Foto intervenida por Leo Camus

Enrique Aliste, geógrafo de la Universidad de Chile

“Hoy el capitalismo se salva a través de discursos ambientales. Es bien fascinante”

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A comienzos de los 2000 llegaron a Aysén los millonarios filántropos; luego otros no tan filántropos y en los últimos cinco años, las inmobiliarias. Cuando LUN contó que esto era un negocio, ya solo quedaban los saldos de uno de los últimos pedazos de naturaleza prístina del mundo. El geógrafo Enrique Aliste ha documentado este acaparamiento de tierras donde los antiguos colonos recibieron “tres chauchas” y donde la idea de salvar la naturaleza se volvió un enorme negocio. “A lo mejor nos puede salvar el que la naturaleza se transforme en un privilegio y quede concentrada en manos privadas, no lo sé”, reflexiona Aliste.


Enrique Aliste es profesor titular del departamento de Geografía de la Universidad de Chile y doctor en Geografía y Estudios del Desarrollo de École des Hautes Études en Sciences Sociales – EHESS de Paris, Francia. En 2018 obtuvo el Premio Nacional de Geografía que otorga la Sociedad Chilena de Ciencias Geográficas, SOCHIGEO. Ha investigado las políticas de desarrollo, discursos y cambios geográficos ocurridos en la región de Aysén en los últimos 30 años. Es co-autor de dos investigaciones que documentan por primera vez la venta de tierras de colonos-ganaderos a grupos empresariales y que describen la acumulación ocurrida en las comunas de O’Higgins y Tortel, desde los 90 hasta ahora[1].

-¿Cómo describirías el proceso vivido en Aysén en los últimos 30 años?

-Uno podría afirmar que pasamos de los paisajes de la mala hierba, a la idea del bosque sagrado, como dice uno de los artículos. Es decir, pasamos de ver estas tierras como una zona marginal, hostil e, incluso desde una perspectiva geopolítica, como áreas de abandono, a considerarlas el nuevo tesoro verde, debido al contexto global en el que la naturaleza adquiere valor. Douglas Tompkins jugó un papel súper importante en esto. Cuando llegó a Chile en los ’90 hubo campañas en su contra: senadores y diputados, grupos nacionalistas, lo encontraban sospechoso ¿Por qué alguien quiere comprar tantas tierras sin explotarlas? Esto era demasiado raro. Pero claro, tenía que ver con un fenómeno más complejo, porque Tompkins llegó a Chile a sugerencia de un grupo de ecologistas de California que ya habían visto en los bosques templado-húmedo y fríos del sur una suerte de paralelo con lo que había en su país: la presencia de coníferas, alerces y cupresáceas en una zona lluviosa fría con características ecosistémicas muy valiosas. Entonces estos ecologistas se maravillaron y convencieron al millonario filántropo de venir. Bueno, esta es una parte muy resumida de la historia, evidentemente hay mucho más y más complejo, pero el punto es que estos procesos empiezan a generar un nuevo contexto. Hasta el gobierno de Frei, la preocupación por el medio ambiente era considerada un lujo, porque prima la mirada desarrollista, el crecimiento, la extracción. Pero luego aparece el tema medio ambiental no solamente como un discurso de buena onda si no como un aspecto que tiene también una rentabilidad inesperada, un retorno importante.

-Las Margaritas S.A, una sociedad vinculada a Andrónico Luksic, pasó de tener 1.600 a más de 30 mil hectáreas ¿Qué negocio ves aquí?

-Yo no sé qué negocio exactamente está haciendo. Pero pueden estar ocurriendo varias cosas. Primero, en contextos de cambio climático, acuerdo de Paris y todo lo que se ha discutido en torno a biodiversidad, la naturaleza prístina es escasa. Segundo, estos escenarios llevan hoy día a que poseer naturaleza es rentable. Es decir, cuando el discurso de la naturaleza se llevó al mercado y se transformó en un objeto de deseo, ya no es solo la buena onda, los pajaritos, los arrayanes ni los huemules, sino que se trata de un bien valorado. Tercero, los mecanismos de compensaciones probablemente seguirán funcionando -como por ejemplo, los bonos de carbono– y es muy probable que se proyecten escenarios donde las acciones de varias industrias van a exigir compensaciones. Entonces, la persona que tenga el patrimonio de aquello que es compensable (grandes extensiones de bosques nativos que permiten reducir o compensar emisiones de carbono, o sencillamente naturaleza en estado prístino) tiene también, digámoslo, el sartén por el mango. Lo otro es decir ‘sabes, yo no solamente hago daño, también hago bien’. Si revisas las memorias de Antofagasta Minerals vas a encontrar que algunas de las carátulas están ilustradas con imágenes de la Patagonia ¿Por qué? Bueno, es una forma de mostrar accountability, responsabilidad social y ambiental. Algo así como ‘no solo somos extractivismo, también estamos haciendo otro tipo de cosas’, por eso en nuestra investigación hablamos de la posibilidad de un “eco-extractivismo”.


“Estas tierras que antes eran vistas como una zona marginal, periférica, hostil, pasaron a convertirse en un nuevo tesoro verde”


-Otro asunto importante es que se trata de tierras estratégicas. En su investigación plantean que los campos de hielo sur y norte están entre las últimas reservas de agua dulce, como la Antártica y los hielos de Groenlandia…

-Claro, de alguna forma se ejercen actos simbólicos que son muy relevantes. Lo hemos verificado en nuestras entrevistas en relación con las áreas protegidas por el Estado. En los cinturones de estas áreas, lo que se llama áreas buffer, se ha ido generando una suerte de dificultad de acceso, porque eso también se ha privatizado vía loteos. En ese sentido diría que hay distintos estadios en este fenómeno. El primero es el de los grandes compradores de tierra. Muchos lo han hecho con propósitos filantrópicos y eso no lo podemos poner en duda. Ahora, eso mismo despertó un interés: ‘ah, algo está pasando, se está moviendo el terreno’ y ha llevado a que aparezca una segunda camada: los desarrolladores inmobiliarios. Hoy hay gente dispuesta a hacer inversiones importantes de su vida para este tipo de negocios y hay harta gente también que se está comprando parcelas ecológicas, sin mucha conciencia de los efectos de ello.

-¿Comprar una parcela ecológica es poco ecológico?

-Claro, y es que en cierta medida estás alimentando el negocio del loteo. Además, una parcela ecológica tienes que urbanizarla, ponerle agua, después quieres pasto en vez de vegetación nativa, entonces cortas los árboles que te molestan. En resumen, empiezas a desarrollar una vida ecológica que es súper poco sustentable. Se da entonces la siguiente paradoja: “sabes, lo que yo más quiero es una vida sustentable para mis hijos así es que me voy a ir a vivir a una parcela”, pero esas acciones individuales van empeorando la situación a nivel agregado.

-El titular de Las Últimas Noticias es bien gráfico de la “moda ecológica” y la tercera o cuarta ola de compradores…

-Claro, ahí el asunto se está chacreando completamente: “¿cuánto cuesta tener su parcelita?”, decía el título. Hoy los “viejos” -los colonos originales- están vendiendo. Nos tocó ver casos que eran para llorar.

-¿Por qué?

-Son colonos viejos que se empezaron a quedar solos porque los hijos se fueron y venden sus tierras. Ellos creen que venden súper bien, pero venden en tres chauchas, y la mayoría tiene una relación con el dinero que no dimensiona ni el volumen ni lo que significa. Entonces te encuentras con casos como el de un viejito que vendió una parte importante de sus tierras y él se quedó con su casa, y vendió porque lo único que quería era arreglar su casa, para que no se le siguiera lloviendo, pero los maestros lo estafan, le cobran caro, no vuelven, y fue perdiendo toda su plata. A este señor le habían vendido incluso pastillas para sanarse del COVID. De ese tipo de cosas estamos hablando. Los viejos se entusiasmaron y empezaron a vender. Claro, es plata fresca y es algo que no estaba en su horizonte. Ahora todos quieren comprar y muchos están vendiendo, entonces se ha generado una suerte de bola de nieve. Hasta ahora nosotros hemos identificado varias categorías de compradores: los grandes ecológicos, por decirlode alguna forma; los grandes disfrazados de ecológicos; los desarrolladores inmobiliarios y los genuinamente conservacionistas a pequeña escala. En estas distinciones hay harta diversidad y eso también se refleja en distintas relaciones con el territorio.

-Si uno mira los mapas de su investigación (ver texto central) la lectura lineal es que lo que en Aysén se ha producido es una compra-venta entre privados. ¿Por qué no es solo eso?

-Primero, porque hay una asimetría tremenda de información. Esa asimetría es lo clave: el viejo todavía tiene en su cabeza la idea de cuántos animales puedes meter en una parcela. Muchos que dicen ‘aquí no metes más de 100 vacas u ovejas’, entonces venden en tanta plata y quedan felices y convencidos que hicieron un súper buen negocio. Dicen: ‘vendí monte, era puro monte, esa cuestión no sirve para nada’. Pero el que compró sabe que adquirió naturaleza, que es probablemente uno de los bienes más valiosos hoy, en el contexto de la discusión medioambiental a escala planetaria.


“Cuando el discurso de la naturaleza se llevó al mercado y se transformó en un objeto de deseo, ya no es solo la buena onda, los arrayanes ni los huemules, sino que se trata de un bien escaso”


-¿Hay un abuso por parte de los grandes compradores?

-Yo creo que sí. Seguramente van a salir algunos que dicen que no, que están haciendo algo más justo, que se comprometen con la comunidad, pero lo que ocurre más bien es que se deja operar a las reglas del mercado.

-¿Cuáles son las consecuencias sociales negativas de este cambio en la propiedad de la tierra?

-Además de la asimetría, lo que ocurre es que le dejaste al mercado un patrimonio que va más allá de una negociación entre privados. Estos viejos consiguieron la regularización de sus títulos de propiedad pues había acciones concretas de uso. Eso hace una diferencia y tiene que ver con el acto de habitar. Entonces una pregunta importante para los nuevos colonos es: ¿usted vive en el territorio? Porque muchos de ellos tienen fines de renta, y eso genera desigualdad. Quienes habitan o habitaban se han ido quedando al margen. Se van a Coyhaique, no son grandes masas migratorias pero de a poco van llegando…

-¿Están siendo expulsados?

-Claro, hay expulsión, aunque también pasa que algunos compran y dejan que los viejos sigan viviendo ahí. Otra cosa que sucede y es foco de desigualdad, es que cuando la naturaleza empieza a quedar en manos privadas, el acceso a ella se vuelve restrictivo. Por ejemplo, los precios del turismo en la zona son privativos, entonces les restringes a las personas la oportunidad de conocer. Hoy de hecho sale más barato pasar una semana en Ipanema en Río de Janeiro que en la Patagonia. Y algunos te dicen, ‘pero eso es bueno para la naturaleza’. Y entonces yo pregunto: ¿para quién es la naturaleza? ¿por qué queremos conservar? Ahí se genera un problema ético que es difícil de abordar.

-Otra pregunta de justicia importante: ¿de quién es esta reserva natural, este lugar tan valioso?

-¿De quién es? ¿Para qué la queremos conservar? Estos territorios están mucho más presionados por los escenarios globales que locales. Ahí se produce una tensión y yo no tengo una posición definida, porque creo que nos lleva a un plano ético que requiere de muchas discusiones. Estamos frente a un fenómeno sobre el cual no se puede aplicar solamente un criterio evaluativo, porque tiene que ver con pensar en un futuro que no sabemos qué nos depara. A lo mejor nos puede salvar el que la naturaleza se transforme en un privilegio y quede concentrada en manos privadas, no lo sé. Y esto me recuerda lo que planteaba la fallecida premio nobel de Economía Elinor Ostrom en relación con cómo las personas nos organizamos para manejar los bienes comunes. Ella dice que esto requiere normas de gobernanza, mecanismos que permitan ponerse de acuerdo, pues los bienes comunes no pueden delegarse así no más.

-No debieran delegarse según el poder de compra…

-Claro, tiene que haber acuerdos comunes de uso y de convivencia; tienen que ser acuerdos comunes porque el mercado no va a ser capaz de resolver esos asuntos, decía ella.

-¿Cuál ha sido la posición del Ministerio de Bienes Nacionales en este tema? ¿Se asume esta lógica de los bienes comunes?

-Es probable que haya funcionarios que estén pensando en eso, pero no tienen eco. Es decir, con todo el respeto que merecen los ministerios, yo creo que Bienes Nacionales siempre ha sido un ministerio de menor categoría y, como tiene un valor estratégico, se lo ha mantenido en esa condición.

-En sus publicaciones plantean que algunos de los nuevos colonos de Aysén están haciendo green grabbing, que significa “apropiación de la tierra y los recursos con fines medioambientales”. ¿Puedes explicar un poco esa definición? ¿es un concepto negativo? ¿es un concepto que describe prácticas de grandes grupos empresariales?

-El concepto refleja o rescata la idea de que, bajo ciertas prácticas discursivas que gozan, además, de buena reputación, puedes hacer acciones que terminan consolidando posiciones de privilegio. En el fondo, el green grabbing representa la idea de que dejaste que operaran las reglas del mercado, del capitalismo de corte neoliberal: “yo compré, estoy comprando, porque sé proteger el medioambiente mejor que el Estado, porque el Estado no entiende nada”. El concepto aparece en el campo de la ecología política, de la geografía económica y ambiental, y está muy vinculado a la investigación que se hace en el mundo rural y la acumulación. Hay un trabajo súper interesante publicado en 2012 [2] donde se presenta el asunto de manera completa.

-Hasta ahora hemos hablado de los aspectos negativos de la acumulación de tierras por parte de privados en la región de Aysén. ¿Hay efectos positivos?

-Claramente. Uno de ellos es evitar que, en algunos casos, se sigan extendiendo industrias extractivas. Por ejemplo, el sector forestal. Además, son una ayuda para que algunas actividades puedan ser obstaculizadas. O sea, eventualmente, cualquier proyecto minero que surja sobre un área de esta naturaleza va a encontrar obstáculos para poder materializarse. Ahora, lo que sí es que todo este proceso ha empujado un fenómeno inesperado, una paradoja porque de tanto hacer el bien a veces como que terminas haciendo mal, como todas las cosas en la vida ¿no?

-¿Cuál fenómeno?

-La irrupción de este discurso de lo bueno que es proteger el medioambiente tiene consecuencias que no estaban previstas en términos territoriales. O sea, la explosión de venta de parcelas es consecuencia de haber dicho “es súper importante proteger el medio ambiente, súper importante vivir lejos”; de levantar esta suerte de idilio de que existe la posibilidad del paraíso en la tierra. Y sí, el paraíso en la tierra existe y está en Patagonia. “Ah entonces me voy a ir pa allá”, y ahí es donde hablamos de la paradoja. Porque en algún momento todos los discursos medioambientales se levantaron como la gran manera de contestar al capitalismo. La frase de Nicanor Parra es sensacional: ni comunista ni capitalista, ecologista. Hasta que de pronto resulta que, y por eso me gusta mucho el trabajo de Boltanski y Chiapello sobre el nuevo espíritu del capitalismo, esta historia nos muestra la infinita capacidad del capitalismo para reinventarse; para sobreponerse incluso a lo más adverso y transformarlo en una ventaja. Hasta hace un tiempo la idea era que los discursos ambientales nos iban a ayudar a combatir el capitalismo, pero de pronto nos damos cuenta que en realidad el capitalismo se salva a través de los discursos ambientales. Es bien fascinante.


NOTAS Y REFERENCIAS

[1] Estas se han realizado en el marco de los proyectos Fondecyt 1190855 “Naturalezas, territorios y paisajes forestales: imaginario verde y nuevas desigualdades socio-ambientales en la geografía social”, y Fondecyt 1170643 “El discurso de la naturaleza en Patagonia-Aysén: Nuevos imaginarios geográficos en la producción del espacio de la nación (Chile, 1990-2016)” en donde han trabajado con Andrés Núñez, profesor del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

[2] Ver Journal of Peasant Studies (Green Grabbing: a new appropriation of nature? 39(2): 237-261, 2012)

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