Analizando las muertes por Covid en el contexto de los últimos 20 años

La pandemia incrementó la desigualdad de la esperanza de vida en Chile

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Hasta la pandemia, la desigualdad en la mortalidad de hombres jóvenes venía cayendo constantemente, sostienen los autores. Este hallazgo contradice la idea de que no ha habido progreso en los últimos 30 años; pero a la vez destaca lo fuerte que nos pegó el Covid-19. En los sectores populares debieron lamentar la muerte de muchos jóvenes, “situación que en las comunas ricas fue casi imperceptible”. Este recrudecimiento de la desigualdad, estiman, se debió a la debilidad de los sistemas de protección social para enfrentar el ‘shock’ que significó la pandemia. La probabilidad de morir antes de los 65 años subió por sobre el 10% para mujeres y el 20% para hombres.


Cuando hablamos de desigualdad generalmente lo hacemos desde el punto de vista económico; y ahí indicadores como el “Gini” o el índice de Palma son medidas estándar para cuantificar la desigualdad en la distribución de ingresos. Sin embargo, la desigualdad se expresa de muchas otras formas; una muy importante es la esperanza de vida. Si la desigualdad en la esperanza de vida es alta esperamos que en algunas comunidades (las más ricas) las personas llegarán a edades avanzadas, desarrollando más plenamente y disfrutando de los beneficios de una pensión. En el otro extremo, tendremos que en las comunidades más empobrecidas la esperanza de vida será más baja, vivirán más enfermos y así más personas morirán antes de siquiera pensionarse, y de vivir lo suficiente, típicamente lo harán con más enfermedad y disfrutarán de sus beneficios por un periodo de tiempo menor.

Nuestro análisis investiga cómo la mortalidad y la desigualdad de ésta, ha cambiado debido a la pandemia, pero también mirando hacia el pasado reciente de los últimos 20 años.

La evidencia disponible indica contundentemente que el impacto del Coronavirus ha sido mucho mayor en las áreas más pobres [1,2,3], y que aún más, estas diferencias fueron particularmente fuertes en edades más jóvenes [1]. Sin embargo, como el grueso de las muertes se concentra en grupos de edad avanzada donde los resultados dependen menos del nivel socioeconómico, no es claro la medida en que la pandemia ha cambiado el panorama general de la mortalidad.

Nuestros resultados se resumen en los siguientes 7 puntos:

  1. Durante el 2020 la esperanza de vida en Chile decayó alrededor de 1,5 años, retrocediendo a niveles de 2015. Esta caída fue más abrupta en las áreas urbanas que en las rurales e impactó más a hombres que mujeres.
  2. No sólo disminuyó la esperanza de vida, también la desigualdad de la esperanza se incrementó fuertemente en áreas urbanas.
  3. Esta diferencia se explica por las grandes disparidades en mortalidad observadas en grupos de edad más joven, la población activa entre 20 y 65 años.
  4. Esta diferencia se correlaciona con niveles de pobreza. Mientras las comunas más pobres lamentaron la muerte de mucha gente joven, en las comunas más ricas este efecto es prácticamente imperceptible. Es decir, el aumento de la desigualdad de la esperanza de vida se explica por el mayor número de muertes de gente joven en comunas pobres.
  5. La desigualdad en la mortalidad en hombres jóvenes ha disminuido constantemente desde 2002. Este hallazgo contradice el discurso sobre la falta de progreso en los últimos 30 años.
  6. Este aumento de desigualdad apunta a la falta de robustez de los sistemas de protección social para enfrentar un ‘shock’ externo como una pandemia.

Las abismales diferencias en la esperanza de vida en Chile (antes y durante la pandemia) indican una falencia en la discusión sobre el diseño del sistema de pensiones: un sistema genuinamente progresivo y sostenible debería ser capaz de dar cuenta de estas desigualdades. Lamentablemente, toda la discusión actual considera al país un monolito, ignorando esta heterogeneidad.


1. Cambios generales en la esperanza de vida

Vemos un aumento sostenido en la esperanza de vida desde 2002, que sólo se vio interrumpido por la pandemia. El efecto es mayor en áreas urbanas (creemos que es consecuencia de que la transmisión del virus fue mayor ahí durante 2020) y mayor en hombres (consistente con el hecho de que la letalidad es mayor en hombres). Los hombres declinaron su esperanza de vida en 1,89 y 1,66 años en áreas urbanas y rurales, respectivamente. En las mujeres estos retrocesos fueron de 1,33 y 1,10 años, en línea con otros análisis [4,5]. Para capturar mortalidad específica a la edad usamos también la probabilidad de morir antes de los 65 años. Vemos que esta probabilidad subió sobre el 20% y 10% en hombres y mujeres, retrocediendo a niveles de 2005-2010 en hombres. Esto indica que el exceso de mortalidad en la población joven y activa fue significativo.

Figura 1

La evolución de la esperanza de vida y probabilidad de morir joven muestran grandes avances en los últimos 20 años, que se vieron fuertemente interrumpidos por el efecto de la pandemia.


2. Aumento de la desigualdad en la esperanza de vida

Cuantificamos la desigualdad de la esperanza de vida, considerando la distribución de probabilidad que se genera si cada observación es la esperanza de vida en una comuna. Si medimos la evolución temporal del coeficiente de Gini de estas distribuciones, observamos un aumento abrupto, en el rango 30-40% en 2020, en las áreas urbanas (pero no en las rurales).  Sin embargo, como la esperanza de vida promedia las mortalidades en todas las edades, puede no ser la mejor medida si se quiere observar efectos dependientes de la edad. Por esta razón, los siguientes análisis se refieren a las áreas urbanas solamente.

Figura 2

La pandemia significó grandes cambios en la desigualdad de la esperanza de vida en áreas urbanas. La desigualdad aumentó un 40%, de una manera no vista en los últimos 20 años.


3. Diferencia explicada por mortalidad en grupos jóvenes

Para medir diferencias en grupos de edad específicos consideramos otras cantidades. En los jóvenes, además de la probabilidad de morir antes de 65 años, usamos también la esperanza de vida entre 20 y 65 años; cuántos años se espera que una persona que cumple 20 años vivirá en los 45 años siguientes, y la probabilidad de morir antes de los 65 años. En edades avanzadas usamos esperanza de vida a partir de los 65 años, cuántos años se espera que vivirá una persona que acaba de cumplir 65 años.

El cambio de desigualdad en la esperanza de vida es mucho mayor usando la esperanza de vida entre 20 y 65 años y la probabilidad de morir antes de 65 años, en ambos casos en el rango de 50% para hombres y mujeres. El cambio de desigualdad es mucho menor respecto a la esperanza de vida a los 65 años.

Eso indica que el efecto neto de aumento de desigualdad en la esperanza de vida total se explica principalmente por cambios de mortalidad en el grupo de edad joven.

Figura 3

Los cambios de la desigualdad se pueden atribuir mayormente al aumento de la desigualdad debido a la muerte de gente joven (bajo 65 años).


4. Aumento de la desigualdad se relaciona con la pobreza

Para responder esta pregunta graficamos la esperanza de vida como función del nivel de pobreza en dos periodos representativos (promedio 2015-2019 y 2020). Vemos que ya había una pendiente negativa pero que ésta se hizo más negativa en 2020, consistente con otros análisis [6], indicando un incremento en la correlación entre pobreza y esperanza de vida. Aún más, al hacer el análisis por grupos de edades vemos que este efecto es particularmente potente al usar medidas que se enfocan en edades jóvenes.

Los hombres en el decil de pobreza más alto tienen una esperanza de vida de 4,39 años menor que en el decil más bajo. Ellos también viven 0,92 años menos entre los 20 y los 65. Para las mujeres estas cantidades son 2,51 y 0,31. El efecto de la pandemia se traduce en 0,78 (hombres) y 0,3 (mujeres) años de diferencia adicionales en la esperanza de vida entre 20 y 65 años, entre los deciles más altos y bajos de pobreza.

Esto es consistente con la observación de que el efecto desigual de la pandemia se observó particularmente en los grupos más jóvenes (debido a una mayor letalidad e incidencia en las comunas más pobres) [1]. En cambio, en los grupos más avanzados el efecto fue más homogéneo. Una explicación es a través del sesgo de selección; los adultos sobrevivientes tienden a ser más ricos y/o saludables en general, y por tanto es esperable que el gradiente socioeconómico disminuya.

Un punto importante es que efectos similares se observan si en vez de pobreza usamos otra variable como hacinamiento. Análisis estructurales más cuidadosos [7] podrían desentrañar el rol de cada variable, algo que no hacemos acá. Aun así, el resultado es muy sugerente.

Figura 4

Las diferencias en la muerte de gente joven (bajo 65 años) se explican, a su vez, en relación con la pobreza. En las comunas más pobres hubo muchas más muertes de gente joven.


5. Disminución de la desigualdad de mortalidad en hombres jóvenes previo a 2020.

Un resultado inesperado viene de observar la evolución temporal del Gini. A pesar de que la serie respecto a esperanza de vida se mantiene estable (excepto 2020), cuando miramos medidas relativas a edades jóvenes se observa una disminución sostenida de la desigualdad en hombres. Esto indica que ha habido avances significativos, y es consistente con el también sostenido aumento en esperanza de vida y disminución en la probabilidad de morir joven.

Aun así, se debe considerar que, en primer lugar, la esperanza de vida puede ser una medida muy cruda y puede ocultar el desarrollo de procesos que no llevan inmediatamente a la muerte (por ejemplo, la epidemia de obesidad puede llevar a un incremento de diabetes y puede ser aún muy temprano para ver los cambios en mortalidad). Segundo, la disminución de esta desigualdad puede ser un artefacto estadístico del mismo rápido incremento de la esperanza de vida. Es decir, la disminución general de la probabilidad de morir joven y la disminución de la heterogeneidad a lo largo del espectro socioeconómico pueden bien ser caras de la misma moneda, donde los grupos más desaventajados están simplemente “poniéndose al día” con los niveles de mortalidad en los grupos afluentes.

Figura 5

Si miramos la evolución de la desigualdad de la mortalidad en gente joven (B y C) se observan importantes disminuciones hasta 2019, seguidas de un gran aumento en 2020.


6. Falta de robustez en seguridad social

Los resultados anteriores muestran que, si bien ha habido grandes progresos en los últimos años, la carencia de un sistema de seguridad social que permita dar apropiados niveles de protección a toda la población significa una vulnerabilidad en tanto que nos deja a la merced de ‘shocks’ o eventos inesperados externos, como lo es en este caso una pandemia. Vemos (Figura 6) que este shock significó, por ejemplo, un gran aumento en la probabilidad de morir joven en las comunas menos privilegiadas.

Una pregunta importante es cómo van a evolucionar estas cantidades en los años siguientes. ¿Cuándo se acabe la pandemia volveremos a niveles pre-2020? Esto sólo sería así si todo exceso de muertes se explica por infecciones de COVID-19. Sin embargo, sabemos que también la pandemia ha tenido un efecto indirecto en otras enfermedades; por ejemplo, la falta de disponibilidad de servicios médicos puede tener un efecto a largo plazo en la detección del cáncer [8], y ahí, una vez más, el efecto puede ser desigual.

Entonces, es esperable que el efecto de este shock se prolongue por más años y contribuya a incrementar los niveles de desigualdad percibidos en la población, y este asunto debería ser investigado.

Figura 6

Al mostrar las distintas comunas urbanas vemos cómo fue en las comunas más pobres donde la probabilidad de morir antes de los 65 se incrementó más, y esas son las comunas donde esta probabilidad ya era más alta.


7. Consecuencias para el diseño de sistemas de seguridad social, incluyendo pensiones.

Nuestro análisis muestra patentemente las inmensas desigualdades en mortalidad, sin embargo, en el diseño actual del sistema de seguridad social se considera a Chile como una estructura monolítica, ignorando la existencia de esta heterogeneidad. Una interesante discusión internacional comenta sobre la necesidad de dar cuenta de estas diferencias a la hora de fijar criterios como edad de jubilación; el no hacerlo compromete la progresividad, justicia actuarial y sostenibilidad del sistema [9,10]. Lamentablemente, aunque esta idea tiene mucho sentido, el mayor desafío es la gran complejidad técnica de implementar estas características en el sistema.

También otros criterios debieran ser parte de la discusión. Por ejemplo, la morbilidad y la discapacidad en la población son importantes, ya que inciden en la capacidad para trabajar. Idealmente, un sistema de seguridad social debería dar cuenta de las desigualdades en esas características, lo que requiere una fuerte integración con el sistema de salud.

En Chile, la discusión se ha centrado en torno a los conceptos de “justicia inter e intra generacional”, y sobre la necesidad de mejorar el sistema de salud. Sin embargo, según nuestro entendimiento, la importancia de reconocer las desigualdades en morbilidades, discapacidades y mortalidad para el diseño del sistema no son parte de ningún debate.


NOTAS Y REFERENCIAS

[1] Mena, G.; Martínez, P.; Mahmud, A.; Marquet, P; Buckee, C.; Santillana, M. 2021. Socioeconomic status determines COVID-19 incidence and related mortality in Santiago, Chile. Ver aquí.

[2] Gozzi, N.; Tizzoni, M.; Chinazzi, M.; Ferres, L.; Vespignani, A.; Perra, N. 2021 Estimating the effect of social inequalities on the mitigation of COVID-19 across communities in Santiago de Chile. Ver aquí.

[3] Bennet, M. 2020 All things equal? Heterogeneity in policy effectiveness against COVID-19 spread in Chile. Ver aquí.

[4] Aburto, J.; Schöley, J.; Kashnitsky, I.; Zhang, L.; Rahal, Ch.; Missov, T.; Mills, M.; Dowd, J.; Kashyap, R. 2021 Quantifying impacts of the COVID-19 pandemic through life-expectancy losses: a population-level study of 29 countries. Ver aquí.

[5] Twitter

[6] Usama, B.; Alfaro, T.; Vives, A. 2021. COVID-19 and the worsening of health inequities in Santiago, Chile. Ver aquí.

[7] Villalobos, P.; Castillo, C.; De la Fuente, F.; Maddaleno, M. 2021. COVID-19 incidence and mortality in the Metropolitan Region, Chile: Time, space, and structural factors. Ver aquí.

[8] Vidal, F. 2021. ‘Under Pressure’: Access to Cancer Care in Chile During the COVID-19 Pandemic. Ver aquí.

[9] Bosworth, B.; Burtless, G.; Zhang, K, Later Retirement, Inequality in Old Age, and the Growing Gap in Longevity Between Rich and Poor. Ver aquí.

[10] Auerbach, A.; Charles, K.; Coile, C.; Gale, W.; Goldman, D.; Lee, R.; Lucas, Ch.; Orszag, P.; Sheiner, L.; Tysinger, B.; Weil, D.; Wolfers, J.; Wong, R.; How the Growing Gap in Life Expectancy May Affect Retirement Benefits and Reforms. Ver aquí.

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