La elite tradicional chilena ha sido perdurable en el tiempo. Esta columna resume los hallazgos de una investigación sobre cómo se organizaba la oligarquía en el siglo XIX, cuando su núcleo lo componían ocho familias que usted probablemente conoce (puede intentar adivinar cuáles son antes de leer el artículo). El autor muestra que el momento constitucional de 1925 marcó el declive político de esa elite, pero que su preponderancia social se ha visto poco afectada hasta el día de hoy.
Tras una visita al país en 1908, el diplomático norteamericano Paul Reinsch describió Chile como “la única aristocracia en el mundo que todavía tiene total y reconocido control sobre las fuerzas económicas, políticas, y sociales de la sociedad.”[1]
En un artículo reciente, exploré esta idea empíricamente. Construí la red de parentesco entre los 1449 parlamentarios chilenos del período 1828-1894, y efectivamente era una elite apretada. Tenía estructura de muñeca rusa, con un corazón cohesionado rodeado por capas progresivamente más ralas. La figura 1 identifica las distintas capas de centralidad de esa elite, y las ocho familias más representativas por capa. (ver artículo The structure of political conflict. The oligarchs and the bourgeoisie in the Chilean Congress, 1834–1894).


La figura 2 muestra el corazón de la oligarquía decimonónica, formado por 165 personas y ocho familias. Los clanes delineados – Errázuriz, Vicuña, y las dos ramas de la familia Larraín, llamadas “marquesa” y “otomana”, en su tiempo – tenían un mismo origen en el pueblo navarro de Aranaz. El primero del grupo – Santiago Larraín Vicuña – llegó a Chile en 1685. Dos siglos después, las cuatro familias de Aranaz eran parte del núcleo más duro de la oligarquía.
“Derrumbe político no es igual a derrumbe social. De hecho, los descendientes de la elite del siglo XIX todavía están arriba en la escala social”
Pese a su cohesión, las familias en el corazón de la elite competían entre sí. La historiadora Mary Felstiner mostró que las dos ramas de la familia Larraín tomaron posiciones antagónicas tanto en la guerra de independencia como en la guerra civil de 1829. Mientras los Larraín otomanos fueron patriotas y pipiolos, respectivamente, los marqueses fueron realistas y pelucones.
Mi investigación muestra que la disputa intraoligárquica se repitió en el resto del siglo. En la guerra civil de 1851, Errázuriz, Vicuñas, y otomanos pelearon por el lado liberal, mientras que los marqueses pelearon por el bando conservador. Luego, en la guerra civil de 1891, los Larraín marqués y los Errázuriz tomaron el bando congresista, mientras que los Vicuña y Larraín otomanos apoyaron a Balmaceda.
Los conflictos internos explican una paradoja chilena: un país con una oligarquía notoriamente fuerte, también construyó un sistema electoral progresivamente abierto. De hecho, en su libro clásico, “Democratización vía reforma”, el sociólogo chileno Samuel Valenzuela muestra que hacia los 1870s, Chile ya estaba en el grupo de vanguardia entre las democracias del mundo.
En este hilo de Twitter explico esta lógica. Resumidamente: las familias en el corazón de la oligarquía compiten por las posiciones de mayor prestigio. En ocasiones de escalamiento, las facciones se ven obligadas a movilizar a grupos tradicionalmente afuera del círculo de poder. Luego, la facción ganadora recompensa a los nuevos grupos con posiciones de poder. El ascenso del mestizo Manuel Montt y su entorno, las reformas electorales de 1874, y la incorporación cuantiosa de nueva gente durante la guerra civil de 1891 siguen este patrón.
“Los conflictos internos explican una paradoja chilena: un país con una oligarquía notoriamente fuerte, también construyó un sistema electoral progresivamente abierto”
Un par de décadas después de la visita de Reinsch, la oligarquía del siglo XIX perdió protagonismo político. Junto con el cientista político Juan Pablo Luna, usamos una lista de apellidos para calcular elitismo en dos siglos en el Congreso chileno.[2] La figura 3 (abajo) muestra que el principal punto de quiebre es 1925, el año que se promulgó la Constitución que rigió buena parte del siglo XX.

El quiebre de los 1920s no parece tan distinto al que estamos experimentando hoy. El ascenso de Gabriel Boric y su entorno marca una transición generacional, así como la pasada Convención Constitucional abrió las puertas para una transición en la composición social de la elite política. Lo sabremos con más confianza en los próximos años, pero mi impresión es que este es uno de esos momentos de cambio político acelerado que ocurren cada 50 años.[3]
Ahora bien, derrumbe político no es igual a derrumbe social. De hecho, los descendientes de la elite del siglo XIX todavía están arriba en la escala social. En un trabajo con el científico de la computación Marcelo Mendoza, hicimos una estimación de patrones residenciales y socioeconómicos de los apellidos santiaguinos (ver artículo académico: Surname affinity in Santiago, Chile: A network-based approach that uncovers urban segregation; ver artículo de divulgación Lo que revelan los apellidos de los santiaguinos). El mapa de calor (figura 4) muestra la distribución urbana en Santiago para la misma lista de apellidos de elite que usamos en la línea de tiempo arriba (figura 2).


Luego, la figura 5 muestra la distribución socioeconómica de gente con estos apellidos, y su concentración en el 20% de mayores ingresos.
Estas familias no van a ser de elite por siempre. Pero los cambio en estructura social son lentos. En un trabajo con los economistas colombianos Juliana Jaramillo-Echeverri y Andrés Álvarez, constatamos que la correlación entre el nivel socioeconómico de dos generaciones con el mismo apellido en Chile es alta (Ver Surnames and Social Rank: Long-term Traits of Social Mobility in Colombia and Chile).

En la figura 6 cada punto es un apellido. El eje horizontal indica el estatus de gente con ese apellido nacida entre 1930 y 1959, y el eje vertical indica el estatus de la generación nacida entre 1960 y 1989. El azul representa grupos que han experimentado ascenso social, mientras que el rojo representa a grupos que han descendido. Luego, los puntos remarcados representan a los apellidos de la elite tradicional. Varios de estos han experimentado descenso social relativo, pero poco.
“Las familias en el corazón de la oligarquía compiten por las posiciones de mayor prestigio. En ocasiones de escalamiento, las facciones se ven obligadas a movilizar a grupos tradicionalmente afuera del círculo de poder”
La alta persistencia intergeneracional no es un fenómeno exclusivo de Chile. En su libro “The son also rises”, el economista escocés Gregory Clark usa apellidos para medir persistencia intergeneracional en varios países del mundo. Encuentra que es alta incluso en países igualitarios como Japón y Suecia,[4] y concluye que la política pública puede hacer poco para acelerar o retrasar cambios en jerarquía social.
En conclusión, cambios acelerados en la composición social de la elite política han ocurrido antes en la historia de Chile, y parecemos estar hoy en uno de esos momentos. Pero cambios en la jerarquía social han sido más lentos.
NOTAS Y REFERENCIAS
[1] Ver “Parliamentary government in Chile” aquí.
[2] Este trabajo no ha sido publicado todavía.
[3] Tomar con cautela, ya que las personas no somos buenas prediciendo momentos de gran significancia histórica, según el paper reciente “Predicting history”, ver aquí.
[4] Para críticas al uso de apellidos para medir movilidad intergeracional ver Torche & Corvalán (aquí). En mi opinión, los apellidos no reemplazan las mediciones más tradicionales de movilidad social a nivel de individuo, pero son útiles para medir movilidad a nivel de grupos.