La columna desmenuza los prejuicios, creencias ridículas, lugares comunes, con los que justificamos -hombres y mujeres, pero especialmente mujeres- ese castigo brutal que es la frase ‘guatona culia escóndete’.
La frase guatona culiá no es mía, espero que nunca lo sea. La he tomado de un grupo de jóvenes que, al discutir, se ríen del insulto que propinan a una gorda que hace ejercicios en la vía pública. Le gritan desde una micro: ‘guatona culia’. Es una frase dura, pero la uso porque representa una violencia autorizada e invisibilizada socialmente: la crueldad con que se discrimina a las gordas.
La gordura femenina en Chile se explica como un asunto afectivo; se sintetiza en la frase ‘Quién se quiere, cuida de sí’ (Energici, 2018). El grosor del cuerpo sería la exteriorización del amor a sí misma. En una simplificación, la mujer delgada se quiere y se cuida, la guatona no lo suficiente. Un grupo de jóvenes de nivel socioeconómico medio lo expresa nítidamente en un grupo de discusión en el que participé en 2015:
Mujer: Quererse es cuidarse
Mujer: Es que es querer ser saludables.
Hombre: Ese es el tema porque no está en ya asumir estoy gorda, quedé así…
Mujer: Voy a comer papas fritas…
Mujer: Y no voy a hacer nada.
Hombre: …mejor me tapo no más y me pongo un vestido. El tema es querer ser saludable, por lo menos querer mejorar algo, no estoy diciendo que pase de ser gorda a ser un modelo, sino que mejore en algo, tal vez su físico. (Energici, 2018)
La gorda es ‘la que se dejó estar’, la que renunció a sí misma. Es la que prefiere taparse en vez de cuidarse. Ahora bien, si no hay otra posibilidad que la gordura, se espera que, al menos, sienta vergüenza. Este es el último resabio de amor propio (Energici, 2018; Energici, Acosta, Huaiquimilla, & Borquez, 2016). En un grupo de discusión, jóvenes de nivel socioeconómico bajo debaten la tenida apropiada para la piscina:
Mujer: Es que de repente en la piscina hay gorditas que andan con todos los rollos colgando… [Habla riéndose] Igual se ven mal. [Se ríen algunas mujeres]
Hombre: Lo usan como flotador [Se ríen varios participantes]
Mujer: Deberían ponerse, no sé, una polera y un short, yo me baño con polera y short.
Mujer: … vergüenza (Energici et al., 2016)
De esta forma, si se ha fracasado en velar por una corporalidad delgada se indica que, al menos, se reconozca dicha falla escondiéndose. Que, como dice la chica del grupo de discusión, se bañe con short y polera. En su antónimo, la gorda desvergonzada es la que exhibe su cuerpo sin pudor. Que se baña en la playa en bikini indiferente a la norma social que indica que se debe cuidar y querer.
“La gordura femenina en Chile se explica como un asunto afectivo; se sintetiza en la frase ‘Quién se quiere, cuida de sí’. El grosor del cuerpo sería la exteriorización del amor a sí misma.”
Como efecto, la gorda se corporaliza o vive en una paradoja; su gran tamaño, difícil de obviar visualmente, tiene que hacerse invisible (Stevens, 2018). Este ocultamiento no solo debe realizarse a través de la ropa (a través de un vestido grande, como sugería el joven del grupo de discusión antes citado), sino también en el uso del espacio.
CUERPOS QUE SE ENROSCAN
No todos y todas habitamos el mundo con la misma holgura. Una de las distinciones clásicas es entre hombres y mujeres. Ya en la década de los 70 una fotógrafa alemana registra en una estación de trenes que las posturas masculinas extienden el cuerpo: piernas abiertas y espaldas hacia atrás. Las mujeres, en cambio, ocupan poco espacio; se sientan de piernas cruzadas con las manos sobre la falda. Hace unos pocos años se viralizó el concepto ‘manspreading’ para denunciar que los hombres usan más espacio en el transporte público. En Madrid hasta se llegó a hacer una campaña para habitar de manera más equitativa buses y trenes. La exigencia social es que la corporalidad femenina debe ser esbelta y pequeña con una gesticulación suave, sutil y grácil (Bartky, 1998). Hablar fuerte y mover los brazos es cosa de hombres.
Para la guatona esto supone una doble exigencia; debe empequeñecerse como mujer y como gorda. En un ejercicio absolutamente sesgado, sin ningún rigor científico, en las playas he observado que esto se realiza con la ropa: trajes de baño de una pieza y preferentemente con una prenda holgada encima. Esa forma de taparse se ha documentado. Pero se ha prestado menos atención a la postura corporal. Las guatonas se enroscan; sentadas con la espalda curva, hombros abajo y rodillas dobladas rodeadas por los brazos. Irónicamente, pareciera que se hacen bolita. Las delgadas, en cambio, se sientan con las piernas estiradas y los brazos hacia atrás. Un cuerpo se enrolla, el otro se alarga.
“Habría dos normas 1) la mujer gorda debe ocultar su cuerpo y 2) son responsabilizadas de la violencia que padecen, en tanto que se les culpa de no cuidarse.”
Sin duda las posturas corporales no pueden ser únicamente explicadas por normas sociales. El uso de teléfonos inteligentes favorece una posición curva y el sedentarismo, altísimo en Chile (Ministerio de Salud. Gobierno de Chile, 2017), también obstaculiza lucir un cuerpo erguido. Sin embargo, en las gordas hay una suma de ocultamientos; la ropa y plegarse sobre sí misma son dos ejemplos. Este cuerpo dejado, descuidado y abandonado tiene que esconderse.
CULPABLE
Una segunda regla que se aplica a las guatonas, es que la violencia y discriminación que padecen es culpa de ellas. El razonamiento de fondo es que, si una gorda no quisiera ser molestada, agredida o abandonada, se querría más y cuidaría de sí. Hay violencias directas, por ejemplo, el insulto en la vía pública (Energici et al., 2016; Fikkan & Rothblum, 2012) e indirectas como el que se discute en un grupo de adultos de nivel socioeconómico bajo. Una participante relata la experiencia de su tía:
Mujer: yo tengo una tía que toda su familia son gordos porque a ella les gusta cocinar con grasa, come chicharrones, perniles y todo con grasa, todo con grasa, son todos gordos, no se salva nadie. Pero la gran mayoría de las mujeres son todas amargadas.
Facilitadora: ¿Amargadas en qué sentido? O ¿cómo?
Mujer: No sé…pero son… como… por ejemplo la que es mi tía, ella es como muy… es como resen… no sé le tiene fobia a los hombres. Como ella ya… por su gordura el tío la dejó…
Hombre: Es que van tomando rechazo.
Mujer: Es que van tomando rechazo a muchas cosas ¡En vez de haberse cuidado! Siguió engordando… (Energici et al., 2016)
En la anécdota relatada, el tío la deja porque ella no se cuida. Él está libre de agencia y responsabilidad, fue ella quien decidió el fin de la relación al no cuidarse. Los hombres no la evitan, es ella quien les tiene fobia y resentimiento. Los insultos en la calle tienen la misma lógica, si ella no quisiera que le gritaran guatona culia desde una micro, no debería hacer ejercicio en la plaza (Energici et al., 2016)
Recapitulando, habría dos normas 1) la mujer gorda debe ocultar su cuerpo y 2) son responsabilizadas de la violencia que padecen, en tanto que se les culpa de no cuidarse. Tomadas juntas, la primera regla social de esconder el cuerpo se constituye como una amenaza. La gorda que se exhibe, que no se enrolla para hacerse más pequeña, que usa más espacio que el autorizado socialmente, tiene mayores probabilidades de ser agredida. Y, peor aún, ser responsabilizada de dichas violencias. El argumento suena conocido: si no hubiese querido que la violaran, no debería no se debería haber puesto esa falda. La guatona tiene que irse a su rincón, sentarse con un cojín en el vientre, enrollada y con ropa holgada. Se espera que se vaya sola, sino corre el riesgo de que la manden. Esto tiene implicancias que debieran ser reflexionadas para acciones políticas y de resistencia. Los llamados a mostrar y querer el cuerpo gordo tienen que considerar que podrían generar una respuesta muy violenta. En analogía a la mujer que enfrenta a su agresor y termina golpeada o asesinada, la gorda que se exhibe puede ser violentada hasta físicamente. Es importante anticipar esa posible agresión, no para evitar prácticas de resistencia, sino para estar consciente de las posibles consecuencias. En otras palabras, se requiere de ovarios para desplegar un cuerpo gordo en su esplendor, mostrando piel, con ropa ajustada y de colores, sentada hacia atrás y usando todo el espacio posible. Hay que ser muy valiente para ser la guatona culia que no se esconde.
NOTAS Y REFERENCIAS
Bartky, S. L. (1998). Foucault, Feminity and the Modernization of Patriarchal Power. In R. Weitz (Ed.), The Politics of Women’s Bodies (pp. 25–45). New York – Oxford: Oxford Univesity Press.
Energici, M. A. (2018). Afectividad y subjetividad femenina: análisis de la gordura como código moral. Límite. Revista Interdisciplinaria de Filosofía y Psicología, 13(43), 17–28.
Energici, M. A., Acosta, E., Huaiquimilla, M., & Borquez, F. (2016). Feminización de la gordura: estudio cualitativo en Santiago de Chile. Revista de Psicología, 25(2), 1–17. https://doi.org/http://dx.doi.org/10.5354/0719-0581.2016.44771
Fikkan, J. L., & Rothblum, E. D. (2012). Is Fat a Feminist Issue? Exploring the Gendered Nature of Weight Bias. Sex Roles, 66, 575–592. https://doi.org/10.1007/s11199-011-0022-5
Ministerio de Salud. Gobierno de Chile. (2017). Encuesta Nacional de Salud 2016-2017 Primeros resultados.
Stevens, C. (2018). Fat on Campus: Fat College Students and Hyper(in)visible Stigma. Sociological Focus, 51(2), 130–149. article. https://doi.org/10.1080/00380237.2017.1368839