Juan Pablo Luna, politólogo

“Boric no puede ser solo una especie de Concertación 2.0”

TEMAS: , , , , , , , ,

El nombre del o la ministra de Hacienda tiene a todos nerviosos. Juan Pablo Luna opina que se debe elegir a alguien que acepte ser una pieza relevante pero no central: que quiera jugar como alfil o caballo y no como reina.  Piensa que en los años que vienen los economistas no deben dominar el debate porque los asuntos cruciales son políticos. El principal de ellos es éste: llegar a un consenso social sobre una nueva forma de desarrollo sustentable. Luna cree que el gobierno de Boric es casi nuestra última oportunidad de encontrar ese modelo, “antes que irrumpa la ultraderecha o un liderazgo completamente outsider”.


Después de la primera vuelta presidencial, cuando el panorama para Gabriel Boric era oscuro, Juan Pablo Luna, uno de los politólogos más prolíficos e influyentes de la academia chilena, anunció en una columna en TerceraDosis que no se mantendría al margen y que se sumaría a esa campaña. En ese texto urgente y muy personal, confesaba su temor ante el pinochetismo de Kast, cuya virtud era decir brutalidades con calma y buen tono. También ordenaba las prioridades políticas como quien salva lo esencial, durante un incendio. Sugería, por ejemplo, que tras el magro resultado parlamentario, Boric pusiera todo su esfuerzo en proteger la Constituyente: es decir, que fuera el último presidente de la transición, el definitivo, enfocado en sentar las bases de una nueva democracia a través de ayudar a dar vida a una Constitución sana y transversal.

Pese al arrollador triunfo del domingo pasado, Juan Pablo Luna, de vuelta en la academia, cree que la Constitución debe marcar la hoja de ruta del primer año de gobierno. Sugiere que el presidente electo no se lance a proponer proyectos de ley como los de las AFPs o reformas tributarias, sino que primero instale conversaciones y negociaciones sobre un modelo de desarrollo. Ese diálogo no debería ser liderado por Hacienda sino por un equipo político, desde el “segundo piso”.

El desafío que propone Luna es enorme para una fuerza política joven como la que lidera Boric. Se trata de sentar a la mesa a empresarios con actores que han estado décadas al margen de las decisiones y que el Frente Amplio debería vertebrar. Y, más importante, hacer que emerja de esa mesa, un acuerdo que nos lleve a “un desarrollo verde, más justo y que propenda al crecimiento económico”, dijo Luna a TerceraDosis.

Tal vez el mayor activo para ese proyecto sea el tipo de liderazgo que tiene el presidente electo, quien logró transformarse en el heredero del Apruebo y representar una demanda de cambio y de diálogo, según el politólogo.

En los seis meses que van desde que Pamela Jiles le hizo bulling porque no juntaba los votos para la primaria, hasta que se transformó en el candidato a presidente más votado desde el regreso a la democracia, Boric habría desplegado características personales poco usuales en la política actual. “Hoy es un liderazgo abierto al diálogo, que reconoce sus errores, que convoca a los niños, que a las señoras mayores les genera el impulso a cuidarlo” y que “sintoniza la demanda de cambio con una institucionalidad que él también representa”, dice Luna.

Después de haberse levantado como una alternativa al Partido Comunista, en la primaria, y como la alternativa a la extrema derecha de José Antonio Kast, Boric parece estar ocupando el espacio que tenía la Concertación. Luna cree que eso es así, pero advierte: “Boric no puede ser solo una especie de Concertación 2.0. Ahí está el desafío: mantener un tono dialogante, una apertura a la negociación, pero también un programa de cambios profundos.”

Otro motivo por el que no puede ser una Concertación 2.0 es que esa coalición, luego de llegar al poder en 1990, desmovilizó las bases sociales que le habían permitido derrotar a la dictadura. Tras la elección, como ha contado Rafael Otano en su célebre Crónica de la Transición, el mensaje de los Boeninger y de los Correa fue “ahora nosotros, los que sabemos nos haremos cargo, ustedes vayan a sus trabajos”. Luna cree que hacer eso sería “la receta para el desastre”. Un gobierno como el de Boric, que quiere hacer cambios profundos, necesita tener una masa que lo apoye y se movilice.

Luna cree que el Frente Amplio tiene importantes cualidades para el periodo que viene. Por ejemplo, “cinco o seis liderazgos jóvenes ya fogueados, que van a tener experiencia de gobierno y que pueden eventualmente continuar la línea después de este mandato de Boric”. También tiene la gran ventaja de la juventud en un contexto donde todos los partidos son viejos y necesitan renovarse.  Pero una gran debilidad es su poder territorial. El FA “carece de una relación orgánica con sectores que son clave para sostener la promesa de cambios. Entonces el riesgo es que esta adhesión del domingo termine siendo muy evanescente y que, ante los primeros obstáculos, que van a ser muchos, la gente se desapegue rápido”.

El FA, insiste Luna, tiene que crear una infraestructura de representación “que logre vertebrar intereses presentes, pero sumamente dispersos, en la sociedad chilena” pues su programa va a estar “continuamente amenazado por poderes fácticos que sí tienen mucha organización y que dominan la agenda de los medios de comunicación, que tienen peso en el Congreso y que tienen, en definitiva, el poder estructural e instrumental como para hacer naufragar la agenda de reformas. Una base popular de respaldo es algo que les falta a todos los partidos, pero para fuerzas políticas cuyo único recurso es el voto de quienes no tienen otra forma de incidir en política, es más necesaria aún”.

PRIORIDAD CONSTITUCIONAL

-En la columna El Centro sostuviste que la tarea prioritaria del gobierno debía ser asegurar el éxito de la Constituyente. ¿Te parece que eso debe cambiar después del triunfo del domingo pasado?

-Para mí sigue siendo el principal desafío para el primer año de gobierno. Y es un asunto difícil porque, por un lado, tiene que apoyar institucionalmente a la Convención, otorgando los recursos necesarios y planificando desde ya cómo hacer para que el plebiscito de salida, con voto obligatorio, no termine en un desastre logístico, pensando en lo que pasó con el transporte público en la segunda vuelta. Por otro lado, el gobierno debe mantenerse lo más lejos posible de la Convención, por dos razones: para garantizar que salga un texto amplio que no se vea como el proyecto de Apruebo Dignidad o de Gabriel Boric o del Frente Amplio, sino uno que haga sentido a una amplia mayoría. Y porque hay un riesgo de deterioro de la economía y de problemas de orden público; y hay que evitar que el plebiscito sea visto como un referéndum sobre los primeros meses del gobierno. El éxito del proceso constituyente no es trivial y su resultado también depende de lo que haga la Convención, a la que también le conviene mostrar autonomía respecto del gobierno electo.

-¿Cómo se concilia eso con las grandes reformas que se esperan? ¿Si no se avanza en eso primero, por ejemplo, en las AFPs, no crees que sus adherentes se sentirán frustrados?

-Al conversar con la gente, ves que lo que necesitan son soluciones a problemas bastante aterrizados; la ciudadanía quiere ver un sentido de cambio y de transformación social claro, pero eso no significa que esté haciendo cuentas con un Excel a los dos meses del gobierno. Me parece que la gente es más sofisticada y entiende las dificultades de gobernar un país que hace un par de años viene atravesando una crisis.

-Pero estas reformas fueron los asuntos centrales en los debates presidenciales.

-Me parece que ahí hubo una desconexión evidente de la campaña y de los medios, con las necesidades de las personas. Cuando se logró salir, a duras penas, de la discusión de Cuba y el comunismo, nos pusimos a debatir, muchas veces con los economistas erigidos como árbitros supremos, propuestas de política pública, que hoy se ven como difícilmente practicables.   Todo eso oscurece las cosas que a la gente le importan y que tienen que ver menos con cambios legales y más con la ejecución y la gestión, con lo que en política pública se denomina “la última milla”.


“El gobierno de Boric debe mantenerse lo más lejos posible de la Convención para garantizar que salga un texto amplio que no se vea como el proyecto de Apruebo Dignidad o de Gabriel Boric”


-Detállame eso. ¿Crees que las reformas grandes, como las de las AFPs, no son preocupación de las personas?

-Lo que digo es que “las reformas grandes” tienen que hacerse, son necesarias. Pero deberían entrar en la agenda, de la mano de la Constituyente y después de la Constituyente. No antes. Esa visión tiene una clave pragmática, salvar la Constituyente, pero también tiene una justificación más sustantiva. Antes de discutir lo sectorial y más allá de atender rápido las urgencias más inmediatas, Chile requiere discutir y encontrar un modelo de desarrollo que hoy no tiene. Creo que, durante el primer año, el gobierno debiera mejorar la gestión de políticas públicas, en asuntos que a la gente le pesan mucho en su vida cotidiana, y al mismo tiempo ir preparando el terreno para cuadrar un pacto social que, articulado en paralelo a la Convención, genere un nuevo proyecto de desarrollo para Chile. Eso no se hace por la vía legislativa y con reformas sectoriales. Se hace sentando a la mesa sectores empresariales, pero fundamentalmente, también a otros sectores que va a haber que vertebrar, para que puedan negociar un desarrollo verde, más justo y que también busque apuntalar el crecimiento económico.

-O sea, Boric tiene que partir por conversar, no enviar proyectos de inmediato.

-Tiene que abrir negociaciones antes que tirar sobre la mesa proyectos de ley que van a enredar el debate público y generar una cantidad de reacciones de los poderes fácticos, en un contexto en el cual el proyecto número uno tiene que ser sacar adelante una nueva Constitución. Me parece que Gabriel Boric, por las características de personalidad que tiene, puede encarnar ese énfasis.

-Cuando hablas de “tareas de gestión” para el primer año, concretamente, ¿a qué te refieres?

-Por ejemplo, respecto al sistema público de educación, una queja recurrente en los sectores populares es que listan tres colegios como prioritarios para enviar a sus hijos y los terminan mandando a un cuarto, que por alguna razón no les satisface. En salud lo que se escucha más asiduamente es la falta de especialistas y lo que eso significa en cuanto a la demora en recibir una atención digna. En esos temas se puede ir avanzando y hacer una diferencia en la vida de la gente.

-Una reforma grande y urgente es la de Carabineros. Eso no parece un asunto solo de gestión.

-Esa reforma se tiene que hacer gradualmente y deben contar con apoyo institucional. No se puede sacar a Carabineros de la calle, reformarlo y volverlo a poner. Hay que reformarlo mientras actúa, y sabemos que hacerlo a contrapelo de la institución genera riesgos evidentes y bien concretos. ¿Qué hacer entonces? Mientras esa reforma avanza, se puede tratar de coordinar la acción de distintas instituciones del Estado, de modo de expandir la presencia en territorios que han sido virtualmente abandonados, o donde la única presencia estatal hoy es policial. La coordinación interinstitucional, también con gobiernos locales, debería buscar llenar el territorio de Estado. En eso creo que también hay una oportunidad potente en la relación que Gabriel Boric ha gestado con los nuevos gobiernos regionales, hoy carentes de capacidad de acción.


“El Frente Amplio tiene cinco o seis liderazgos jóvenes ya fogueados, que van a tener experiencia de gobierno y que pueden eventualmente continuar la línea después de este mandato de Boric.”


-¿Cómo crees que hay que abordar las otras grandes reformas, como las Isapres?

-Creo que más que pensar en reformas tributarias, de pensiones o de salud, tiene sentido abrir un proceso de articulación social que genere un acuerdo sobre cómo crecemos y garantizamos derechos en este nuevo Chile. Eso pasa por combinar incentivos a la inversión, discutir qué tipo de inversión se quiere atraer, con qué esquemas y beneficios tributarios y con qué parámetros redistributivos; o sea, pasa por una discusión de un modelo de desarrollo que tiene luego bajadas sectoriales. Me parece que hay una oportunidad de hacer lo siguiente: por un lado, tomarnos un tiempo para atacar las urgencias en términos de la gestión, que no requieren tanto proceso parlamentario, que requieren más bien coordinación y eficiencia y, simultáneamente, abrir un proceso de articulación social donde no participen sólo los mismos de siempre, sino también y fundamentalmente otros, que el gobierno de Apruebo Dignidad tiene que representar pero también tiene que vertebrar en términos políticos. En función de ese proceso de articulación social, en el segundo tiempo del gobierno, que se abre una vez que esté aprobada la nueva Constitución, si es que eso sucede, es posible empezar a implementar reformas sectoriales que tengan que ver con esa visión de país más compartida. Creo que desde esa articulación y a partir de ello, que es posible con las características de liderazgo de Gabriel Boric, se pueden ir haciendo factibles las mayorías en el Congreso que hoy no se tienen.

MÁS POLÍTICA QUE ECONOMÍA

-Llevar adelante esa “articulación social” requiere una gran capacidad política que hay que construir. Por otra parte, implica también un tipo de ministro de Hacienda distinto a esos que quieren hacer lo de siempre, sin disrupciones. ¿Te parece que existe ese perfil en el Frente Amplio? ¿O tienen que recurrir a la Concertación en busca de esa experiencia política y técnica?

-Creo que este es un proyecto más del “segundo piso” que de Hacienda. Es un proyecto más político que de macroeconomía. Venimos de un período largo en que los proyectos políticos se subordinaban a Hacienda. Y en que también, políticos que buscaban un chivo expiatorio para no hacer política, es decir, para no discutir el modelo y hacer frente a sus pifias, recurrían a Hacienda en busca de una justificación técnica para despolitizar el debate. Hay que entender que lo que antecede a la crisis de Chile es un largo período en que los liderazgos políticos optaron por vaciar de contenido a la política. Y la justificación para eso siempre estaba en “Hacienda”. Hoy vivimos tiempos en que reducir la política a la técnica es inviable, si no , mira la discusión sobre los retiros y cómo terminó ese asunto. Es evidente para mí que hoy Chile es una sociedad donde la política ha vuelto a ser central; y eso que se refleja en la sociedad también debe reflejarse en la dinámica institucional y en las políticas públicas. Hacienda tiene que, básicamente, mantener los equilibrios macroeconómicos sin subordinar la agenda y la política a ello. Entonces diría que en Hacienda habría que tener a alguien responsable, que cuide las cuentas y que pueda decir que no cuando hay que decir que no, pero con la cabeza abierta y la humildad necesaria para entender que es imprescindible buscar un nuevo modelo de crecimiento con parámetros y variables que no están consideradas en la ecuación tradicional.

-Es interesante pensar en un gobierno donde no mande Hacienda , sino la política. Sin embargo, el ministro de Hacienda es el que les da confianza a los mercados y a la elite. Y cuando no tienes uno de su gusto, te lo pueden voltear. Me cuesta pensar en nombres que estén dispuestos a eso.

-Creo que la pregunta apunta al quid de la cuestión: el dilema está en encontrar un o una economista que tranquilice a los mercados y que dé garantías pero que al mismo tiempo esté dispuesto a entender que esa no es la única lógica desde la cual se tiene que hacer política pública en Chile. Me temo que son pocos quienes en la profesión están dispuestos a aceptar eso. Pero me parece fundamental elegir a alguien que pueda jugar ese rol, aceptar que es una pieza relevante, pero que debe actuar más como alfil o caballo que como dama. Y deberá entender que la única forma de salir de la crisis actual que Chile tiene no es meramente volver a crecer, sino encontrar una nueva forma más sustentable y consensuada para buscar el crecimiento y el desarrollo.


Hacienda tiene que, básicamente, mantener los equilibrios macroeconómicos, sin subordinar la agenda y la política a ello.”


-Esta “nueva forma de crecer” tampoco está tan clara. O sea, es claro, la desigualdad enorme de Chile, donde el 10% más rico se lleva el 60% del ingreso, como muestra el economista Ignacio Flores, no puede seguir. Y uno podría suponer que esa concentración tiene que ver con una economía basada en materias primas. Pero una forma alternativa de crecimiento no ha sido testeada.

-Claro, no hay modelo, hay múltiples desafíos y debilidades y hay algunas oportunidades y recursos. Hasta hoy Chile ha tenido un modelo de capitalismo desregulado, con falta de competencia en muchos mercados, lo que está asociado a los privilegios de sectores y actores específicos. La crisis de ese modelo, el proceso constituyente y la elección de Boric, con el trasfondo de dos años duros para todos, generan una ventana de oportunidad para buscar una estrategia de capitalismo coordinado, en que el empresariado, el Estado, los trabajadores, las comunidades trabajen en conjunto en torno a un modelo de crecimiento y redistribución socialmente acordado; capaz de explotar las ventajas competitivas que Chile tiene o debe desarrollar en el contexto global actual. Creo que hay espacio para abrir un proceso de diálogo social de ese tipo. Pienso en los Países Bajos que salieron de la enfermedad holandesa redefiniendo su modelo de desarrollo mediante la negociación creativa entre actores sociales que, hasta entonces, en la economía política tradicional de aquel país, estaban en campos enfrentados.

-Concretamente ¿qué es lo que crees que hay que debatir?

-Por ejemplo, Chile tiene una gran riqueza minera pero hoy no se puede hacer más minería que no sea sustentable con el medioambiente y que produzca rentas que beneficien también a las regiones productoras. Por otra parte, hay una gran oportunidad con el hidrógeno verde, con las energías renovables. Está el campo del turismo. Hay sectores exportadores dinámicos pero con poco valor agregado y hoy asediados, por ejemplo, por los efectos del cambio climático. ¿Cómo afecta a todos esos sectores la revolución de los datos y inteligencia artificial? También hay que discutir inserción internacional. ¿Cómo, con qué estrategia, se va a negociar con actores internacionales con impacto directo sobre nuestro modelo de desarrollo, como China, EEUU, la EU, etc.?  ¿Qué tipo de relaciones internacionales vamos a tener, con qué énfasis, para qué proyecto de desarrollo? Para todo eso no hay una respuesta articulada; algunos sectores tienen una respuesta, pero son casi respuestas por defecto, reactivas. Y no están ancladas en una visión respecto a qué desarrollo es deseable y posible para Chile.

Ilustración: Leo Camus

NIXON VA A CHINA

Luna cree que, sin una tener un proyecto de desarrollo más articulado, “debatir reformas sectoriales a las AFPs, a la salud, a la educación, equivale a navegar sin brújula”. Pero una articulación que permita avanzar, por ejemplo, hacia una minería sustentable, o aprovechar la oportunidad del hidrógeno verde, o discutir cómo nuestro proyecto de desarrollo se conecta con nuestra inserción internacional, requiere cierta disposición de la derecha a colaborar. Y eso no es tan claro.

Al seguir a Kast, la derecha pareció aferrarse a la idea de que es posible volver a antes del estallido social del 18 de octubre. Y Luna estima que ese proyecto es suicida.

– Creo que una victoria de Kast, que venía con el supuesto de salvar a Chile del comunismo, habría escalado el conflicto y habría prendido fuego al país en muy corto plazo. Pensemos en Piñera, quien prometía venir a salvarnos de Chilezuela. Terminó poniendo a Chile al borde de una crisis similar a la que termina con el Punto Fijo en aquel país y, de paso, hundiendo claves del modelo muy caras al empresariado que lo veía como salvador. Piñera termina desahuciando a las AFPs, a la Constitución, al orden público, a la centro-derecha en sus múltiples expresiones; termina también contribuyendo a dañar fuertemente la reputación de Carabineros, escalando el conflicto en la Araucanía, amparando una ilegalidad y una informalidad campante en la economía. Hay que reconocer sí, que nos vacunó a todos y a todas. Pero lo realmente importante de todo esto es que su elección, el apoyo a la candidatura de Kast, y el propio derrotero de la derecha en este trance, reflejan una carencia profunda de visión y proyecto en su base social. Con esa carencia se compran relatos siempre cómodos, siempre complacientes, anclados en su falta de conexión con el resto del país y su realidad. Debería ser evidente a estas alturas que operando en base a dichas carencias terminan en giros suicidas, destruyendo lo que dicen vienen a salvar cuando gobiernan, sin darse cuenta y echándole la culpa a otros.

Aunque la derecha que siguió a Kast “puede eventualmente irse en la dura”, apostar al fracaso de la constituyente y construir su futuro a partir del fracaso de Boric, Luna cree que es posible también que ese sector inicie un proceso de negociación hacia el centro, y se vaya construyendo una derecha dialogante que, de alguna manera, se sume y se haga cargo /del proceso de cambios.

-Toda sociedad desigual necesita una derecha democrática y bien consolidada, que tenga capacidad de incidir. Esa es la economía política de este tipo de sociedades, si no, tarde o temprano, la democracia se quiebra.

-Parece que las personas con grandes capitales no creen en un proceso de cambios. Ha salido mucha plata de Chile.

-Sí. Desde el estallido hay un proceso de fuga de capitales que se incrementó también durante este ciclo electoral, al punto que la victoria de Boric estaba esencialmente descontada en el precio del dólar. Pero creo que Gabriel Boric tiene una oportunidad en este contexto. En su visita a la ENADE mi impresión es que sorprendió a los empresarios porque les dijo “necesitamos reformas, pero aquí tienen a alguien que está dispuesto a escucharlos y a negociar”. Tras la segunda vuelta, ese discurso se ha vuelto más creíble. Creo que ese tipo de movimiento puede generar un efecto en la relación con el empresariado, es un “Nixon va a China” ¿no? Nadie esperaba que Nixon fuera a negociar a China y eso genera un efecto, en términos de la apertura de la negociación. Lo que me parece que es evidente que no puede volver a pasar es que Nixon vaya a China y se quede en China y solo escuche a China.

-Claro, esa sería la Concertación de nuevo.

-Esa sería la Concertación 2.0 y duraría mucho menos que la versión 1.0. Lo que me parece debe hacer es pensar, bueno, ¿Cómo siento a la mesa no solo a los empresarios , sino a todos aquellos que no tuvieron influencia y han visto sus intereses mucho menos reflejados en la política pública? Creo que ese es el mecanismo que tiene que tratar de articular este gobierno. Es difícil de lograr, hay múltiples escollos y desafíos. Pero también hoy hay una oportunidad de abrir un proceso semejante como no la hubo durante mucho tiempo.

-¿Ese proyecto puede interesar a los inversionistas internacionales?

Al conversar con inversores internacionales y también con diplomáticos extranjeros, me consta que ven a Chile con menos incertidumbre y más confianza que el empresariado local. Hay mucha gente en el exterior y en representaciones diplomáticas que sigue queriendo hacer negocios con Chile, que ve que el estallido ha podido ser canalizado institucionalmente, contra todo pronóstico. Es anecdótico, pero el otro día, Brian Winter, director del Council of the Americas, publicó una nota que refleja en parte esa visión. Desde esa perspectiva, la visión de parte importante del empresariado chileno que aquí se nos venía el “comunismo” es francamente irrisoria. Eso refleja, por una parte, un problema de falta de mundo -junto con la arrogancia de pensar que el modelo chileno era el mejor posible – y, por otra, la miopía para entender las causas profundas detrás del estallido social y las características de la demanda ciudadana. Todo eso impide comprender que la única forma de avanzar es reconstituyendo un entramado social que está quebrado. No hay mercado que funcione en una sociedad que está quebrada. Una sociedad quebrada no tiene ley, por más lindas que sean las leyes y proyectos que discutan los “notables”.

LA ULTIMA OPORTUNIDAD

La crisis política por la que pasa Chile no es solo un asunto local. La democracia está siendo desafiada en todo el mundo por populismos, discursos de odio y candidaturas hechas a punta de fake news, que alimentan la idea de que con mano dura habrá abundancia.

“El problema de la democracia es evidente y es casi asimilable al del cambio climático. Sabemos que tenemos un problema enorme, pero no hemos encontrado soluciones eficaces y me temo que éstas no pasan por repetir las recetas que funcionaron en el pasado”, dijo Luna a TerceraDosis.

En una carrera contra el tiempo, muchas democracias buscan una vía para que no se impongan gobiernos como el de Bolsonaro o de Trump. Por eso la noticia del triunfo de Boric fue recibida con alivio en el continente. Se detuvo el avance de la derecha populista más extrema. Pero, ¿por cuánto tiempo?

-Creo que la presidencia de Boric es casi la última oportunidad de encontrar una solución, antes que irrumpa la ultraderecha o un liderazgo completamente outsider. Por eso, y dado que no tenemos respuestas claras, me importa enfatizar la necesidad de articulación social y de abrir un espacio de negociación a nivel sistémico. O nos salvamos o nos hundimos juntos. Ese espacio no es una conversación sobre Chile, sobre nuestros sueños, nuestras demandas, o nuestros dolores. Es una conversación que debe orientarse hacia delante. Hay que negociar y concertar una fórmula para buscar una salida constructiva de esta crisis. Y debe ser una conversación relativamente vinculante, con actores que deben tener representatividad y legitimidad. Ahí está el desafío: vertebrar, de alguna manera, una sociedad que está completamente quebrada, desapegada, y aquejada por urgencias inmediatas. Carecemos de una estructuración política del malestar, por eso mismo hemos visto vaivenes electorales en este ciclo de elecciones. Pero me parece que quienes quieren ver ahí señales que apuntan a un retorno al pasado, se están disparando en el pie.


“Si estamos donde estamos es porque la ortodoxia economicista tenía puntos ciegos, que sería bueno que comencemos a problematizar.”


-Esta idea de que no hay respuestas definitivas a los problemas de hoy debería ser entendida por los medios de comunicación que en las elecciones asumen el rol de un profesor que le toma la materia a un alumno. Sabe o no sabe. Y lo importante para el futuro, nadie lo sabe; hay que construirlo.

-No soy especialista en medios, pero concuerdo con tu descripción del rol de la mayoría de la prensa en la campaña. Pero más allá de la prensa, cuya majadería y afán de protagonismo barato a mí personalmente me llama la atención al comparar Chile con otros países, creo que hay un problema más general y grave. Tiene que ver, de nuevo, con pensar y abordar el debate de política pública desde las lógicas que dicta la ortodoxia de los economistas. Si estamos donde estamos es porque esa ortodoxia tenía puntos ciegos, que sería bueno que comencemos a problematizar. Sin ir más lejos, las métricas que utilizamos para analizar el desarrollo, se nos quedaron evidentemente cortas y tenían sesgos, ¿o no?  Otra lógica asociada a esa ortodoxia es la de buscar mecanismos institucionales que introduzcan incentivos para que la gente haga lo que buscamos como objetivo de política pública. O sea, yo quiero que la gente lleve a sus hijos al médico y que escolarice a sus niños desde temprano, entonces condiciono la política social y los bonos a que las personas cumplan con esas obligaciones. Todo muy bonito. Pero el problema es que cuando uno aplica ese tipo de mecanismos en un Estado débil y en una sociedad desigual, el mecanismo que diseñé en el ministerio aterriza en distintas realidades locales de forma muy diferente, e interactúa con variables contextuales de forma bien creativa. La gente, los actores institucionales locales, se apropian de los mecanismos y subvierten su sentido en función de una realidad que los del ministerio desconocen. Y después se consigue un préstamo de un organismo internacional, se hace una medición de impacto que por diseño controla (anulando vía aleatorización) el efecto de aquellos factores contextuales sin siquiera conocer cómo operan más allá del promedio, se publican sendos papers, si la cosa va bien se “exporta” el mecanismo a otros países y se hace harta consultoría. Pero pasan una cantidad de cosas en terreno sobre las que sabemos muy poco; esas “cosas” terminan generando, en el tiempo, hartas externalidades que desconocemos o subestimamos. Te doy un ejemplo: en Chile tenemos una epidemia de embarazo adolescente en sectores populares. No es inusual encontrarse con colegas que piensan que el único problema ahí radica en la falta de educación sexual, o de anticonceptivos o de métodos seguros y legales para abortar. Pero en los sectores populares, una niña con guagua gana, a través de su maternidad, un pasaporte a la adultez. En un contexto de desesperanza y precariedad, gana estatus social frente a sus pares, empieza a recibir subsidios del Estado que no estaban disponibles cuando era niña pero sí cuando es madre, puede eventualmente postular a vivienda y emanciparse de un hogar en el que la pasa mal, etc. No es que no sepa cuidarse en sus relaciones sexuales, es otra racionalidad que hace harto sentido dado un contexto y una perspectiva de vida localmente determinada.

-O sea, en sociedades tan desiguales, las personas usan lo que venga, lo que esté a mano, para suplir sus problemas básicos.

Claro. El problema pasa yo creo por buscar visiones “súper simplistas” y pensar en balas de plata para problemas donde no solo la causa es compleja: la estructura causal en distintos sectores de la sociedad es muy diferente. Entonces si uno diseña una única política pública desde arriba, no le achunta y genera todo tipo de externalidad hacia otro lado. Y en eso pesa la falta de vasos comunicantes con la sociedad civil. Cuando esos canales existen, los locales llaman al ministerio y avisan: “miren que no está funcionando”, “hay que solucionar esto, esto otro, y aquello”.


Deja un comentario