Propuestas para que los partidos lo representen mejor a usted

No más ‘matrimonios por conveniencia’

La salud de la democracia depende de la legitimidad y buen funcionamiento de los partidos políticos, pero la mayoría no los quiere. Los autores proponen dos reformas para hacer que se vuelvan relevantes para la ciudadanía. La primera es abrir las elecciones de las dirigencias a todos y todas las ciudadanas; la segunda fomenta la creación de coaliciones estables en el tiempo y no cocinadas solo para ganar elecciones.


En un artículo anterior, propusimos un modelo denominado “Presidencialismo de Coalición”, cuyos principios son la construcción de coaliciones políticas amplias y el fomento de proyectos colectivos por sobre los personales. Asimismo, señalamos que cualquier cambio institucional —incluyendo la nueva constitución— no arreglaría por si solo los problemas de nuestra democracia. El buen funcionamiento de cualquier régimen de gobierno pasa por un sistema de partidos políticos legitimados y disciplinados. En este articulo, describimos el rol de los partidos para el buen funcionamiento de la democracia, contrastándolo con el papel que están cumpliendo en el Chile de hoy. Basado en este diagnóstico, proponemos dos reformas, que no han estado en la discusión, para fortalecer el sistema de partidos políticos y coaliciones.

DEMOCRACIA Y PARTIDOS POLÍTICOS

Los partidos políticos son centrales en cualquier sistema democrático. Entre otras funciones, son las principales (no las únicas, por cierto) organizaciones encargadas de representar las distintas visiones existentes en la sociedad, permitiendo que diferentes grupos participen en la toma de decisiones.

Al mismo tiempo, los partidos permiten ordenar los procesos electorales, la discusión pública y la negociación parlamentaria, puesto que agrupan preferencias y toman decisiones colectivas. En ausencia de partidos, cada ciudadano debería emplear tiempo y recursos en determinar las posturas de los candidatos independientes, pues no tendría la señal que entrega la afiliación partidaria. Asimismo, cada parlamentario tomaría decisiones totalmente individuales, generando caos e inestabilidad. 


«Planteamos abrir los partidos a la ciudadanía, de modo que respondan más a sus votantes -es decir, a los que deberían representar- que a sus militantes»


A pesar de que estos argumentos son conocidos, el sistema de partidos chileno no está cumpliendo sus funciones de buena manera, tanto en materia de representación como de funcionamiento. Según los datos de la última encuesta CEP, solo un 22% de los chilenos se identificaba con algún partido en 2020, 55 puntos porcentuales menos que en 1994. No es trivial que en la elección de la Convención Constituyente, tuvieron un gran éxito los candidatos independientes, en detrimento de los partidos tradicionales. También, en la última elección, vimos una buena votación de independientes y de colectividades nuevas, tanto en la elección parlamentaria como en la presidencial.

En cuanto al funcionamiento de las colectividades, la situación también es preocupante. Al menos desde la primera administración del Presidente Piñera, los gobiernos se han visto obligados a negociar prácticamente uno a uno con los parlamentarios para aprobar proyectos, creando ineficiencias y demoras en la tramitación de las leyes. Esto ha ocurrido incluso en gobiernos con mayoría parlamentaria, como la segunda administración de la Presidenta Bachelet. De hecho, según datos de Mimica y coautores (2022), en dicho gobierno se aprobaron el 59,8% de los proyectos, incluso menos que en el primer gobierno de Piñera (62% de proyectos aprobados), donde no se contaba con mayoría parlamentaria. Es decir, tal como sugiere Arturo Fontaine, la mayoría en el congreso no necesariamente asegura mas eficiencia en la tramitación de leyes, precisamente porque sigue existiendo la dinámica de la negociación uno a uno. Con partidos fuertes, las leyes tenderían negociarse en bloque, lo que facilitaría llegar a acuerdos en temas clave para el país.[1]

Pese a que hay acuerdo en el deseo de fortalecer los partidos, no abundan las propuestas concretas para avanzar en esta materia. A continuación, proponemos medidas para mejorar el funcionamiento y la legitimidad del sistema de partidos políticos. La primera apunta a la agregación vertical de preferencias; es decir, a mejorar la canalización de las demandas desde sus simpatizantes hacia la arena política. La segunda buscar darle estabilidad al sistema de coaliciones, facilitando que un conjunto de partidos sea capaz de llegar a acuerdos con otras fuerzas. Ambas medidas apuntan a mejorar tanto el funcionamiento como la representatividad del sistema de partidos políticos. Adicionalmente, en el recuadro explicamos elementos que debería tener el sistema electoral para elegir a los miembros del Congreso, y que son complementarios a nuestras propuestas.

PROPUESTA 1: ABRIR LOS PARTIDOS POLÍTICOS A LA CIUDADANÍA

Parte de la incapacidad del sistema de canalizar a tiempo las demandas sociales podría atribuirse a la falta de conexión entre los partidos políticos y la ciudadanía que dicen representar. Por lo mismo, planteamos abrir los partidos a la ciudadanía, de modo que respondan más a sus votantes —es decir, a los que deberían representar— que a sus militantes. En particular, proponemos que todos los partidos políticos con representación nacional realicen sus elecciones internas de forma simultánea, abiertas a la ciudadanía, periódicas, y organizadas por el SERVEL.

En cuanto a las elecciones mismas, planteamos que, de acuerdo con un calendario establecido por ley, el SERVEL convoque a comicios, donde cada ciudadano podrá participar de las elecciones internas del partido político que prefiera. Los candidatos deberán ser militantes del partido al cual postulan, ya que esta propuesta no puede ser a costa de quitarle valor a la militancia política, pues esta es fundamental para fortalecer el rol de los partidos.

Por otro lado, como votantes podrían participar todos los ciudadanos habilitados para sufragar. Ellos podrán participar solo en el proceso eleccionario interno de un partido político; es decir el votante tendrá que revelar a los vocales de mesa en qué elección interna quiere participar, y ellos le entregarán la papeleta correspondiente. Por lo tanto, el voto será secreto, pero no su preferencia partidaria.[2] El objetivo de revelar la preferencia es que consideramos positivo per se el manifestar adherencia a un proyecto político, pues podría crear un mayor compromiso de los votantes hacia las colectividades.

Una potencial objeción a esta propuesta es el voto exclusivamente estratégico: por ejemplo, que gente de izquierda vote en una elección de un partido de derecha (o viceversa), con el fin de boicotear la elección. Creemos que esto es poco probable que ocurra por una serie de razones. Primero, es difícil coordinar a una cantidad relevante de personas para que vote de esta manera; es decir, que vote por un candidato por razones de táctica electoral, sabiendo que no adhiere a su tendencia política. Segundo, como explicamos arriba, las personas deberán revelar adherencia a un proyecto político al momento de votar, lo que crea un obstáculo adicional al voto estratégico, pues probablemente no se sentirían cómodas de revelar una preferencia política que no es la de ellos. Tercero, porque militantes de un partido solo podrían participar en las elecciones de su partido. Además, aquellos que no son militantes tendrían que elegir no participar en la elección del partido del cual son afín, ya que elecciones son simultaneas, para participar en las elecciones del partido en cuál quieren influir. Cuarto, en caso de que ocurra en algún grado, hay que tomar en cuenta que en la actualidad también se pueden inflar artificialmente los padrones y afectar las elecciones internas de los partidos, entonces es difícil pensar por qué necesariamente se podría estar en una peor situación.

En cuanto al alcance, proponemos que todos los partidos habilitados para participar elijan al menos a sus organismos centrales (consejo general, comité central, junta nacional, etc.) y a sus directivas nacionales mediante este mecanismo.[3] Consideramos que la elección de los organismos centrales debe realizarse en base a distritos electorales suficientemente grandes, puesto que esto facilitará una competencia entre proyectos políticos de carácter nacional, con mayor sustento ideológico.

Elecciones periódicas, abiertas y simultaneas, con la publicidad correspondiente a una elección oficial, podrían convertirse en eventos políticos relevantes. Por ejemplo, de acuerdo con datos del SERVEL, al 30 de noviembre de 2021 había en Chile 586.176 personas militando. Si en una elección como esta participaran solo los militantes, el evento ya movilizaría a una masa importante de ciudadanos, lo que llamaría la atención de la prensa y de ciudadanos interesados en política. En este sentido, es probable que muchas personas que hoy no militan decidan participar en una instancia como ésta y así hacer más permeable los partidos a sus votantes.


«Una potencial objeción a esta propuesta es el voto exclusivamente estratégico: por ejemplo, que gente de izquierda vote en una elección de un partido de derecha (o viceversa), con el fin de boicotear la elección. Creemos que esto es poco probable que ocurra»


Esta propuesta, además de cumplir con el objetivo fortalecer los vínculos entre la orgánica partidaria y la ciudadanía, ayudaría también a solucionar parte de las malas prácticas asociadas a la conducción de los partidos políticos. Por ejemplo:

  1. Representaría una amenaza para aquellos que tienen un control total sobre sus colectividades. Bastaría que participase un número suficiente de simpatizantes para desequilibrar la balanza en más de algún partido. Este aspecto es crucial para la salud y el dinamismo de nuestra democracia, puesto que es preferible que se renueven los partidos existentes, antes que la constante creación de partidos nuevos y pequeños.
  2. Transparentaría tanto el financiamiento como el tamaño del padrón de militantes. Por ejemplo, se podría establecer que los partidos reciban financiamiento público en base a la cantidad de militantes que participen en sus elecciones internas. Además, un militante que no participe en dos de estas elecciones de manera consecutiva podría perder su calidad de tal, a menos que lo justifique debidamente ante el Servel, lo que ayudaría a se sincere el número de militantes de cada partido.

Noam Titelman, ex Presidente de la FEUC, y actual candidato a Doctor en la London School of Economics, realizó un muy buen análisis sobre la crisis terminal de los partidos políticos chilenos. Allí planteó tres propuestas que creemos van en la dirección correcta, las que apuntan a hacer más permeables los partidos políticos a la ciudadanía. Titelman destaca países donde grupos sociales se han vinculado a partidos políticos a través de formas alternativas a la militancia. De hecho, es común que colectividades socialdemócratas de Europa tengan sindicatos asociada a éstas, y que estos puedan participar como afiliados en las elecciones internas de sus partidos.

Por ejemplo, el partido Laborista inglés permite que participen miembros afiliados; es decir, no militantes pero que tienen alguna afiliación al partido, debido a la pertenencia a alguna organización. En elecciones recientes del partido, los miembros afiliados han jugado un rol crucial. En 2015, participaron cerca de 422.000 personas, de las cuales alrededor de 70 mil fueron miembros afiliados; en tanto, en las de 2020, concurrieron cerca de 490.000 personas, 76 mil de ellos no militantes. Es decir, dichos comicios atrajeron a un número relevante de personas que no militan activamente, los que perfectamente podrían cambiar el resultado de una elección.

Nuestra propuesta va en la misma dirección, pero va un paso más allá: consideramos que las elecciones de los partidos deben abrirse a todos los ciudadanos, mas allá de sindicatos y gremios. Esto permitiría dar suficiente flexibilidad para incorporar distintas formas de participación política, asociadas a causas e identidades diversas y dinámicas propias del siglo XXI, en la vida de los partidos. Nuestra aspiración es aumentar la masa crítica de ciudadanos que se acerquen a la vida partidaria, al menos votando en estas elecciones.

PROPUESTA 2: INSTITUCIONALIZAR LAS COALICIONES POLÍTICAS

La proliferación de partidos políticos es uno de los costos del sistema electoral proporcional. En este escenario, proponemos fortalecer el sistema de coaliciones políticas,[4] para que estas se estructuren en mayor medida en torno a plataformas programáticas, y en menor medida en base a pactos meramente electorales. Concretamente, planteamos que, una vez que un partido político decida formar parte de alguna coalición, debe permanecer en ella por un periodo de tiempo predeterminado por la legislación, el cual solo se puede romper bajo circunstancias establecidas en la ley.

Una primera consecuencia de esta medida es que evitaría que un partido, fruto de una coyuntura específica, decida romper una alianza política previamente establecida, o que esté esperando permanentemente “la próxima elección” para definir su política de alianzas. Un claro ejemplo de comportamientos indeseables, y que una reglamentación como esta ayudaría a evitar, es lo que ocurrió el 19 de mayo de 2021 con la inscripción fallida de una primaria presidencial entre Chile Digno, el FA y el PS[5].

Una segunda consecuencia es que, dada la exigencia de permanencia, los partidos que formen una coalición deben participar como tal en todas las elecciones de representación popular durante ese periodo, lo que ayudaría a evitar situaciones como las ocurridas en la elección de Constituyentes, Municipales y Regionales el 16 de mayo de 2021. Por ejemplo, en aquella elección, el Partido Republicano hizo alianza con Chile Vamos para elegir a los convencionales, pero compitieron en las municipales en comunas emblemáticas como Vitacura y Las Condes.[6]

Lo que motiva la formación de coaliciones políticas son las similitudes programáticas entre partidos políticos, pero también la conveniencia electoral de hacerlas. Esta propuesta limita las posibilidades —-o, dicho de otra forma, aumenta el costo— de formar coaliciones por cálculos electorales, incentivando coaliciones en base a objetivos de mediano plazo, y por lo mismo favoreciendo la alianza entre partidos con mayores similitudes programáticas.


«El partido Laborista inglés permite que participen miembros afiliados; es decir, no militantes pero que tienen alguna afiliación al partido, debido a la pertenencia a alguna organización»


La presencia de coaliciones estables en el tiempo ciertamente contribuye a darle orden y estructura al sistema político, en la medida que otorga mayores certezas a los propios actores involucrados. Al mismo tiempo, favorece la presencia de responsables claros, pues al haber continuidad en el tiempo en las coaliciones, los votantes tendrían mayor claridad en identificar las ideas y la gestión de cada alianza política.

CONCLUSIÓN

En este artículo, proponemos dos medidas concretas para mejorar la capacidad de representación y el funcionamiento de los partidos políticos. La primera consiste en elecciones abiertas y simultáneas de las dirigencias de los partidos, la que entre otros beneficios, mejoraría la conexión entre los partidos y la base social. La segunda, en tanto, se hace cargo de los problemas de nuestro sistema de partidos altamente fragmentado, fomentando la estabilidad y el poder de las coaliciones políticas.

El principal costo asociado a la primera propuesta es que ella afecta la autonomía de los partidos políticos, ya que abre las elecciones internas a no militantes y homogeniza el periodo de gestión de cada directiva. Sin embargo, creemos que los beneficios de otorgarle un mayor status a las elecciones internas sobrepasan con creces estos costos, por las razones ya explicadas: probable aumento de participación en la vida política de los partidos, renovación liderazgos y mayor trasparencia.

Asimismo, queremos recalcar el mayor beneficio de esta iniciativa: mejorar la representación.  Es decir, que los partidos canalicen de mejor manera las demandas ciudadanas. Si es que aumenta la participación en estas elecciones —como esperamos que ocurra—, los partidos podrán incorporar nueva gente, y nuevas ideas, para luego trasladarlas a los debates parlamentarios.

Por otro lado, la principal limitación de institucionalizar las coaliciones es que rigidiza la libertad de movimiento de los partidos. Por ejemplo, un partido podría considerar inaceptable la postura de otra colectividad en una cierta coyuntura, por lo que podría querer abandonar la coalición. Si bien esto podría ser problemático, no es nuevo en política. En muchas ocasiones, los partidos deben defender posturas del gobierno que no comparten, puesto que están atados al oficialismo. Además, sería posible rehacer la política de alianzas en el próximo ciclo electoral.

Para entender mejor como funcionarían ambas propuestas en la práctica, pensemos que la próxima elección presidencial y parlamentaria sería a finales de 2025, mientras que las municipales y regionales a fines de 2024.  Se podría establecer que en abril de 2024 (luego de que el gobierno en ejercicio lleve dos años) se celebren las elecciones de las dirigencias de los partidos. Una vez electas las dirigencias, estas tendrían al menos cuatro meses para definir su política de coalición para el próximo ciclo electoral, el cual se llevará a cabo entre fines de 2024 y fines de 2025. Luego, la coalición que gane la presidencial ocupará cargos en el ejecutivo, mientras que las restantes podrán repensar su política de alianzas.[7]


RECUADRO

ROL DEL SISTEMA ELECTORAL

El actual sistema electoral para elegir a los miembros del congreso no es simple ni transparente, lo que finalmente no ayuda a la legitimidad del sistema. Son muy pocos/as quienes realmente lo entienden y la gente se sorprende cada vez que una persona con una alta votación queda fuera del congreso, o alguien con una muy baja votación queda dentro de él. Ser capaz de explicar de forma clara que lo que importa es la suma de votos dentro de los pactos, y dentro de ello la suma dentro de los subpactos no es tarea fácil.  Si a eso le sumamos corrección por cuotas de género, la tarea se hace aún más complicada. Para la legitimidad de cualquier sistema electoral, y lo que resulta de ella (la conformación y funcionamiento del Congreso) una condición necesaria es contar con un sistema que la ciudadanía sea capaz de entender. Además de no ser simple, tampoco es un sistema transparente, porque si bien lo que ponen son rostros, y se llama a votar por personas, en la práctica se está votando por partidos y coaliciones, y creemos que eso tampoco está del todo explicitado.

Adicionalmente tampoco es un sistema que facilite la disciplina partidaria, ya que favorece los personalismos por sobre el proyecto colectivo. En primer lugar, tenemos un caso que ya se hace recurrente, en donde hay personas que salen elegidas congresistas, muchas veces con baja votación y arrastrados por la suma de votos de su lista (es decir su colectivo), y luego renuncian al partido que los llevó al parlamento, pero se quedan como congresistas independientes.  En algunos casos, las renuncias a los partidos que los llevaron al congreso ocurren incluso antes de asumir como parlamentarios. Lo lógico sería que en un sistema en el cual en la práctica se está votando por partidos y coaliciones, si alguien deja el partido que lo llevó al congreso pierda su cupo en el parlamento. 

En segundo lugar, al establecer que el financiamiento público de los partidos dependerá de su cantidad de votos, los partidos se ven atraídos a llevar personas que les aseguren un caudal de votos sin importar mayormente su trayectoria como militante ni su compromiso con el proyecto colectivo.  Esto incentiva que los partidos muchas veces terminen llevando candidatos que de antemano se sabe no están apoyando el proyecto colectivo.  Creemos que es fundamental contar con un sistema que otorgue mayor poder a las autoridades de los partidos, de lo contrario se cae en un proceso político trabado e ineficaz, ya que, al no haber colectivos ordenados, el proceso de agregación de preferencias se erosiona fácilmente. Es decir, planteamos abrir los partidos a la ciudadanía, pero creemos que una vez que las autoridades partidarias son electas, es necesario otorgarles poder real a ellas. 

Para subsanar los problemas que aquejan a nuestro sistema electoral, creemos que se debería avanzar hacia un sistema electoral mixto, como son el alemán o el neozelandés.[8] Son sistemas simples, transparentes, que no favorecen la proliferación de partidos políticos, que promueven la disciplina partidaria, inclusión de diferentes sensibilidades políticas, permiten corregir por paridad de una manera bastante simple y transparente, y a su vez deja abierta la puerta a independientes. Además, cuesta pensar una dimensión en la cual avanzar en la dirección propuesta no represente un avance respecto a la situación actual. Propuestas en la misma dirección han sido hechas, o planteadas con ciertos matices, por diferentes centros de estudios en el país, como Espacio Público, Horizontal y Rumbo Colectivo.


NOTAS Y REFERENCIAS

[1] El hecho de ver una virtud en que las leyes deban negociarse en bloque en ningún caso significa la ausencia de deliberación democrática. Solo creemos que esa discusión debe ser en mayor medida anterior y al interior de cada colectividad, quienes luego de deliberar colectivamente, deciden un rumbo y quiénes será los responsables de negociar ese rumbo con otras fuerzas políticas.  Evidentemente este proceso es cíclico, ya que en caso de trabarse y de no haber avance en la negociación, la discusión vuelve al partido, y la deliberación continua.

[2] Obviamente, la información sobre quienes voten en estás elecciones o en qué partido votan, no será abierta al público, tal como no lo es la información sobre quienes votan en una elección, o quien​​es militan en un partido político.

[3] Entendemos que hay partidos que históricamente han elegido a sus directivas nacionales de manera indirecta, es decir son los miembros del organismo central, elegidos por sus militantes, quienes definen la directiva del partido. Por lo mismo, para aquellos partidos que utilicen un método de elección indirecta, se podría establecer como mínimo que el futuro presidente del partido tenga que ser electo dentro de aquellos miembros del organismo central.

[4] Existen cambios legales que se podrían proponer con el fin de fortalecer las coaliciones políticas, dentro de las cuales ser podría pensar en: (i) institucionalizar algún tipo de gobierno dentro de la coalición (p. ej. ver Pérez, Piñeiro,  y Rosenblatt, 2016 para el caso del el Frente Amplio Uruguayo),  (ii) establecer que dentro de cada pacto no se puedan hacer subpactos,  (iii) que en caso de renuncia al cargo parlamentario no sea el partido el encargado de reemplazar a la persona, sino que sea reemplazado por el compañeros de lista que no fue elegido (iv) o instaurar la posibilidad de que existan militantes de coaliciones sin necesidad de pertenecer a algún partido en particular.

[5] ​​Luego de los malos resultados obtenidos por Unidad Constituyente (especialmente en la elección de convencionales), algunos partidos no dudaron en desechar el pacto, y buscar alianzas inmediatas con las fuerzas que salieron fortalecidas de aquella elección.

[6] Este tipo de alianzas con objetivos meramente electorales no son algo nuevo, sino que ocurre desde hace ya un tiempo. El 2017, el pacto parlamentario Convergencia Democrática integró a la DC, al MAS de Alejandro Navarro, y a la Izquierda Ciudadana donde habían militado Sergio Aguiló, y Diego Ancalao.

[7] Esta propuesta de cronograma esta hecha solo para dar una idea de como funcionaría, y está pensada de forma tal que el régimen y calendario político no sufren ningún cambio relevante. Sin embargo, creemos que ambas propuestas representarían una mejora en términos de funcionamiento y representación independientemente del régimen político que se adopte.

[8] Estos sistemas tienen la característica de que, al momento de votar, cada ciudadano recibe dos votos. En uno vota por la persona y en el otro vota por el partido político de su preferencia. La elección por la persona es una elección por distrito y de carácter uninominal, es decir, en cada distrito electoral resulta elegida congresista la persona con mayor cantidad de votos.  Al votar por el partido político de su preferencia (o el que menos le disguste), lo que se permite es tener un congreso que represente a las diferentes sensibilidades que existan en el país, ya que el congreso (o parte de él) se repartirá proporcionalmente de acuerdo con la votación obtenida por cada partido político. Para ello, previo a la elección cada partido político debe transparentar los nombres de las personas con que serán completados los cupos (y en el orden en que lo serán) en caso de que el partido tenga derecho a nombrar miembros en el congreso. Adicionalmente, estos sistemas establecen que si un partido tiene menos de cierto umbral de votos (por ejemplo, un 5% del total nacional), se queda sin representación parlamentaria.

 

Referencias

Mimica, Nicolás, Navia, Patricio, y Osorio, Rodrigo. 2022. “Changes in the rules of lawmaking process and the success of presidential bills: Chile, 1990-2018 en Legislative Studies Quaterly (por aparecer).

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