc. A un programa repleto de aberraciones no se lo cuestiona más que con desgano. La lista de bestialidades es larga, pero se la ahorro (ahí está el programa para ser leído: https://atrevetechile.cl).
Al blondo candidato, simpaticón y de buen tono, tampoco se le hacen preguntas demasiado complejas respecto a sus elencos y su experiencia de gobierno, sobre las que no sabemos nada. “Es que a José Antonio lo conocemos, fue diputado UDI, por doce años”, parecen pensar.
En este contexto, se ha ido instalando la sensación que nos encaminamos a una elección entre dos demonios, uno de derecha y otro de izquierda. Ese clima de polarización nos impide plantear una distinción más fundamental, entre un campo democrático y un campo autoritario. En ese plano, el alter ego de José Antonio Kast no es Gabriel Boric, sino el Profesor Artés. Ese es el nivel de anacronismo, radicalidad y simpleza del programa de Kast. El que no lo veamos de esa forma refleja el sentido común de una élite arrinconada en un conservadurismo atávico (y en buena medida suicida), así como los sesgos de sus medios tradicionales.
BOLSONARO
Aunque centrales, los elementos hasta aquí planteados son bien parciales respecto a las reales chances de Kast. Reflejan otro sesgo, el de las “tres comunas”, Ñuñoa, Valparaíso, la Araucanía y algún otro enclave territorial en que vive gente altamente politizada. ¿Cuánto ha cundido la candidatura de José Antonio Kast en el Chile profundo? ¿Es este fenómeno cualitativamente diferente al de “El rechazo crece” previo a la paliza del 80-20 del año pasado? No lo sabemos.
Sí sabemos que en Chile la gente vota poco. Y también, que las candidaturas presidenciales no solo requieren estrategias de “aire” para prosperar sino también de “tierra”: sin algo de llegada a nivel popular, la polarización de élites aterradas puede terminar generando aún más apatía y hastío, que movilización electoral.
“Debería llamarnos la atención que un sistema de medios tan preocupado por las propuestas programáticas y elencos técnicos deje pasar “piola” propuestas programáticas abiertamente autoritarias y de un conservadurismo social extremo.”
Desde esta perspectiva, ¿en qué medida el clima de opinión hoy imperante en el Chile profundo podría favorecer a José Antonio Kast? El que su candidatura pueda prosperar o termine siendo un bluf depende de su capacidad de crecer y movilizar adhesiones en el electorado popular (y de la capacidad de sus contendores de hacerlo también). La probabilidad de una u otra alternativa es condicional al nivel de participación electoral y a la magnitud y distribución socioeconómica y territorial del electorado el día de la elección. Y honestamente, no tenemos hoy información suficiente para proyectar escenarios con razonable rigurosidad. Nos queda solo especular.
Especialmente en sociedades desiguales, la extrema derecha prospera cuando logra articular coaliciones electorales amplias pero segmentadas. Deben movilizar a distintos grupos, con distintos mensajes y estrategias, para lograr armar una coalición electoral exitosa. Por ejemplo, en el caso de Jair Bolsonaro en Brasil, frecuentemente se hace referencia a la coalición de las 3 B: biblia (sectores evangélicos conservadores), buey (latifundistas), y bala (sectores atraídos por una estrategia de mano dura para solucionar los problemas de orden y seguridad). Un clima general de descontento con la corrupción y el establishment, hicieron el resto.
José Antonio Kast viene desarrollando una estrategia electoral impecable en términos de la segmentación de públicos y mensajes de campaña, pero no sabemos cuánto de lo que vemos en el “aire” se expresa también en organización territorial. En su mensaje, apunta a los sectores evangélicos y al conservadurismo cristiano, movilizándolos en torno a visiones extremas en lo valórico. También apunta a los propietarios rurales, especialmente en zonas de conflicto como la Araucanía y el Bio Bío.
Esa base puede ampliarse mediante alianzas con elites empresariales obsesionadas con la violencia, y con la utopía de encontrar un camino de retorno hacia las condiciones de inversión vigentes hasta el 17 de octubre de 2019. En sectores populares, asediados por problemas de seguridad, crimen organizado y conflicto, Kast puede intentar empatizar con la desesperanza y la desesperación de la ciudadanía en base al discurso facilista, pero muy efectivo electoralmente, de la mano dura.
Con ese discurso, prometiendo recursos y condiciones legales que garanticen aún más la impunidad de las fuerzas de orden, también podría movilizar al personal policial y a miembros de las FFAA. En el norte y en sectores populares donde abundan los migrantes que “rompen familias bien constituidas” y desplazan laboralmente a trabajadores chilenos, el discurso xenófobo, patriota y conservador también podría hacer lo suyo.
Y José Antonio no tiene por qué ensamblar las piezas de su discurso y propuesta. Aún si se lo preguntasen, sabe cómo evadirse con una sonrisa y su buen tono. Mientras tanto, cada segmento electoral, por separado, puede contribuir adhesiones. Si las demandas del estallido solo pudieron sintetizarse en un movimiento destituyente, asociado a la dignidad y a nuevas reglas del juego, este movimiento electoral, podría sintetizarse en las nociones de un retorno al orden y de rechazo al proceso de transformación disparado por el estallido. Otro ejemplo de manual de una reacción conservadora.
A pesar de su potencial, esta estrategia topará todavía con techos bajos, si el contexto, el clima de época, no aporta también lo suyo. Dado el carácter voluntario del voto en nuestro país, ese clima es más determinante aún, ya que también incide en quién termina yendo a votar. Puede que el clima del momento se traduzca en abstención, más que en crecimiento electoral de una u otra candidatura.
“La inoperancia en seguridad pública, la escalada de conflicto en la Araucanía y el mal manejo del problema migratorio han abierto espacio a la ultraderecha. El sueño de una centroderecha democrática y liberal parece mutar en la resurrección de algo parecido a la UDI fundacional.”
En Brasil, el descontento con el sistema político tradicional proveyó el sustrato fundamental para el crecimiento de Bolsonaro. ¿Cómo está la situación en Chile, en ese sentido? Los sondeos que estamos realizando con la Plataforma Telar respecto a las visiones ciudadanas sobre el proceso constituyente reflejan un posible cambio en las actitudes políticas de los sectores populares. Quienes hasta hace algunos meses veían con esperanza y optimismo el proceso, hoy cargan con dudas, incertidumbres y temores. Al mismo tiempo, parecen haber comenzado a equiparar a la Convención Constituyente con la política tradicional. Abundan las referencias a los problemas de seguridad, a la delincuencia, a la carestía, a sus problemas cotidianos. A esos problemas les habla Kast.
¿Alcanzará este eventual cambio en el clima de opinión a proveer un sustrato suficiente para que Kast logre movilizar masivamente electorado popular? ¿Lograrán permear, más allá de la burbuja ABC1, cuestionamientos al liderazgo de Apruebo Dignidad como los que plantea Hugo Herrera en su columna: “Los Ungidos”? ¿Harán mella allí las dudas sobre elencos, programas, y preparación de cuadros para el gobierno? ¿Lograrán los sesgos, las burbujas y los temores de cada cual torcer el rumbo de la agenda de cambios? ¿Generará el miedo y el alto rechazo que vemos en las encuestas a la figura de Kast una contra reacción a la reacción? Nuevamente, no tenemos idea.
Sí sabemos que, a partir del estallido, sectores que no votaban (un grupo significativo de jóvenes de sectores medios y populares) se volcaron a las urnas, apoyando el cambio. Eso podría dotar de una base sólida de apoyo y movilización al proyecto que hoy encarna Gabriel Boric. ¿Cuán sólida es esa base, honestamente, no lo sabemos? ¿Cuánto del conservadurismo popular y del visceral anticomunismo chileno logrará movilizar Kast, tampoco?
Todo esto que no sabemos no es meramente achacable a las encuestas y sus problemas. También es reflejo de una política fuertemente personalista y sin partidos, que funciona a los bandazos y al influjo del escándalo de la jornada y las operaciones comunicacionales (aunque estas últimas muchas veces hoy generen boomerangs en contra de quienes las impulsan). La incertidumbre proviene de contar con una clase política sin vasos comunicantes con segmentos importantes de la sociedad, y de un sistema de circulación de información política en que campean las burbujas, los sesgos de confirmación, y las operaciones comunicacionales. A corto plazo, al menos, ¡nada que hacer!
CONVIVENCIA CON UNA DERECHA REPUBLICANA
Con resignación, concluyo abordando la tercera interrogante que me motivó a escribir esta columna: ¿qué implica el fortalecimiento de Republicanos para el futuro de la derecha chilena y más allá de ella, para un deterioro aún más profundo de nuestra convivencia democrática?
Basta darle una lectura rápida al programa de la ultraderecha para entender que los personeros de la derecha liberal y de la derecha social que decidan abrazarse a Kast en segunda vuelta, pondrán en entredicho sus credenciales democráticas, liberales y de compromiso social. Así, cuanto más se acerque Kast al oficialismo y sus rostros, más riesgo corre de colgarse al cuello el ancla que hoy representan los rostros oficialistas.
Queda por verse entonces qué costos le generará el pragmático y desesperado desembarco oficialista a la candidatura de Kast, especialmente cuando la derecha deba tomar posición respecto a la Acusación Constitucional del presidente Piñera. Esta contradicción es fundamental para entender los dilemas que enfrentará el sector en la segunda vuelta.
“¿Estamos frente a un fenómeno cualitativamente diferente al de “El rechazo crece” que terminó en la paliza 80-20 del plebiscito? No lo sabemos.”
Y hablando del presidente, dicen que su viejo sueño, antes de llegar a la Moneda en 2010, era sepultar políticamente a la UDI, para potenciar a la derecha liberal. Al final de su segundo mandato parece haber contribuido a desfondar a la derecha liberal, a la derecha social y a la UDI. Al menos por ahora, solo parece avanzar la ultraderecha Republicana.
La inoperancia de estos años respecto a los temas de seguridad pública, la escalada de conflicto en la Araucanía y el mal manejo del problema migratorio han abierto espacio a la ultraderecha. El sueño de una centroderecha democrática y liberal parece mutar en la resurrección de algo parecido a la UDI fundacional. Sin embargo, en esta coyuntura, el crecimiento de la ultraderecha otorga una oportunidad única para la derecha democrática. Quienes paguen el precio a corto plazo de aislar a la ultraderecha, contribuirán a la reconstrucción de una centroderecha con fuerte compromiso democrático. En eso Sichel y su conferencia de prensa del otro día, dan en el clavo. Si en cambio optan por el pragmatismo y el corto plazo, se darán un doble disparo en los pies. Primero, porque obturarán por un buen tiempo la posibilidad de contar en Chile con la derecha democrática que tanto requerimos tener. Segundo, porque en el poco probable escenario de que terminen ganando la elección, propiciarán el desmadre que augura el encuentro de respuestas simples, radicales y estrictamente aberrantes, con los serios problemas que hoy tiene el país.
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