¿Por qué ganó el rechazo en Petorca, si la nueva Constitución se hacía cargo de asegurar el derecho al agua? ¿Por qué perdió el apruebo en las comunas indígenas, si el texto reconocía un país multicultural? A partir del análisis de conversaciones cotidianas, esta columna propone seis posibles explicaciones para los resultados del 4/09.
El resultado del plebiscito de salida fue sin duda sorpresivo. Muy pocas personas esperaban un triunfo tan alto para el rechazo, y una parte de quienes apoyaban la nueva constitución veían como imposible el mero hecho de perder. En el siguiente texto rescato algunos elementos que desde hace meses rondaban en conversaciones y en distintos materiales de investigación, y que pueden servir como posibles explicaciones ante un resultado inesperado.
Son seis elementos que, aunque estuvieron presentes, no se quisieron escuchar con atención o no se relevaron totalmente en la discusión pública. Tienen un carácter sociológico en la medida que visibilizan el lugar de la experiencia social, de las historias que circulan en distintos espacios y entornos, así como de emociones colectivas en juego. Su sentido no se agota en la explicación política ni electoral, ni en el poder de los medios de comunicación y los grupos económicos detrás, ni en el contenido de la propuesta constitucional. Son elementos que emergen en la mesa, la calle, en grupos de amistades, o en lugares de trabajo, formando parte de una amplia, y a veces soterrada, conversación social.
“Lo relevante quizás era menos la falsedad de lo que se discutía, sino entender por qué hacían sentido (las fake news)”
1) Un primer elemento es la sensibilidad inicial del momento constitucional versus su final. En las últimas semanas se señaló con justa razón que el proceso respondió bien al origen que desató la convención: el estallido social de octubre de 2019, y las demandas por superar el modelo neoliberal que se habían acumulado. Tan múltiples fueron las banderas y pancartas de las calles en aquellos días; tan múltiples resultaron ser las aristas del texto constitucional. Pocos quisieron quedar afuera con sus reivindicaciones. En ese sentido, el texto pareció responder bien al contexto que le dio origen. Pero la sociedad chilena no se congeló en ese momento. Al contrario. El proceso y la campaña de salida transcurrieron en medio de la pandemia, el incremento de la inseguridad, la pérdida del monopolio de la fuerza del Estado en ciertos territorios, así como los vaivenes de la economía. La pandemia en Chile, como en el resto de América Latina, se vivió con terror y desató miedos atávicos. A su vez, estos miedos resignificaron el propio estallido social, planteando otro escenario desde el cual se miró el cierre del proceso constitucional. Así, de historias sobre juventudes involucradas en grandes marchas, pasamos a escuchar sobre crisis de salud mental en colegios y universidades. El rechazo se fue imponiendo entonces no desde un país que lo dio todo en las calles, sino más bien encerrado y con un temor a lo que hay afuera, en el espacio público, a lo que ha dejado la pandemia a su paso. El proceso constitucional no pudo reconectar con esa sensibilidad, y la campaña del rechazo alimentó miedos que tenían asidero en lo vivido en el último tiempo, no los inventó.
“La convención fue leída e interpretada como un lugar en el que reinó la hostilidad”
2) La aprobación del texto y la ilusión constitucional tenían que hacer frente al decaído funcionamiento de las instituciones. Sin duda varios problemas de la sociedad chilena se han agudizado. El sistema de pensiones alicaído luego de los retiros. Un sistema de salud altamente tensionado, con operaciones atrasadas. Las escuelas presentan altas tasas de ausentismo, convivencia deteriorada en los establecimientos, y atrasos en la formación de habilidades. Las calles se viven como espacio de disputa más que de convivencia. La propuesta constitucional por cierto prometía salir de todo esto, pero creo que resultaba difícil creerlo. Dicho de otra manera: discursivamente el apruebo se plantó como una manera de saltar a un nuevo futuro: inclusivo, sostenible, equitativo, resguardando y asegurando nuevos derechos. Este salto era propositivo, pero exigía dejar atrás un terreno para adentrarse en una nueva época histórica. Sin embargo, en términos metafóricos, el lugar para soñar ese salto era pantanoso. En vez de saltar desde un piso sólido hacia el futuro, primó la imagen de un salto desde el barro; un espacio empantanado en que se corría el riesgo de no salir de ahí, sino que hundirnos aún más. Esta sensación limitó las expectativas, y mitigó la ilusión de cambio.
3) La propuesta constitucional tuvo un fuerte acento en asegurar derechos sociales, y es altamente probable que el resultado del plebiscito no mitigue ese anhelo. No obstante, más allá de la discusión que se tuvo sobre cada derecho social y su mecanismo de resolución, cabe preguntarse en qué medida influyó la percepción sobre el rol del derecho en la vida cotidiana al pensar en el proceso en su conjunto. Sobre esto la investigación en ciencias sociales tenía antecedentes. Hace ya más de 10 años Kathya Araujo lo teorizó de la siguiente manera: el fortalecimiento de una imagen de personas sujetas de derecho fue enorme en democracia, mas muy débil su cumplimiento (Araujo, 2009). El abuso y el menosprecio institucional marcaban la vida cotidiana. Esto prosiguió en los años venideros. El derecho y las normas aumentaban, pero seguían emergiendo casos o instituciones que mostraban su debilidad. Mucho se ha dicho también sobre los mercados ilegales desde la pandemia, o cómo nuevas formas de informalidad se apropian del espacio urbano y digital. Siguiendo esas huellas no es difícil concluir que existía la sospecha a que las normas y herramientas legales puedan realmente ser lo que cambie el rumbo del país. Esto era una traba cultural mayor a la hora de creer en la promesa del texto propuesto.
“En vez de saltar desde un piso sólido hacia el futuro, primó la imagen de un salto desde el barro”
4) Lo anterior no quita que hubo expectativas, ilusión y fe en el proceso, todo lo cual se vio plasmado en el plebiscito de entrada. Por ello, un cuarto elemento dice relación con cómo esa ilusión fue cayendo desde principios de este año.
Hace unas semanas, un viejo amigo exsindicalista del sur me lo resumía así: “la convención se volvió política”. ¿A qué sentido de la política apelaba? La respuesta más nítida es que la convención comenzó a representar las mismas lógicas de conversación y hostilidad que se plasman en el congreso, un espacio fraccionado, con bandos e intereses incapaces de comunicarse. La convención terminó siendo una réplica, un simulacro de prácticas que terminaron por cansar. Más allá de lo que efectivamente sucediera en su interior, la convención fue leída e interpretada como un lugar en el que reinó la hostilidad; un espacio donde el fraccionamiento y los intereses individuales primaron. Lo que me comentaba mi amigo no era excepcional; muchos trabajos venían diciendo lo mismo hace mucho tiempo, especialmente cuando se observaba la labor de las comisiones. Más allá de que el pleno cumplió el ideal de los 2/3, la convención y la discusión posterior mostraron la dirección contraria. El resultado pareciera ser un cansancio del desencuentro, si algo así existe (y no sería difícil agregar un cansancio de la violencia). Queda, como pregunta abierta, si es posible encontrar ese ambiente con menor hostilidad; o si, en un contexto de irritación de las relaciones más nimias en el espacio público, no es el deseo de un imposible. En cualquier caso, la resolución de las maneras en que se hace la política también será uno de los nudos del problema constitucional a futuro, porque desde ahí se evalúa su valor como texto común.
5) Desde hace meses se discute sobre el rol de las fake news. Historias indignantes que tergiversan la realidad, el texto. La batalla de la verdad fue el tono de la lucha (digital); demandas éticas para periodistas o personajes públicos. Fue una batalla sucia, sin duda. Nuevamente en el barro. Sin embargo, para no repetir la imagen, en este caso quizás se ha pasado por alto lo que una investigadora inglesa analizó para el Brexit: el problema con las noticias falsas es que son muy difíciles de eliminar (con información, datos, gritando por todos lados que es mentira) si de algún modo u otro tocan algún “mito” o narrativa identitaria (Henkel, 2011). En este caso, habría que indagar por ejemplo por qué circuló tan rápido y con tanta profundidad la idea de que la nueva constitución no aseguraría ser propietario de una vivienda. Más allá de los mecanismos que explican eso, es importante tener presente cómo la narrativa existencial de la casa propia cala profundamente, siendo el soporte básico desde donde se estructura un proyecto individual o familiar. Ello, sobre todo cuando otros soportes como el empleo son precarios; o cuando se pone en duda el soporte educativo como mecanismo de movilidad social. Así, la casa propia es el piso mínimo para no estar en la calle, para escapar, en ocasiones, de la violencia de género; es el ‘piso’ que permite proyectar cualquier otro proyecto. El solo hecho de que circulara la idea de que el Estado tendría un rol para favorecer el arriendo y que se haya leído como la imposibilidad de tener ese soporte básico, puede haber desatado un mito del socavamiento del proyecto personal (¿me quitarán lo único que tengo?). Lo mismo podría decirse sobre la fragmentación nacional y la discusión sobre plurinacionalidad. Lo relevante quizás era menos la falsedad de lo que se discutía, sino entender por qué hacía sentido, resonaba en distintos espacios, y se estructuraba como una razón para rechazar.
“La pandemia en Chile se vivió con terror y desató miedos atávicos. A su vez, estos miedos resignificaron el propio estallido social, planteando otro escenario desde el cual se miró el cierre del proceso constitucional”
6) La disputa simbólica por la constitución se vivió en múltiples espacios: familiares, escolares y universitarios, y sin duda, en la prensa. Pero desde la acelerada incorporación de las plataformas digitales a nuestras telefonías móviles, mucha de la información se hace visible en redes sociales. Quizás por eso creaba tanta ilusión que los pronósticos a partir de las búsquedas en Google o las discusiones en Twitter acarrearan una ventaja para el apruebo. Por cierto que esto hay que sopesarlo con la calidad de los modelos o con el hecho de que Twitter no era la plataforma más usada, y más fuerza tiene la información que circula por Whatsapp, Facebook e Instagram (aunque también es cierto que la circulación de información cruza a veces todas las redes). Más allá de esas diferencias, creo que un último elemento para tener en cuenta es lo que ocurre en TikTok. En esta elección una parte importante de los primeros videos y formas de expandir la campaña del rechazo vinieron por aquí. Todavía hay poca investigación en Chile sobre esta red, pero da para pensar si capta mejor a grupos que normalmente no participan del debate político clásico (ni qué decir de los grandes hilos de discusión de Twitter), y si la modalidad visual que se centra en la corporalidad, en mensajes auditivos breves, que se repiten y circulan rápidamente, tiene un impacto mayor de lo pensado. Como si el pequeño video fuese un fragmento testimonial de mayor alcance que la discusión letrada, o la simple imagen, porque pone un rostro de frente. Dicho de otra manera, la forma en que circulan los videos en esa red puede haber sedimentado un imaginario del rechazo verosímil para aquellos sectores que están fuera de los ejes más tradicionales de la política. Utilizando una vieja metáfora de las humanidades en América Latina, es la plataforma digital que está en los extramuros de la ciudad letrada. En esos muros digitales se desplegaron imágenes en movimiento que pudieron tener mayor visibilidad e impacto para algunos sectores.
Creo que para tener mayor comprensión de lo que nos espera, el debate no se puede encapsular en una sola dimensión, ni tampoco en estas seis razones. Hay que seguir pensando en las causas del resultado en distintos niveles. La simplificación de las razones de los triunfos y derrotas electorales siempre cuestan a caro a la discusión pública. Más central aún, y parafraseando el título de la novela de Javier Marías, mañana después de esta “batalla” hay que pensar en serio en los motivos del voto rechazo, y no reducirlo a prejuicios que circulan rápidamente en la conversación pública. Es necesario una escucha más exigente para derribar estereotipos, y así también salir de explicaciones reduccionistas del devenir de la sociedad chilena.
NOTAS Y REFERENCIAS
Araujo, K. (2009). Habitar lo social. Usos y abusos en la vida cotidiana en el Chile actual. LOM.
Henkel, I. (2021). Destructive Storytelling. Disinformation and the Eurosceptic Myth that Shaped Brexit. Palgrave.
Muy interesante el artículo. Creo que hay otro motivo también y es la falta de rigor periodístico en general. Osea, en qué momento nuestros periodistas y conductores de programas de día a día, se transformaron en simples espectadores de las ‘verdades’ falsas?. En qué momento, el periodista dejó de tener el rol informativo y se transformó en un mero moderador entre un bando y otro? Día a día vimos a personajes repetir falsedades una y otra vez, en matinales, programas estelares, programas de debate, etc. Lo hacían de forma totalmente libre y sin ningún tipo de voz moderadora que respondiera “eso no es cierto”. Como si no hubiese bastado con las RRSS, la pasividad periodística transformó a la TV en caja de resonancia de noticias falsas y, hay que decirlo, el bando del apruebo no tuvo ni la capacidad, ni la tribuna, para desmentir o combatir todo lo que se decía. Hubo excepciones en el periodismo obviamente, pero fueron los menos: Paulsen, Iván Núñez, Mónica Rincón, Daniel Matamala, entre otros. La mayoría dejó las obligaciones de rigurosidad periodística en el cajón y se transformaron en simples moderadores o espectadores. No les importó tener en su programa a mentirosos crónicos repitiendo falsedades una y otra vez.
He comentado en varios circuitos que Tiktok es una red social que ha permeado muchísimo en públicos no politizados, probablemente la mayoría de las personas que no tenían una decisión tomada. Y el rechazo llevaba más de un año con material ahí. Hice el experimento: buscar info del apruebo y casi no había. En las periferias, la información que llegó, fueron los fakes news que estaban a mano. Y lamentablemente, el apruebo estaba más cerca de la academia, del discurso complejo, de la épica y el otro lado aprovechó ese vacío.